Capítulo 5. Ellas

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AIDEN

Mastico el pedazo de pizza mientras Adam parece un loco maniobrando su control de juegos.

—¿Hablaste con Mamá?

—Quiere que estemos este fin de semana en casa. No pude decirle que no, ¿Cómo es que puede hacer eso? ¡Nunca puedo decir No!

—Mamá tiene técnicas muy persuasivas, apuesto a que se le quebró la voz cuando dijiste que no podías.

—No puedo creer que a nuestra edad ella siga haciéndonos eso.

—Pasarán los años, hermano y nuestra bella madre siempre sabrá cómo controlarnos.

—Supongo que ella será la única mujer que haga eso conmigo.

—¿Estás seguro? —cuestiona él.

—Ya no molestes, Adam. Sabes que sí.

—Uy. —Se mueve y pone pause—. Hola, Alexia. Sí, caro que sí, te espero ahí.

¿Qué mierda?

—¿Por qué te llama la becada?

Mi hermano me mira, ríe mientras se pone de pie y agarra su chaqueta.

—Es un secreto.

—No me conformo con eso —demando, me pongo también de pie y camino a su lado—. Iré contigo, no dejaré que una caza fortunas te haga daño—

—Alexia no es así.

—¿Cómo lo sabes? Las mujeres solo saben mentir, Adam. Date cuenta ahora, te cuidaré ya que eres el menor.

—Por unos minutos, no exageres, Aiden.

—No exagero, esa chica no me agrada.

—Yo creo que te agrada más de lo que debe y eso te aterra.

—Suficiente. Camina, ¿Dónde está ella?

Mi gemelo solo ríe, se coloca uno de esos gorros de lana que tanto usa, caminamos a la biblioteca. Las miradas de varias mujeres no tardan en venir hacia nosotros, una risa sarcástica sale de mí.

—Ahí está.

El pelo rojo rebota mientras ella corre, su piel pálida luce más clara aún, parece que ella se ha dado una ducha, no lleva nada de maquillaje, de esa manera unas pecas sobresalen.

—Adam.

—Becada.

—Aiden. Basta.

—Pensé que vendrías solo.

—Es un trabajo en grupo.

Lo miro. ¡Me ha engañado! ¿Cómo pudo hacerme eso? ¡A su propio hermano!

—Bueno, vamos. Este día necesito estar temprano en casa.

—¿Un botadero de basura? ¿Las afueras de la cuidad? ¿Un remolqué? Responde, becada.

—Solo cállate. Le dije a tu hermano que sería mejor hacer el trabajo los dos, dudo mucho y tú aportes mucho en este grupo.

Mi rostro se frunce.

—Aiden. No. Basta —regaña mi gemelo al verme furioso.

Ella gira su cuerpo, vaya tiene un culo redondo y pequeño, eso me agrada.

—Bonitas piernas —molesto.

—No necesito saberlo, Aiden. Guárdate ese comentario.

La sigo, yo de espaldas a ella.

TRES HISTORIASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora