31. Colgado

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Thea P.D.V.

El timbre suena, suspiro con alivio. Cada vez entiendo menos lo que explican los profesores en clase, y es frustrante porque yo en verdad intento prestar mi atención, pero no hay caso. No entiendo nada. Río para mis adentros, terminaré viviendo debajo de un puente.

Recojo mis cosas y estoy preparada para irme cuando siento la presencia de alguien enfrente de mi. Levanto mi cabeza.

—Tú otra vez.—digo fría, mirándolo con desden.

—Un simple "Hola, Apolo" estaría bien, creéme.—dice en voz baja.

Viste ropa algo arrugada, una gorra con visera azul oscuro y su rostro tiene moretones y raspones, su labio partido y unas ojeras demasiado marcadas, mira hacia atrás con paranoia, como si estuviera asegurándose de que nadie lo esta viendo. Siento una punzada de pena y leve preocupación por él, pero me hago a mi misma recordar ese día en la cafetería y puedo sentir el enojo hacia él.

—¿Qué quieres?—demando levantándome y preparándome para irme del salón.

—Thea.—me llama con voz quebrada, le miro a los ojos.—Por favor, te necesito, eres mi única amiga en esta asquerosa escuela.—su voz se rompe con cada palabra, algo se remueve dentro de mi.

—Lo siento. Pero no te conozco.—logro evadirlo y salir del aula.

Otra vez siento esa sensación de opresión en mi corazón, es igual a la que tengo cuando sueño pesadillas. Sacudo mi cabeza y continuo caminado por el pasillo, compro unas barras energéticas de una máquina expendedora, al darme vuelta hay otra persona.

—¡Hola, Thea!—me saluda una chica rubia regordeta con ojos azules, a su lado hay otra chica morena con gafas.—Me vuelvo a presentar, soy Clarissa y ella es Caya.

—Uhmm...Hola.—digo extrañada.

—Thea, me alegro tanto que estés mucho mejor luego de lo que paso... Es entendible que toda la escuela se preocupara por ti.—dice la de gafas, tiene una sonrisa un poco falsa.

—Uhmm, ¿cómo que toda la escuela?—pregunto confundida.

—Oh, si, tus padres avisaron porque no venias a clases al director, que es su papá.—señala a la tal Clarissa.—y bueno, ella se entero y me lo contó. Espero que no te haya molestado que repartiera algunos folletos pidiendo oraciones hacia ti en ese momento tan difícil.—lleva ambas manos a su pecho.—Se que el suicido puede parecer la solución a todo, pero no es cierto, puedes acompañarme a la iglesia si necesitas consejo.

Luego de su monologo caritativo, se dos cosas: una, todo el instituto sabe lo que mi intento de suicidio, y dos, por un presentimiento la Thea antigua odiaba a esa chica al igual que lo hace la Thea actual. Les sonrío con falsedad, mala suerte que ellas no se dan cuenta.

—Oh, miren, ahí viene Cameron.—dice Clarissa con un brillo especial en sus ojos, entrecierro un poco mis ojos.

Me doy vuelta y en cuanto lo hago, Cameron llega a mi lado, pone un brazo sobre mis hombros y me da un pico rápido.

—Hola, nena.—sonríe al ver mi expresión atónita.

Susurro un débil hola y miro a las chicas que hablaban conmigo. Están petrificadas y sin decir nada.

—¿E-estás saliendo con él?—pregunta la cuatrojos pálida, abro mi boca para responder.

—Soy su novio.—dice Cameron sonriente.

Veo que los ojos de Clarissa se aguan y baja la mirada, murmura un felicidades y se aleja rápidamente de nosotros. Caya tarda unos segundos mas en irse pero va en dirección opuesta de la de Clarissa. Oigo a Cameron suspirar.

Ángeles Entre Nosotros | SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora