Capítulo 37.

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     Quiero rascarme el cuello, me pica demasiado. Bueno, en realidad quisiera arrancarle los ojos a esa tal Camila y metérselos en el mismísimo trasero.
     —¿Qué quieres? —pregunta Gianluca algo incómodo, pero sin quitar sus manos de mi cuerpo. La tipa esa aprieta su mandíbula disgustada.
     —Hablar contigo Gian... Dijiste que me llamarías cuando regresaras.
     Parpadeo alucinada, quito los brazos de Gianluca de encima y lo empujo. Gianluca se apresura a tomar mi mano y murmura con tranquilidad:
     —Mi amor, tú sabes que no haría semejante cosa... Yo te amo mucho sólo a tí y no me arriesgaría a perderte por nada.
     —Lo sé mi amor —suspiro —pero si tienes que hablar con ésta... Chica, por mí no te preocupes. Estaré con MI suegra en la cocina.
     Gianluca sonríe con ternura y me abraza. Volteo a ver a la tipa esa que se ha puesto hasta verde de celos y levanto las cejas divertida. Ella arruga su nariz y ríe con ironía.
     —No es necesario mi amor —murmura mi hombre —yo no tengo nada que hablar con ella.
     —Por favor Gianluca —implora la tal Camila —solo serán unos minutos.
     —Por Dios —sisea mi hombre —está bien, pero todo lo que tengas que decir, puedes hacerlo frente a mi mujer.
     Chiiiiflooo... Chiflo como un camionero en mi interior al escuchar la última frase y ver la cara de Camila. Incluso hasta hago diez piruetas de felicidad por las palabras de mí amor y antes de que ella diga algo, lo beso en los labios y digo:
     —Está bien mi amor, habla con ella tranquilamente. Estaré con Eleonora haciendo la cena. No tardes.
     Mi hombre suspira frustrado y asiente. Me encamino hacia la cocina, no sin antes mostrarle el dedo de en medio a Camila y pavonear mi trasero de un lado a otro. Me escondo detrás de un pilar ancho para escuchar lo que la idiota le dirá a mí amor, pero entonces, alguien toca mi hombro y ahogo un grito.
     —¡Ernesto! —chillo en voz baja.
     Ernesto ríe por lo bajo y cuchichea:
     —También quiero escuchar lo que van a discutir.
     Achino los ojos divertida. Ernesto es un chismoso, pero obviando su presencia, decido poner atención a lo que hablan en la puerta.
     —¿Porqué dijiste que yo había quedado en que te llamaría, Camila? —gruñe mi amor —¡Yo no quedé en nada contigo!
     —Yo... Yo creí que lo harías...
     —Mira Camila —sisea Gianluca —será mejor que te vayas porque yo no tengo nada que hablar contigo. Mi mujer me está esperando.
     —¿Tu mujer? —chilla Camila —¿Cómo que tu mujer?
     —Si, mi mujer.
     —De verdad que tú estás ciego, Gianluca —jadea Camila —No sé que demonios le ves a ese pitufo pechugón sin gracia. Es fea y además está gorda.
     Jadeo ofendida e intento caminar hacia la puerta para despelucar a esa tabla andando, pero Ernesto me detiene y musita:
     —¡Tranquila! No eres fea y tampoco desgraciada.
     —¿También crees que soy un pitufo gordo y pechugón? —chillo.
     Ernesto niega divertido y me tapa la boca, entonces escucho que mi amor gruñe:
     —¡Jamás vuelvas a ofender a mi mujer de ese manera, Camila! Ella no es fea ni desgraciada. Es la mujer más hermosa y perfecta que he visto en toda mi vida y a diferencia de ti, a ella si la amo. Tú mejor que nadie sabe que fuiste un simple reemplazo para tratar de olvidarla, pero no pude. Vete de mi casa y de mi vida, Camila. Déjame en paz que no te quiero.
     Mi amor cierra la puerta de un portazo y Ernesto se va corriendo antes de ser pillado. Yo no intento moverme, me quedo parada ahí con los brazos cruzados y desconcertada. Mi amor se sorprende al verme, pero me abraza. No le correspondo.
     —¿Que sucede mi amor? —pregunta angustiado.
     Le pongo mi carita de pato tristón.
     —¿Enserio estoy muy gorda y parezco un pitufo pechugón?
     Mi amor me ve divertido e intenta ahogar la risa, pero no puede. Suelta una ruidosa carcajada que me enfada. Él niega aún riendo, coloca sus manos en mi trasero, me lleva contra su cuerpo y dice:
     —No mi amor, no eres ningún pitufo y eres mi pechugona favorita.
     Hago un puchero.
     —No negaste que estoy gorda —chillo.
     Mi amor me besa apasionadamente.
     —No estás gorda mi amor, estás doblemente buena.
     —¡Gianluca! —vuelvo a chillar.
     Mi amor ríe divertido, me da un azote en el trasero y dice tirando de mí mano:
     —Estoy bromeando. Anda que tienes que pedirle mi mano a mis padres, gordis.
     Ahora la que le da un azote soy yo, pero me suelto de su mano y me voy como niña berrinchuda hacia la cocina en dónde Eleonora ya está colocando unos platos alrededor de la mesa.
     —¡Mi amor! —jadea mi hombre intentando abrazarme— estaba bromeando nena...
     —¿Que te hizo este sinvergüenza? —pregunta mi suegra viendo con recelo a Gianluca.
     Hago un puchero y murmuro:
     —Me dijo gorda.
     Eleonora jadea, se acerca a Gianluca y tira de su oreja con fuerza. Mi amor chilla dolorido y yo río satisfecha.
     —¡Mamá! ¡Me dolió!
     —Eso para que aprendas. ______, cielo —dice tomando una de mis manos —ignora a mí hijo. A veces es muuuuy torpe y no sabe lo que dice. Tú estás perfecta así.
     Sonrío con autosuficiencia y mi amor hace un puchero. Termino de ayudar a mi suegra a poner la mesa y Ernesto y su padre no tardan en tomar asiento. Disfrutamos de un delicioso filete de carne a la plancha con puré de papas. La charla con mis suegros es amena. Don Ercole me cuenta de la vez en qué conoció a mí padre y a mi Sebastián. Dice que mi papá es una gran persona, con un fuerte carácter, pero amable y respetuoso. Al parecer, se cayeron muy bien. Eleonora se apresura en decirme lo que todo el mundo me dice: que Sebas y yo no parecemos mellizos por la exagerada diferencia de estaturas, pero que es bastante guapo. Anda que la señora quiere con mi bello Hades.
     —Me encanta que hayas venido a visitarnos, ________ —dice Eleonora sonriendo de oreja a oreja.
     Mi amor se apresura a tomar mi mano y besarla.
     —En realidad, vinimos a darles las buenas nuevas... Mamá, papá... Mi bella y yo vamos a casarnos.
     Eleonora suelta un chillido y aplaude efusivamente. Ernesto casi que se ahoga con su bebida y mi suegro trata de calmar a Eleonora.
     —¡Oh por dios! —jadea ella —¡No lo puedo creer!
     —Así que, oficialmente, he venido a pedir la mano de su hijo —exclamo divertida.
     Ernesto suelta una carcajada y Eleonora le da un zape a mi amor en la cabeza.
     —¿Porqué me pegas?! —chilla.
     —Por zángano. Seguro tú fuiste el de la idea de pedir tu mano.
     Gianluca al igual que yo, no puede evitar reír a carcajadas. La cena continua amenamente y a las diez de la noche, la damos por finalizada. Ayudo a mi suegra a limpiar y lavar los platos, mientras mi hombre plática con su padre y Ernesto. Los observo de reojo y me encanta cómo se llevan.
     —En verdad estoy muy feliz de que tú y mi bebé vayan a casarse —dice de pronto Eleonora tomando una de mis manos —mi niño te adora mucho.
     —Y yo a él, Eleonora —admito sonriendo.
     Mi suegra asiente conmovida y noto que hace esfuerzos para no llorar.
     —Admito que me dió pesar verlo tan triste cuando regresó a casa por su ruptura, pero hablé con él y entendí que tú también sufrías y necesitabas tu espacio. No me imagino el dolor de perder a un hijo...
     —Es horrible —sollozo — aún me duele mucho pensar en mi niño... Por favor, no hablemos de él...
     Eleonora asiente y limpia mis mejillas con su mano suave. El contacto es tan cálido que me estremezco y pienso en mi mamá. Lo que daría por tenerla conmigo.
     —Tú eres lo mejor para mi hijo, por eso tienes nuestra bendición. Mi esposo te adora mucho.
     Sonrío encantada. Mi suegro siempre me ha hecho saber que le agrado mucho y al parecer, a ella también. Tras charlar con Eleonora un rato más, mi amorsito se acerca a nosotros para “arrancarme” de los brazos de su madre y llevarme hasta su cuarto. Me quito mis lindas sandalias doradas, mi vestido, el sostén y me pongo una camiseta de mí amor. Él sonríe de oreja a oreja y se recuesta en la cama.
     —Ven acá, pechugona —dice divertido.
     Me parto de risa, pero lo acompaño y me recuesto en su pecho. Mi amor no tarda en acariciar mi cabello con una mano con delicadeza. De pronto, coloca una cajita de terciopelo azul frente a mí. Parpadeo confundida y lo veo a los ojos. Mi amor sonríe apenado.
     —Es tu regalo de cumpleaños —dice acariciando mi mejilla.
     Sonrío.
     —Aún falta mucho para él, Gian.
     —Lo sé mi amor, lo sé... Pero en realidad, es el regalo que jamás te di de tu primer cumpleaños conmigo. Nunca tuve tiempo de hacerlo. Siempre ocurría algo que me lo impedía, pero los guardé.
     Abro la cajita azul y se me encoge el corazón al ver aquellos pendientes de cristal tan bonitos.
     —Están preciosos mi amor, muchas gracias.
     —De nada mi gordita hermosa. Lo mejor para tí.
     Arrugo el entrecejo y golpeo a Gianluca en el pecho.
     —Creo que empezaré a hacer dieta —siseo quitándome de encima de él y dándole la espalda.
     Gianluca ríe divertido y coloca su mano sobre mi trasero.
     —No nena, tú estás perfecta así.
     —¡Dijiste que estoy gorda! —chillo.
     Mi hombre hace que gire y lo vea a los ojos. Entonces, una pícara sonrisa se dibuja en su rostro.
     —No es cierto mi amor, sólo bromeo. Me encanta hacerte enfadar.
     —Anda tú, pues ve a enfadar y decirle gorda a tu abuela —gruño quitando sus manos de mi cuerpo — y mejor duérmete que hoy no tengo ganas de nada.
     Me doy la vuelta furiosa, me echo la sábana encima y escucho a mí amor suspirar. Sus manos no tardan en palmear mi trasero con fuerza.
     —¡Gianluca! —gruño.
     Los labios de mí amor no tardan en besuquear mi cuello repetidas veces. Inevitablemente, suelto una risita juguetona.
     —No te enojes nena —murmura con voz ronca.
     Sus manos sujetan mi cintura y me coloca boca abajo.
     —¿Que estás haciendo? —jadeo excitada al sentir cómo se coloca encima de mí y comienza a desnudarse.
     —Me estoy desnudando para hacerte el amor, mi vida —dice divertido.
     Cómo puede, se deshace de mi camiseta y mi bóxer, me coloca en cuatro y sujeta mi cabello con una mano.
     —Me encanta tenerte así y para mí. Te amo mi precioso y sabroso pastelito de chocolate, caramelo y fresas. Te amo ________.
...
     Al día siguiente, Gianluca me lleva a conocer la ciudad y debo decir que es una chulada total. Pasamos un agradable rato, hasta que la odiosa e insoportable Camila aparece ante nosotros. Intenta coquetear con mi hombre haciendo caso omiso de mi presencia y cansada de lidiar con ella, pues que me le abalanzo y la golpeo cuan una salvaje callejera. La chica me da uno que otro arañazo, pero como yo ya estoy más enojada que Gokú recién convertido en saiyajin, pues la dejo peor de lo que ella a mí, con la nariz rota y el hombro dislocado. Vaya numerito que si no es por Gianluca, seguro y la mato.
     Gian y yo pasamos alrededor de una semana en Italia con sus padres. Eleonora y yo salimos un par de veces a unas lindas tiendas para escoger mi vestido de novia, pero ninguno me convence, así que decido comprarlo en Estados unidos, pues allá es dónde viviremos y celebraremos nuestra boda por mutuo acuerdo.
     Cuando regresamos a América, festejamos nuestra fiesta de compromiso con toda nuestra familia en el restaurante de Ignazio y por fin y ponemos fecha. Nos casaremos dentro de un mes. Gaby y mi suegrita se apuntan rápidamente para organizar la boda y yo acepto encantada. Ellas se encargarán de los preparativos, pero yo ya sé dónde quiero casarme. Al día siguiente, mi amor me propone visitar algunas casas o apartamentos dónde podamos vivir después de casarnos, pero me niego en rotundo y le pido que me acompañe a un lugar. Media hora después, llegamos a un lindo barrio dónde hay muchas casas enormes y de buen ver. Gianluca me ve expectante mientras conduzco por aquella callejuela empedrada, hasta que llegamos a una verja negra. El señor encargado de cuidar el lugar, al verme aparecer, sonríe ampliamente y abre la cancela. Pronto, entramos a una hermosa y enorme casa rodeada de árboles y flores.
     —¿Qué hacemos aquí? —pregunta mi amor curioso.
     —Esta es la casa en dónde viví por muchos años con mi mamá. Es aquí dónde quiero que tú y yo vivamos.
     Gianluca me ve sorprendido, pero asiente. Tras aparcar el auto, nos bajamos de él y el encargado se apresura a saludar.
    —muy buenas tardes señorita, es un gusto que haya vuelto a su casa. La he cuidado muy bien y como usted me lo pidió, todo sigue igual e intacto.
     —Muchas gracias don José —digo abrazando al señor de 60 años —puede irse a dar una vuelta mientras mi prometido y yo recorremos el lugar.
     Don José asiente sonriendo y se va. Gianluca me codea divertido y cuchichea:
     —Que bonito se escuchó eso de "mi prometido".
     —Eres mi prometido, animal —digo riendo.
     Gian y yo nos sujetamos de las manos y entramos a la preciosa casa que tantos recuerdos me trae. Efectivamente, todo sigue como la última vez que la ví... Cada mueble, cada cuadro, cada fotografía. Mis ojos se llenan de lágrimas al ver una foto grande enmarcada sobre la pared de mí hermosa madre. La fotografía está en blanco y negro. Mi madre sonríe ampliamente hacia la cámara y eso me parte el alma. Su muerte fue tan repentina y dolorosa que me marcó de por vida. La extraño mucho... Extraño su risa, sus besos, sus abrazos y su amor incondicional.
     —¿Estás segura de querer vivir aquí mi amor? —pregunta mi Gian mientras limpia mis mejillas con sus manos —debe ser muy difícil para tí estar aquí.
     —No Gian —me apresuro a decir —si deseo vivir aquí contigo. Es una casa preciosa y es precisamente por que me recuerda a mi madre que quiero vivir aquí. Creo que seremos muy felices.
     —Es una casa muy grande y hermosa —asiente mi amor viendo al rededor —me gusta mucho.
     —Nuestros hijos serán muy felices aquí.
     —Hablando de hijos —canturrea Gianluca meloso —quiero una preciosa niña en tu próximo embarazo.
     Me parto de risa encantada.
     —¿A si? Pues yo quiero otro niño.
     Mi amorsito sonríe de oreja a oreja. Se acerca a mí peligrosamente. Me besa con intensidad y, mirando hacia la foto de mi mamá, murmura:
     —con el permiso de usted suegra, pero su hija y yo haremos un bebé ahora mismo.
     Me río a carcajadas cuando Gianluca comienza a besar mi cuello. La felicidad que siento en este momento es indescriptible. Sin embargo, el rostro de Nick atraviesa mi mente en ese instante y me pregunto, ¿que será de su vida ahora?
Maldición... ¿Porque estoy pensando en él?



Siiiiii, si, si ya sé que me tardo mil años en actualizar... Pero me da una pereza horrible escribir xd
quiero ver muchos votos suyos para motivarte y actualizar más seguido :v

~Una Vida Juntos "Por Siempre"~ (Gianluca Ginoble) TEMPORADA IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora