Catorce

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La casa se veía más sombría que cualquier otro día. No había ni un solo sonido, ni siquiera alguno que viniera del exterior. Ella estaba sentada con un codo apoyado sobre la mesa de la cocina y un cigarrillo sostenido entre dos de sus largos dedos. No miraba a su hijo pero sí sentía la presión de la mirada de él. Por su mente no pasaba nada, solo había un pesado vacío en el que por momentos se asomaba la fatiga.

Ella estaba tan cansada.

—Di algo.

Apagó su cigarrillo aplastándolo en el cenicero a su izquierda. Sus ojos chocaron con los de su hijo mayor.

—Ya lo sabes todo. —no apartó la mirada. Su hijo tampoco lo hizo.

—Eso espero. —sonrió con amargura—. Cruzo los dedos para que el día de mañana no me digan que tengo una esposa y un hijo ocultos en alguna montaña.

Ella arqueó la ceja. —Si tuvieras una esposa y un hijo todo sería más fácil.

Su hijo soltó una risa seca y llevo su mano a su mentón. —Es tan ridículo que veas algo bueno en tener un niño a mi edad pero algo malo en que salga con un tipo.

—Lo que yo crea bueno o malo es irrelevante. —cogió otro cigarrillo y lo encendió—. ¿Sigues con él? ¿Después de que te mintió?

Jin apretó sus manos, intentado retener sus ganas de explotar con su madre.

—Bueno, estoy aquí. —dijo a través de sus dientes—. Frente a la mujer que se supone es la que debe “protegerme” y que solo me ha dañado.

Su madre asintió distraídamente. —Tienes un punto. —le dio una calada a su cigarrillo—. Entonces sí sigues con ese muchacho. Eso hubiese sido malo pero ahora ya no importa.

—¿Así? —se tensó—. ¿Por qué?

—Porque ahora me odias, al igual que tu hermano.

Jin sacudió su cabeza, desconcertado. Se sentía perdido con toda esta conversación absurda. Él había esperado lágrimas de parte de su madre, disculpas y ruegos. En los absoluto esperaba esta distante y fría mujer que no conocía.

—No te entiendo. —susurró, mirando sus manos posadas sobre la mesa.

Ella se quedó en silencio por unos minutos. Por un momento, Jin pensó que ella ya no diría nada más.

—Yo no soy una buena persona. —dijo de repente, tomando por sorpresa a su hijo por lo fuerte que sonaba su voz en la silenciosa habitación—. Nunca lo fui y nunca lo lamenté. Ni siquiera cuando el hombre con el que me casé terminó siendo lo que es ahora. Siempre supe que me lo merecía y lo acepté. —botó el humo de su cigarro y se quedó mirando las formas que éste hacía—. El único momento en el que sí lamenté algo fue cuando nacieron. —sus ojos observaron a su hijo cuando a él soltó un jadeo—. No porque nacieran, Jin. Sino porque nacieron con unos padres como nosotros. —alejó sus ojos y dio una lenta respiración profunda—. Yo los quiero mucho, pero también soy egoísta. Sabía que ese muchacho te amaba, pero también sabía que soy buena manipulando. No tuvo opción y lo sabes. O lo sabrías si recordaras. Te quería a mi lado. Vi la oportunidad y la tomé sin dudar. No había manera de que tu padre dejara que te acercaras si seguías con él.

—¿Por qué? —dijo con su voz colgando de un hilo—. Dime porqué hacer todo eso y no, no sé, ¡Irte de su lado y así no dañar a tu hijo! —Jin golpeó la mesa con sus palmas abiertas, poniéndose de pie.

—Porque eso me cuesta el otro hijo. —respondió con calma—. Ya sabes eso. A parte, tenerte a mi lado era momentáneo. —se detuvo y rió cuando recordó algo—. Ese fue uno de mis argumentos con los que ataque a tu noviecito: “Será momentáneo”. Después me sentí realmente mal.

Recuerda [Yoonjin/Jinsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora