Epílogo

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5 años después...

A veces la vida es dura. Si tienes suerte, naces en una buena familia con buena posición económica, en un lugar sin guerra y con facil acceso a alimentos.

Estas rodeado de tus padres, tus tios, tus abuelos, primos, hermanos, gente que te ama incondicionalmente. Pero pasas tiempo buscando mas que eso, anhelando una relación con una persona perfecta, trabajando miles de horas para costear una lujosa casa vacia, ropa cara, cenas con gente que no se pondrían enfrente de ti para recibir una bala, perdiendo tiempo buscando aprobación de gente desconocida en una red social.

Causamos tantos problemas, cometemos tantos errores. Y luego tenemos que vivir con las consecuencias de lo que hicimos.

Y cuando perdemos algo que dimos por echo que siempre estaría con nosotros, sin importar el tiempo que pasase, nos damos cuenta de que tan efímero es cada instante.

Te das cuenta que tus abuelos ya no estan presentes en la mesa de navidad, y no tuviste tiempo para hablar con ellos, o sacarte una foto.

Tus tíos estan mas tristes porque sus hijos prefieren estar tomando con sus amigos en un bar que con ellos.

Tus hermanos se las pasan con sus parejas, aclamando que en la próxima reunión iran todos.

Tu madre mirando a tu padre, sonriendole, temiendo que esta sea la ultima navidad con él.

Y lo mas importante que pensamos en ese momento es un aparato tan vacio como un celular.

Tanto tiempo desperdiciado.

Sino eres como la mayoría, luchas con las dificultades que la vida te dio; tal vez no tener a nadie, no tener que comer, o tener la responsabilidad de ocuparte de tus hermanos pequeños luego de que una bomba les quitase a tus padres.

La vida es dura, y la felicidad es efímera.

Durante mi adolescencia, perdí demasiado tiempo, cometí tantos errores, deje que ganase la tristeza de una vida tan ruda y cruel.

No me enfoque en esas amistades tan fugaces, no me pare enfrente para recibir una bala, dejé que se convirtieran en un recuerdo melancólico.

No puedo cambiar lo que paso. Ahora se eso, ni tampoco puedo martirizarme y ahogarme en mi miseria. Lo que si puedo hacer es enfocarme en atesorar lo que me dejo el sufrimiento del pasado.

—Papi, ¿estas eran las flores favoritas de mamá?—sus ojos grises brillan con curiosidad.

—Si, cariño.—sonrío a Sammy.

Su cabello rubio y ondulado rebota cuando camina, mientras andamos juega a no pisar las líneas de las baldosas dando pequeños saltos. Se ríe con cada movimiento que hace y mi sonrisa no se matiza.

Pronto llegamos al cementerio y seguimos un camino de piedra hasta llegar a una lapida enterrada en el césped.

Dorothea Rose-Booth
2002-2018
Amada hija, hermana y madre
Siempre en nuestra memoria

Sammy se detiene a unos metros y mira algo ansiosa el lugar, mordiéndose las uñas. Me mira.

—Tranquila, todo esta bien.—la levanto del piso y ella se agarra de mi cuello.—¿No quieres ir a dejar las flores a mamá?

Sigue mordiéndose las uñas, pero asiente efusiva. Beso su mejilla y me acerco mas a la tumba, me arrodillo y dejo que Sammy se pare. Le paso el ramo de lirios blancos y lo sujeta con sus brazos.

—Thea, ella es tu hija, Sammy.—digo mirando a la tumba, sonrió un poco ante su nombre.—Sammy, te trajo tus flores favoritas.

Mi pequeña se acerca sobre la lapida, arrodillandose y pone las flores cerca de ella. Luego se acuesta de lado sobre donde estaría el ataud, besa la palma de su mano y la pone sobre el césped.

Ángeles Entre Nosotros | SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora