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Me agarró del brazo llevándome hasta el salón.

"¿Dónde está mi hija? ¿Qué pasó?"-pregunté muy agitada.

"Ella está bien, no le pasó nada."

"¿Entonces por qué me dijiste eso? No sabes mi angustia y preocupación."-dije llevando mi mano hasta mi pecho.
Mis latidos estaban acelerados. Empecé a tener miedo.

"¿Dónde andabas?"

"Fui al parque, necesitaba despejarme un poco."

"¿No será que más bien te despejaste con tu amante?"

"No sé de que hablas, yo no tengo ningún amante."

"Sí, claro...¿Me crees estúpido o qué?"

Sentí su mano derecha imprimirse sobre mi mejilla.
Mi miedo aumentó.

Mauro se dirigió hacia una pequeña mesa tomando un sobre blanco.

"Mandé alguien a seguirte, mi querida Altagracia. Mira las fotos tan lindas que me llegaron hoy."-dijo irónico.

Me extendió unas fotos.
En una estábamos yo y Saúl abrazados en la cafetería el día de mi cumpleaños y en la otra nos estábamos besando dentro de su departamento. La foto fue tomada desde la ventana.

Unas lágrimas empezaron a recorrer mi rostro.

"¡Eres una maldita zorra! ¿De verdad pensaste que podías engañarme, que no me iba a dar cuenta? Pobre ilusa."

Me quedé callada, con la mirada perdida.
Estaba temblando de los pies a la cabeza.

Sin estar preparada, recibí otra cachetada.
Luego otra, y otra más.
Las mejillas me ardían y sentí el sabor de sangre en mi boca.

Después, me agarró fuerte por el cabello y me lanzó en el piso.

"Mauro, por favor..."

"¡Por favor nada! Debías pensar en esto antes de traicionarme, ahora asume las consecuencias."

Sara llegó alarmada. Había visto parte de esa escena. Empezó a gritar y a llorar. Me dolía demasiado que ella presenciara todo esto.
Trató de detener a Mauro, pero no pudo.
Él la empujó y volvió a concentrarse sobre mí.

Dió unas patadas en mi estómago.
El dolor que sentí, tanto en el cuerpo como en el alma, fue lacerante.

Pensé en mi bebé.
Un angelito, una criatura inocente que merecía vivir y que sin embargo podía perder la vida en ese instante, sin tener la posibilidad de nacer.

Empecé a ver flechazos de mi vida.
Pensé que me iba a morir.
Pensé en mi hija.
Ella no podía quedar sin mí, sola y en las manos de ese animal.
Pensé en ti Saúl...

"Estoy embarazada."-solté de golpe, con la voz muy débil.
"Llevo en mi vientre un bebé que podría ser tuyo."

Se detuvo.
"¡Mientes!"

"No...te puedo mostrar un ultrasonido que hice hace unos días."-contesté temblando.

"¿Por qué no me lo dijiste antes?"-llevó las manos en su cabello en signo de desesperación.
"Podría ser un varón. Quizás tenga mi sangre. Si llega a nacer y es mío, tendré un heredero."-exclamó.

Fui una estúpida por no habérselo dicho antes, hubiera podido evitar todo esto.

En ese momento apareciste tú, Saúl.

Conectamos nuestras miradas.
Te asombraste viendo mi estado.

No sé como encontré la fuerza necesaria, pero me sostuve en los brazos y me levanté.
Sara seguía allí, observando todo, asustada como nunca antes.

Empezaste a pelear con Mauro y él sacó una pistola, apuntándote.
No podía permitir que algo malo te pasara por mi culpa.

Yo estaba muy débil, sin embargo me interpuse.
Empecé a forcejear con Mauro, tratando de quitarle el arma.
Era él o yo, lo sabía.
También sabía que él tenía todas las probabilidades de ganarme.

Se oyó un disparo: el arma se había descargado.

Sentí un dolor atroz en la parte baja de mi pecho.
Sentí mucho calor, como efecto de la bala y de la sangre.

Mi mirada se volvió borrosa, los párpados empezaron a pesarme, el aire me faltó, el piso pareció desaparecer debajo de mis pies.

Caí sobre el frío suelo, cerrando los ojos.

El camino hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora