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Cuando llegamos a tu casa en Toscana, estaban saliendo las primeras luces de la madrugada.

Lo habíamos logrado: nos escapamos sin que nadie nos agarrara.

Dani estaba despierto en tus brazos con ganas de jugar mientras nosotros estábamos muertos de cansancio.

Yo me sentía feliz y a la vez muy angustiada.
Iba a ver a mi hija después de tantos años.

~¿Me recuerda con cariño?
¿Me extrañó?
¿Será feliz de verme?
¿Qué tal si descubre que asesiné a su padre y me va a odiar para siempre?~
Los nervios me mataban.

"Tranquila amor, será contentísima por verte. Le hiciste demasiada falta. No te imaginas lo mucho que sufrió por tu supuesta muerte, sobretodo porque presenció a esa horrible escena siendo tan sólo una niña."-me susurraste en el oído al notar mi agitación, abrazándome por las espaldas.

Te pedí que me llevaras a su habitación, necesitaba verla de inmediato.
Así lo hiciste pero su cuarto estaba vacío.
Me empecé a preocupar.

"Tranquila, seguro está en el ático. A ella le gusta refugiarse allí, dejémosla dormir un par de horas más y vámonos a descansar un rato."

Te hice caso.
Siempre tuviste y sigues teniendo la capacidad de tranquilizarme con tus palabras, con tu voz, con tus gestos.

El cansancio me ganó de inmediato y quedé profundamente dormida.

Una mano acariciándome interrumpió el curso de mi sueño.

Abrí lentamente los ojos, encontrándome con una preciosa sonrisa y unos hermosos ojos verdes.

"Sara ¡mi chiquita!"

"Mamá..."

Nos fundimos de inmediato en un fuerte y deseado abrazo del cual ninguna de las dos quería desprenderse.

Empezamos las dos a sollozar.
La vida nos había puesto a duras pruebas y nos había separado de la peor manera.
Y sin embargo allí estábamos, juntas de nuevo, más unidas que nunca, con el corazón explotándonos de amor.

"Mamita ¡estás viva, esto es real! Aún no me lo creo. No sabes que feliz me siento ahora. No me dejes nunca más, prométeme que siempre estaremos juntas."

"Te lo prometo, mi vida. Juntas para siempre."

Teníamos muchas cosas por contarnos.
Nos recostamos sobre la cama y la acomodé sobre mi pecho como cuando era una bebé.

¡Mi pequeña había crecido tanto!
Ya era una adolescente responsable, inteligente, hermosa por dentro y por afuera, con ilusiones y muchos sueños por cumplir.
Y que seguro cumplirá.

Su vida tiene que ser diferente a la mía, tiene que ser maravillosa.

Mi hija será una mujer fuerte, independiente, digna y libre.

Y sobretodo feliz.
Esto es lo que más importa.

El camino hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora