Capítulo 11. Todo

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ALEXIA

—¡Tonto Aiden! ¡Maldito! ¡Estúpido!

Golpeo la bolsa de box con mucha más fuerza.

>>!Tonto!

No me gusta que me roben besos.

Odio que me roben un beso.

Y él lo ha hecho, ¡dos veces!

El sudor resbala por mi frente, estoy jadeando cuando termino de entrenar. Agarro mi mochila y camino a las duchas. Elijo un par de vaqueros oscuros y camisa negra, dejo mi ropa encima de las bancas y me ducho.

El jabón lava mi cuerpo, el olor de mora sobresale. Enjuago mi cabello, mis dedos despacio friegan cada lugar que el sudor invadió.

—¡Qué bien huele, becada!

¡No!

¡No!

—¿Qué...qué...haces aquí? – tartamudeo.

—Vine a verte. A ver... — empuja la puerta y chillo. Dios, estás puertas son de vidrio con algunas figuras dibujadas en él, que tapan lo justo.

—Aiden, vete ya.

—No, solo quiero ver un poco.

—¡Fuera de aquí! – grito. Su risa se escucha y cubro mi cuerpo. El empuja mucho más la puerta y mis nervios se ponen a mil.

—Bien, me iré... o no.

Escucho sus pasos alejarse, pero el miedo sigue, sin importarme enjuagarme totalmente salgo de ahí, claro que mi respiración se acelera al saber que él puede estar ahí afuera. Sigilosa me coloco mi toalla y busco mi ropa. Corro hacia mi vestidor pero me topo con la puerta que conecta a ellos, cerrada.

—¡Maldito!

—Es mejor que te apresures, Alexia. Entraré en menos de 5 minutos.

—Te golpearé si lo haces.

—Relájate, becada. No hay nada que no haya visto ya.

—Pues... pues. ¡Púdrete!

Su estúpida risa se escucha, mi furia crece mucho más. A tiempo maratón me coloco mi ropa y salgo corriendo. Lo menos que quiero es verle.

Corro por el pasillo, pero sus brazos me detienen.

—¿Dónde crees y vas?

—¡Suéltame! – grito, mi mano se levanta para golpear su rostro, pero sus dedos me detienen. Su boca me besa y trato de retroceder, su mano acaricia mi cabello.

—¿Cuándo entenderás esto, eh?

Mis ojos lo miran y jadeo.

MÍA

—¿Todo bien? – pregunta Adrián. Dejo de mirar a la nada y asiento.

—¿Por qué estamos aquí? Me has traído a este lugar y no es una ocasión especial.

—Porque te amo. Mereces lo mejor.

—Tú... no estás la mayor parte del tiempo.

—Mía, ya lo hablamos. Solo serán unos meses más, luego nos casaremos y...

—Será así siempre.

Él me mira y deja su tasa de café.

—¿Qué dices, Mía? Debo hacerlo para darte la vida que te mereces.

—Pero yo te necesito a ti, a mí lado. No el hecho de solo vernos dos veces al mes.

—Esto es de siempre, no sé porque el problema.

—Porque no me gusta, Adrián. Esto no me gusta. – Lo miro—. Ya no me gusta más.

Los dos nos miramos, los 5 segundos más incómodos de mi vida.

—¿Qué?

—No quiero estar así. Yo te... — ¡No puedo decirlo! No puede decirle que lo amo—. No quiero ser esa mujer, papá siempre supo lo difícil de su negocio, por eso siempre confió en otros para guiar a sus empresas, para él su familia era lo más importante.

—Estás siendo egoísta, Mía. Me estás haciendo elegir.

—Ese es otro problema. Nunca deberías elegir entre la mujer que amas y tu trabajo.

—Solo quiero lo mejor para ti, para los dos.

—Yo también. Lo lamento – exclamo, me levanto despacio y agarra su mano—. Fue bonito mientras duró. Yo invito. – Dejo mi billete en la mesa y camino a toda prisa. Los pies de Ardían me siguen.

—Mía espera por favor, dame unos minutos.

Su mano agarra la mía, nuestros ojos se conectan.

>>No sabría cómo vivir sin ti. Seré ese hombre, por favor.

—No quiero y esto...

—Te amo. Lo haré. Lo prometo.

Mis ojos sollozan, es una parte es todo lo que quería. Sus labios conectan con los míos y me besa. Lo abrazo demasiado, lloro en su pecho, pero él me sostenía.

Debía olvidar a Maximiliano.

ADAM

—¿Y bien? ¿Cómo lo hice? ¿Te gustó?

Mi boca se cierra luego del espectáculo tan increíble que me ha dado, y solo fue para mí. Avril sostiene su cabello perfectamente peinado, sé que está nerviosa, pero vamos, esa chica es increíble.

Subo al escenario y la levanto entre mis brazos, su bella risa se escucha cerca de mi oído y no puedo evitar reír también.

—Lo has hecho increíble. Si ellos no te dan ese papel deben estar muy tontos.

—Tengo miedo.

—Llevas practicando ballet desde que eras una niña pequeña, deben ver que eres excelente haciendo lo que amas.

—Adam si no fuera por ti no me hubiera animado. Muchas gracias. Llevo 2 semanas practicando y toda una vida perfeccionando mi técnica, si logro esto será por ti. Te dedicaré este baile.

Beso su pequeña nariz.

—Para mí sería un honor. Un verdadero honor, estaré en primera fila y me pondré de pie mientras todos me aplauden.

—Oye, tienes un ego enorme – ríe.

—Sí, es verdad. Ahora vamos a que me invites unos tacos, lo merezco.

—Está bien, pero yo elijo el lugar.

—No me opongo.

TRES HISTORIASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora