43. Nirvana

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Cameron P.D.V.

Antes de que la conociera, todo era perfecto, todo estaba bien, cada cosa de mi vida estaba en su lugar o al menos totalmente controlada para no causarme problemas. Yo le era indiferente a todo; la escuela, mis "amigos", las chicas, mi hermano, mi madre... Todo me valía, porque desde hace bastante tiempo, ya había aprendido a ser un hijo de puta. A que nada de lo que me dijeran, me hiciesen, o pensaran, lograra hacer que me siguiera autolesionando. Las personas eran malas, y para no ser el débil, debías ser más malas que ellos.

Tenias que "apagar" tus sentimientos y emociones. Poder ser capaz de no necesitar de alguien. Y alejar a todo el que intentara acercarse demasiado.

Pero Thea... esa chica había logrado "encenderme" otra vez. Había conseguido que me preocupara por otra persona, que me dieran ganas de confiar en alguien, de poder acercarme.

Todo esto que siento por ella es, joder, me da jodidamente terror. Pero se sentía bien cuando estaba conmigo. Poder pelear con ella, hablar de temas sin sentido, abrazarla, sentir su aroma a flores en su cabello, eso me encantaba, y la intimidad con ella, esa era mi pequeña nirvana.

Pero como al mismo tiempo había una parte de mi que se extasiaba por ella, había otra parte que le temía y repudiaba. Mi otro yo; mis temores, mis miedos, mi odio: mis inseguridades me hicieron alejarla de mi.

Me autoconvencí que debía sacarla de mi mente y de mi vida. Ella tampoco merecía un tipo como yo, que solo la usaba a su antojo, que sabia la verdad de su memoria oculta y no se lo había dicho, que le había echo más daño que otra cosa. De solo pensar en lo que le había dicho desde que nos conocimos me hacia confirmar que yo era un hijo de puta. Una mierda de ser humano.

Y ahora, el estar mirándola dormir, con su rostro golpeado y moreteado, hacia crecer la culpa y el remordimiento dentro de mi.

Había logrado convencer a Apolo de acercarla más a mi, para cuidar de ella mientras el y el chico nuevo, Wesley, dormían. Yo cuidaría y haría guardia por si algún animal o alguien viniera a hacernos daño.

Thea esta durmiendo aun, o sigue inconciente, pero esta a mi lado izquierdo, cubierta por una manta térmica metalizada. No puedo dejar de mirarla y pensar que le rechace.

Soy un idiota. Era la primera chica en decirme eso. ¿Y como había reaccionado yo? Le había mentido.

Thea se remueve entre sueños y balbucea, se gira y pone su mano en mi abdomen, me quedo estático. La miro para ver si desperto y afortunadamente sigue durmiendo, exhalo aliviado. Si se despierta y me ve, estoy seguro que me va a mandar a la mierda.

Veo su mano y observo que está muy delgada, y con rastros de sangre, se ve muy frágil, al igual que ella. Pongo con cuidado mi mano sobre la suya y aun inconciente, cierra un poco su mano alrededor de la mía. Eso me da un poco de esperanza.

Desearía poder volver atrás y hacer las cosas bien. De saber que ella me... fascinaría tanto.

—Te ves realmente pendejo mirándola de esa forma.—la voz de Apolo suena baja y seria.

—¿Acaso no estabas durmiendo?—digo irritado en voz baja.

—No puedo dormir con este asqueroso frío de la mierda.—refunfuña molesto.

Resoplo exasperado. Veo a Thea que se remueve y se acerca mas a mi, puedo sentir los ojos de Apolo sobre nosotros.

—¿Qué?

—No sé como Thea puede aguantarte; eres un desgraciado y al mismo tiempo pareces un niño rogando por atención.—lo miro impasible.—No te sulfures, sólo digo lo que veo.

Ángeles Entre Nosotros | SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora