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"Ayúdame por favor."-le supliqué a la enfermera, que se llamaba Amalia, cuando salí del baño.

Me apoyé a la cama, sentándome en ella. Todavía me costaba mucho estar de pie y caminar. Mi cuerpo seguía muy frágil. Pero necesitaba recuperar fuerzas a como de lugar.

"Claro que no, cómo se te ocurre pedírmelo."-contestó.
"Tu marido me paga muy bien, ¿qué tienes tú que ofrecerme? Absolutamente nada."

"Eres mujer como yo. Podrías solidarizarte por lo menos un poco conmigo y entender mi dolor. Me tiene encerrada aquí, me trata mal. Necesito recuperar a mis hijos, no sé nada de ellos..."
Pronunciando estas últimas palabras se me aguaron los ojos y se me formó un nudo en la garganta.

Amalia bajó la cabeza.
"Lo siento, no puedo hacer nada."
Dió media vuelta y se fue, cerrando la puerta a llave.

Suspiré.
Necesitaba armarme de valor, fe y esperanza.
Recuperarme por completo.
Idear un plan.
Descubrir informaciones sobre donde podía estar mi bebé y luego ir a buscate a ti y a Sara.

Esta vez no me iba a rendir tan fácilmente.
Iba a luchar con uñas y dientes con tal de recuperar lo que me fue arrebatado: mi libertad, mis hijos y el amor de mi vida.
Cuando se trata de estas tres cosas cualquier mujer se convierte en una tigresa.

~Nada ni nadie podrá detenerme. Tengo demasiadas razones para salir de aquí y demasiadas ganas de vivir. Así que preparate Mauro, porque esta vez ya no seré una sumisa que acepta todas tus ordenes y tus malos tratos.          Si guerra quisiste, guerra tendrás.
Y te juro que la ganadora seré yo.~pensé.

El camino hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora