Capítulo 35.

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Gian.

     Un timbrazo... Dos timbrazo, tres timbrazos... Suena, sueennaaa...
     —¡Gianluca!
     —¡Eres una jodida mentirosa, Gabriela! —grito histérico y apretando mi teléfono —¿Cómo pudiste mentirme de esa manera?, ¡¿Porqué lo hiciste?!
     —Lo... Lo hice por tí— murmura con voz reducida —por tu bien...
     —¿Mi bien? ¿Sabes lo mal que he estado creyendo que _______ estaba con Nick?
     Gaby jadea ofendida ante mis palabras, comienza a explicarme sus motivos e intenta convencerme que lo hizo pensando en que era lo mejor para mí, pero oye, ¡¿Qué sabe ella que es lo mejor para mí?! Estoy que reviento en cólera. Odio con todo mi ser las mentiras y más aún cuando se tratan de algo que yo amo y que probablemente, todavía me ame a mí. Gaby y yo discutimos entre chillidos, hasta que de pronto escucho jaleo. La voz de Piero no tarda en hablar.
     —Gianluquita —saluda en tono melosón —¿Cómo tú llamando por teléfono?
     —No empieces, Piero —siseo —solo quería hablar con Gaby, pero ya que estás tú, amigo mío... ¿Podrías decirme cómo está mi pastelito? Me quedé muy preocupado por ella.
     Piero suelta una escandalosa carcajada que me hace enfadar.
     —¿Qué tal está Camilita?, ¿Sabe que estás llamando para preguntar por tu ex pastelito?
     Me pica el cuello, la cabeza, la cara. Todo me pica por el tono irónico que el idiota de Piero utiliza. Sé que lo hace por cabrearme y juro que lo está logrando cada vez más.
     —No —gruño —no sabe y no tiene porqué saber... Piero, por favor... Sólo quiero saber si ella está bien, por favor...
     Piero suspira derrotado.
     ¡Bien! Ese suspiro significa que he ganado y que va a decirme lo que tanto quiero saber.
     —Pues la bellita se encuentra bien, muy estable —Piero deja de hablar un momento y al escuchar un pitido, dice: —te acabo de mandar una foto suya, mírala por tí mismo y deduce que tan bien está.
     Sin cortar la llamada, abro la foto que Piero me ha enviado y casi que me desmayo. _______ permanece sentada en un sillón, vestida con un pijama grande. Su apariencia es desastrosa... Su rostro está demasiado pálido y bajo sus bellos ojitos apagados, unas feas manchas entre moradas y verdosas asoman. También está bastante flaca. Más de lo normal, tanto que su cara está algo esquelética. Un jadeo escapa de mi boca y sollozo.
     —Ella no está bien... No lo está... —murmuro.
     —Como te dije —insiste Piero —la bellita estuvo perdida una semana entera sin comer absolutamente nada, sin dormir, sin descansar... Por eso tiene esa apariencia tan fea, pero se encuentra estable y empieza a razonar. Justo en este momento viene su psicólogo a hablar con ella.
     Otro pitido en mi teléfono. Otra fotografía. La abro de inmediato y el corazón me aguijonea al ver al maldito Nick Donovan con mi ______ en sus piernas y dándole un beso en la frente. Sin necesidad de que pregunte algo, Piero suelta:
     —He ahí el motivo del bienestar de ella. Gracias a Nick, ______ está con nosotros sana y salva. Ahora sí están juntos. Adiós Gianluca, saluda a Camila de mi parte.
     Piero corta la llamada y yo me quedo observando la pantalla como un verdadero imbécil. Las ganas de llorar me pueden. No sé qué me duele más, saber que ________ está tan mal o que haya regresado con ese idiota. Ahora... Ahora sí es cierto... Ahora sí están juntos y no puedo hacer nada, salvo masticar y tragar. Eso por bruto.

     Dos días después, Camila sigue sin hablarme. Piensa que la he utilizado todo este tiempo para satisfacer mis necesidades carnales y reemplazar el recuerdo de mi bella, lo cuál no está del todo equivocada. Yo le dejé claro en un principio que _______ era una parte muy importante de mi vida y prometí dejarla atrás, pero simplemente no puedo. No cuando cada cosa me recuerda a ella... No cuando me martirizo viendo sus incontables fotografías que aún permanecen en mi teléfono. No cuando mi tonto hermano se la pasa escuchando música romántica que me recuerda a ella. Cada letra, cada palabra describe nuestra relación o lo que siento.
     —Era obsesionante ver su cuerpo sobre el mío, respirar el mismo aire que no llenaba este vacío sin final. Te quise olvidar, tus besos borrar, estuve con otra y me quedó la soledad. Y yo la hice mía y en ella te veía, que absurdo y que tonto pensar que con otro cuerpo te iba a olvidar... Aún no sé porqué te fuiste de mí lado, lloré tu partida como un niño abandonado... Sigo noches frías buscándote en mi cuarto y no encuentro más que un alma hecha pedazos. Mi cuerpo te grita que regreses otra vez, quiero abrigarme en tu piel y contigo amanecer de nuevo...
     Suspiro, suspiro y suspiro. No hago nada más que suspirar.
     Un mes después, lo mío con Camila volvió a la normalidad. Le pedí perdón y le prometí que no la volvería a confundir y que trataría de olvidar a ______. Sigo sin contarle que tuvimos un hijo, siento que es algo muy personal. Algo entre ella y yo... Algo que aún me duele en el alma. Hoy, como siempre, Ernesto escucha esa maldita música que ya me tiene harto y cuando esa canción que hasta ya me la sé de memoria suena, me levanto de mi cama como alma que lleva el diablo, voy a su cuarto y de un manotazo apago la radio. Ernesto me ve enojado, pero noto algo de guasa en sus ojos.
     —¿Porqué quitas mi música? —sisea.
     Me cruzo de brazos.
     —Me tienes harto con esa ridícula canción. ¿A caso no puedes escucharla sin que todos los vecinos se enteren?
     —No —suelta sonriendo el muy cabrón— me encanta escuchar música a todo volumen. Me encanta la música.
     —¿Y porqué tienes que escuchar esa maldita canción todo el tiempo? Espera, ¿Desde cuándo escuchas ese tipo de música en español?
     Ernesto cruza sus brazos y dice:
     —Tengo varias amigas latinas en el colegio, recibo clases de español y ya lo sé hablar. Mis amigas me han enseñado ese tipo de música y debo decir que es genial... ¿Tienes algún problema con esa canción?, ¿Te recuerda a alguien en especial?
     Ahora el que se cruza de brazos soy yo, pero molesto y un tanto avergonzado.
     — Claro que no.
     —¿Seguro hermano? —pregunta alzando sus cejas.
     —Seguro.
     —No sé que haces con Camila cuando a quién quieres no está aquí.
     —Ernesto... —siseo.
     —Mira Gian, no tengo nada en contra de tu nueva novia, pero me doy cuenta de cómo la ves. Tus ojos no se ponen como los de una vaca comiendo pasto cuando la ves... Recuerdo cuando conocí a _______, recuerdo la cara de idiota retrasado que ponías cada vez que la veías y la escuchabas. Ella ponía la misma cara, sólo que a ella no la concidero idiota como a tí.
     —Lo de _______ y yo ya es pasado —murmuro girandome y dándole la espalda a mi tonto hermano —ella por su lado y yo por el mío. Quiero a Camila... _______ ya no tiene espacio en mi vida.
     —¿Insinuas que ya la olvidaste y que ya no la quieres?
     Asiento sin hablar.
     Sin voltear a ver a mi hermano, escucho como se remueve en la cama y ríe con maldad. Oh esa risa...
     —Entonces no te importará que me quede con esta fotografía suya. Se ve tan bonita que me encantaría conservarla.
     Volteo a ver de inmediato y noto que Ernesto sostiene en sus manos de mapache ladrón una de MIS fotografías que tenía guardada en mi cajón de ella. ______ sonríe ampliamente a la cámara y siento que mi corazón se derrite de amor y de melancolía. Permanece sentada en una silla, vestida con su ropa de trabajo. Ese día la llevé a por un helado. A ella le encantaba tragar esas chuchadas y a mí me encantaba verla tragar.
     —Será mejor que me devuelvas eso, Ernesto Ginoble —advierto caminando hacia él.
     Ernesto sonríe con maldad, se levanta de la cama y besa la fotografía. Un jadeo sale de mi boca y me arrojo a él para quitarle MI tesoro, pero Ernesto logra escapar.
     —¡Devuelve mi foto, ladrón! —jadeo corriendo detrás de él como un loco.
     —¡Esto ya es mío! —canturrea él riendo a carcajadas.
     Al llegar a la planta baja, Ernesto frena de improviso para contestar el teléfono de casa que pita y pita.
     —¿Bueno? ¿Si? ¡¿_________?! ¡Que milagro! —jadea incrédulo —¿Gianluca? No, él se acaba de marchar con su novia, Camila.
     ¡Oh Dios mío! ¡Mi bella!
     Me arrojo hacia Ernesto y le arrebato el teléfono de inmediato, lo empujo con fuerza y jadeo:
     —¡Bella, mi amor! Te juro que no me fui con ninguna novia porque yo...
     —¿Porqué me dices bella? —gruñe la voz de un hombre mayor que identifico rápidamente como mi abuelo.
     Me atraganto.
    —¡¿Abuelito?!
    —¿Quién más? Pásame a tu madre.
     Le grito a mamá, arrojo el teléfono y corro de nuevo tras Ernesto, esta vez más furioso por la tremenda mentira que me ha dicho. ¿Porqué demonios ______ si quiera llamaría a mi casa? Para ingenuo, no hay quien me gane.
     Cuando logro atrapar a Ernesto en el patio, me arrojo a él y le arrebato la fotografía. Una risa malvada escapa de mi boca, pero poco me dura al sentir que alguien me la quita de las manos.
     —¿Se puede saber porqué están peleando ustedes como niños?
     La cara me cambia de color al ver a Camila detrás de mí con la fotografía de mi amor en sus manos y siento que me voy a desmayar cuando la gira para verla. Hoy si me mata. Ernesto me empuja de encima de él y logra quitarle la foto a Camila. ¡Bien hermano!
     —¡So, cochina! Quita tus sucios dedos de la foto del amor de mi vida.
     Camila pone los ojos en blanco y ríe a carcajadas. Ernesto no.
     —No sabía que tenías novia.
     —No es mi novia, es mi crush y es demasiado bella para que tus ojos de venado la vea, así que con permiso.
     Ernesto se va pavoneando sus caderas de un lado a otro y yo lo observo alejarse con recelo. Saco mi teléfono y le envío un mensaje.
     Más te vale que regreses mi fotografía a su lugar, ladrón.
     Ernesto no tarda en responder:
     Robaré todo tu álbum. Pídele fotos a Camila :D
     Maldigo. Ernesto va a volverme loco algún día.
     Camila me ayuda a ponerme de pie y antes de que me pregunte por la bendita foto, me la llevo de paseo al parque. Toda la tarde no hago más que pensar en Ernesto robando mis fotografías y eso me enferma. _______ es mía y no quiero que alguien más la tenga ni en fotos.
     Cuando llego a casa, escucho cuchicheos en la sala. Mamá, papá y Ernesto ven algo entretenidos. Me acerco a ellos y jadeo al ver que se trata de varias de mis fotografías.
     —¡¿Se puede saber que demonios hacen con esto?! —grito histérico y arrancando las fotos de sus tentáculos.
     Ernesto suelta una carcajada.
     —Para haber superado a _______, es muy extraño que aún conserves esas fotos, hermanito.
     —Voy a quemarlas —chillo —algún día lo haré.
     —¡Ay mi amor! —se lamenta mi madre —si están muy bonitas.
     Mi padre asiente sonriendo y Ernesto me ve burlón. De pronto, el teléfono pita y Ernesto contesta la llamada.
     —Casa de los Ginoble, si... Dios... No lo puedo creer... ¡¿_______?! —jadea incrédulo.
     Pongo los ojos en blanco. Esta vez no voy a caer en tus sucios juegos, Ernesto.
     —Si, si —dice alegremente —¿Cómo estás, bonita? Qué bueno... Oh, yo muy bien, gracias por preguntar. Claro, con mucho gusto te lo paso.
     Ernesto le entrega el teléfono a mi padre con una enorme sonrisa y éste lo coge un tanto desconcertado. Ay papá, seguro es mi abuelo de nuevo y éste sin vergüenza me quiere tomar el pelo.
     —¿Hola? —saluda mi papá serio —¡_______, hija! —dice sonriendo emocionado y yo me tengo que sujetar del mueble para no caer al suelo al darme cuenta que en verdad es ella.
     Me mareo, me tenso, las manos me sudan y tiemblan. Quiero llorar de la emoción. Dios, si es ella, ¡Mi bella!
     —Si, por supuesto que sí hija —dice mi padre y yo lo veo embobado. Mi papá ríe encantado —pues muchas gracias por la confianza, pásale mi contacto para quedar. Claro hija, con mucho gusto. Si, si... Si... Supe que te encontrabas mal de salud, que te mejores hija. Nos vemos.
     Mi papá corta la llamada con una enorme sonrisa y voltea a ver a mi madre.
     —Cariño, _______ te envía saludos.
     Mi mamá sonríe ampliamente.
     —Ay pero que linda chica.
     —¿Qué hay de mí? —pregunto sorprendido.
     Mi papá me ve apenado y no contesta nada. Su teléfono suena y se aleja para contestar la llamada. Yo me desmorono en el sofá y siento que quiero llorar de la rabia. Seguramente no me preguntó por mi...
     —Si era ella esta vez —cuchichea Ernesto haciendo un puchero.
     Le ajusto un golpe en la cabeza, le quito mis fotos y me voy a encerrar a mi cuarto sumamente furioso y decepcionado. ¿_______ ya me olvidó?
     Al día siguiente, me levanto de un humor de perros. Todo me molesta. Me voy a la universidad sin desayunar y el día transcurre demasiado lento. Invito a Camila a cenar con mis padres y esta acepta encantada. Dice que entre más tiempo pase con ellos, más pronto la aceptarán como mi novia. Al llegar a casa a eso de las seis de la tarde, cuando entro, me quedo idiotizado al ver a dos sujetos vestidos de negro sentados en el sofá, hablando amenamente con mi padre. Sus miradas verdosas se posan rápidamente en mí y siento que me voy a desmayar.
     Mi padre se pone de pie y sonríe.
     —Supongo que ya conocen a mi muchacho. Mi hijo mayor.
     El señor Noyer me ve de pies a cabeza y asiente. Su mirada se oscurece cuando me ve sujetar la mano de Camila.
     —¿Ella es tu novia? —pregunta Sebastián alzando una ceja.
     —Si —responde Camila —soy Camila Soriano, mucho gusto.
     Sebastián y su padre se voltean a ver sorprendidos.
     —Sebastián Noyer —murmura Sebas poniéndose de pie y estrechando la mano de Cami. —y él es mi padre, Daniel Noyer.
     Mi ex suegro también estrecha la mano de Camila, pero noto su gesto incómodo. Quizá no sabía que su hija y yo ya no teníamos nada...
     —¿Y... Y que los trae por acá? —pregunto nervioso.
     —Tenemos un pequeño problema legal con una de mis empresas aquí en Italia y mi princesa, _______ me recomendó a tu padre para llevar mi caso.
     Camila me voltea a ver y noto como su mirada se endurece al entender que aquél hombre es el padre del amor de mi vida. Maldición, ¿Porqué demonios pregunté?
     —Oh... Qué... Qué bueno, señor Noyer —tartamudeo.
     —Su hija es una chica encantadora —dice de pronto mi padre —muy simpática y entusiasta, sin mencionar lo bella que es.
     —Es mi hermana melliza —dice Sebastián con orgullo —mi pitufito es la más preciosa de todo el mundo y no lo digo porque sea mi hermana, es porque es cierto, ¿Verdad, Gianluca?
     Todos me voltean a ver. Camila aprieta sus dientes y se va hecha una furia. Maldigo, pero corro detrás de ella. La alcanzo en el jardín. Un sollozo sale de su boca y yo la abrazo.
     —Bella... Cami, lamento tanto esto, pero no es mi culpa. Ni siquiera sabía que ellos vendrían a mi casa.
     —Tu papá aún no me quiere contigo Gian... La prefiere a ella.
     —Y yo te prefiero a ti... No estés triste corazón...
     Beso a Camila con suavidad y siento que me estoy pasando de cabrón con ella, porque en realidad prefiero a mi bella...
     —¿En serio? —murmura
     —En serio —asiento.
     Camila y yo nos besamos por un largo tiempo, hasta que decide irse a casa. Cuando yo regreso a la mía, en la entrada me encuentro a Sebastián fumando con tranquilidad. Su oscura mirada me taladra.
     —Tenía que empezar una nueva vida sin ella —admito alzando mis manos —ella ya no me ama, ya no me quiere a su lado y ante eso, nada puedo hacer.
     Sebastián sonríe con frialdad.
     —Dudo mucho que _______ no te ame... Pero tienes razón, tenías que empezar una nueva vida tal como ella lo está haciendo ahora. Por un momento pensé que tú eras lo mejor para ella, pero me doy cuenta que Donovan le hace mucho bien.
     —¿Donovan? —siseo enojado.
     Sebastián asiente.
     —Ese chico se ganó mi respeto y el de mi padre por todo lo que hizo y hace por mi pitufito. Mi padre lo conoció hace unas semanas y dijo aprobarlo. Ha ayudado mucho a mi hermana en su recuperación.
     Sebastián se da la vuelta y se marcha, dejándome a mí como un verdadero imbécil. Siento unas terribles ganas de golpear algo con toda mi fuerza. Los celos me inundan. ¡Maldito seas Nick Donovan!. Pateo la llanta de una camioneta negra y está comienza a pitar. Un sujeto sale de su interior, me ve y sonríe.
     —¿Quieres que te dé otra descarga? —pregunta divertido y alzando una pistola eléctrica.
     Lo identifico como el guardaespaldas de mi suegro, el que una vez me atacó con esa mierda.
     —Que gracioso —gruño y me voy a encerrar a mi cuarto.
     Esa noche, _______ aparece en mis sueños. Un precioso sueño en dónde estamos juntos, besándonos y abrazándonos. Desde esa noche, no dejo de pensarla y de soñarla. Es como si ella me estuviera llamando con la mente, una desesperación por verla me poseen. Una desesperación acompañada de melancolía. ¿Será que también me extraña como yo a ella?, ¿Será que querrá verme?.
     Una tarde, estoy viendo entretenido las incontables fotografías de ella y yo juntos que tengo en mi tablet. Sonrío como idiota, pero también lloro. Éramos tan felices sin darnos cuenta, aún peleando todo el jodido tiempo éramos felices. Nuestras reconciliaciones eran una maravilla completa. Siempre terminabamos en la cama, haciendo el amor como animales salvajes... Nunca pensé que amaría tanto el sexo con una sola mujer. Tengo sexo con Cami a menudo, pero... No es lo mismo. No siento esa magia que siento con mi ________. No son sus ojos coquetos los que me ven con lujuria. La mirada de Cami es tan distinta a la de mi bella... La suya es tan inocente, la de _______ es erótica, retadora, fría y muy tierna a la vez. Es complicado, pero tiene una mezcla de todo ello. Una musiquita me distrae de mis pensamientos. Maldigo. Ernesto y su música romántica... Pero presto atención a la letra.
     Mil y una historias me he inventado, para estar aquí, aquí a tu lado y no te das cuenta qué yo no encuentro ya que hacer... Sé que piensas que no he sido sincero, sé que piensas que ya no tengo remedio, pero quién me iba a decir que sin tí no sé vivir y ahora que no estás aquí, me doy cuenta cuánta falta me haces... Si te he fallado te pido perdón de la única forma que sé, abriendo las puertas de mi corazón para cuando decidas volver, porque nunca habrá nadie que pueda llenar el vacío que dejaste en mí, has cambiado mi vida, me has hecho crecer y es que no soy el mismo de ayer. Un día es un siglo sin tí...
     Las carnes se me abren, esa maldita canción me toca la fibra, mi parte blanda y es que en verdad, ______ me hace tanta falta... Nunca nadie llenará ese vacío que ha dejado en mí... Nunca amaré a nadie como a ella. Ernesto continúa poniendo canción, tras canción de ese mismo sujeto y yo las sigo escuchando entre lágrimas. Cada una me recuerda a ella...
     Lo dejaría todo porque te quedaras, mi credo, mi pasado y mi religión. Después de todo estás rompiendo nuestros lazos y dejas en pedazos este corazón. Mi piel también la dejaría, mi nombre, mi fuerza, hasta mi propia vida. ¿Y que más da perder? Si te llevaste toda mi fe...
     ¡Maldita canción! De verdad yo dejaría todo porque ella se quedara conmigo... Lo daría todo por estar con ella una vez más...
     La puerta de mi cuarto se abre de repente y aparece Camila. Su sonrisa se apaga al verme como una Magdalena.
     —¿Estás bien mi amor? — pregunta acercándose a mi.
     Incapaz de mentir, niego, pero no le explico el motivo de mi llanto. Ella envuelve sus brazos al rededor de mí y me abraza con fuerza. Su abrazo no me reconforta en lo absoluto, no quiero su abrazo... Quiero el de _______. No quiero a Camila, no... No...
     —¿Quieres contarme? —murmura acariciando mi mejilla.
     La veo a los ojos y pienso si en realidad quiero decirle todo lo que me está matando por dentro. No sé si quiero seguir a su lado... De pronto, una más que conocida melodía comienza a sonar. Un jadeo escapa de mi boca y comienzo a llorar al identificar aquella hermosa, hermosa canción que ______ y yo adoptamos como nuestra. Aquella canción con la cual le pedí que fuera mi novia... Ya nada me consuela, si no estás tú también... Más allá de tus labios, del sol y las estrellas... Contigo en la distancia, amada mía estoy... Es verdad, puede haber millones y millones de kilómetros que nos separan, pero mi alma y mi corazón se quedaron con ella.
     —Camila... —murmuro sujetando sus manos —te juro, te lo juro que he tratado a toda costa de olvidar a ______, pero no puedo hacerlo... No cuando hay tantas cosas que me recuerdan y me unen a ella.
     Camila se aleja unos centímetros de mí, con su cara enrojecida y entiendo que ha llegado el momento de hablar con la verdad.
     —_______ y yo tuvimos una gran historia que me dejó marcado de por vida. Nunca me había enamorado de alguien como lo estoy de ella. Ella fue, es y será mi más grande amor y obsesión. No puedo evitar amarla, es como negarme a mí mismo respirar.
     —¿Qué... Qué quieres decir con eso? —pregunta asustada.
     Yo sonrío avergonzado.
     —Perdóname, Camila. Tú te mereces a alguien mejor que yo, alguien que no esté roto y alguien que tenga ojos y corazón sólo para ti... Yo no te puedo amar como te lo mereces porque ya amo a alguien más. Creo que lo mejor para los dos es que terminemos esta relación. No quiero seguirte lastimando.
     Camila parpadea repetidas veces. Sus ojos se llenan de lágrimas.
     —¿Porqué no puedes amarme a mí?
     —Porque no eres _______.
     Camila asiente y se va corriendo hecha un mar de lágrimas. Mi madre no tarda en aparecer en mi cuarto y al ver mi cara, se apresura a abrazarme. Recuesto mi cabeza en sus piernas y ella acaricia mi cabello lentamente.
     —Camila iba llorando cuán una niña pequeña —dice mi mamá en voz baja.
     Asiento.
    —Terminé con ella. No quería seguirla engañando. No la amo... No a ella...
     —Aún amas a ______, ¿Verdad? —pregunta mi madre sonriendo.
    —La sigo amando más que a mí vida, mamá... La extraño tanto que siento que me moriré de tristeza sin ella.
     —Pues ve y recupera a tu amada, mi niño. Estoy segura que ella está esperando por tí. Lucha por lo que quieres mi amor, no te rindas. No lo hagas.
     Mi mamá me abraza con fuerza y de pronto, mi mente se aclara. Sé lo que tengo que hacer... Tengo que recuperar al amor de mi vida, tengo que intentarlo. Aunque ella esté con otro. Eso no será un impedimento para mí.

~Una Vida Juntos "Por Siempre"~ (Gianluca Ginoble) TEMPORADA IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora