【II】

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No dejaba de divagar ante la inmensa ciudad, no conocía Madrid, tan solo algunas referencias de algunas parientes que se habían dado el libre andar, que ahora solo vivían encerradas en sus casas con una taza de café y cientos de historias que cont...

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No dejaba de divagar ante la inmensa ciudad, no conocía Madrid, tan solo algunas referencias de algunas parientes que se habían dado el libre andar, que ahora solo vivían encerradas en sus casas con una taza de café y cientos de historias que contar, me limité a ir directo a la casa de mi tía, aunque era pequeña, sería un buen lugar hasta que lograra instalarme.

Mientras recorría la estación, podía percatarme de las miradas de las demás personas, eran frívolas, algunas de asombro, otras lejanas.

Tenía que conseguir transporte lo más rápido posible-me repetía en mis pensamientos.

El tiempo parecía correr, como si fuera conjunto con la ciudad, la gente muy pocas veces era cortés, los edificios con una apariencia del barroquismo, rudimentaria, otras tan simples que eran las más comunes al alrededor.

El transporte no tardó en llegar, subí apresurara, porque la noche caería pronto, recuerdo que me contaban que, de noche, la ciudad daba inicio a los más bajos deseos humanos, llenos de una vida bohemia, algo que quería evitar.

Mi dominio base del castellano fue mucho de ayuda para, al menos por ahora, aquella lengua vernácula de España, se me fue impuesta por parte de mis tíos, sin afectar mi idioma materno.

Llegué a las afueras de la casa, era de estilo gótico, aunque pequeña, recuerdo que adentro es todo lo contrario, las ventanas estaban un poco empolvadas, me percate de una leve sombra que se acentuaba cada vez más.

Era mi prima Rosé, con aquel cabello castaño, y ese semblante siempre feliz.

Se acercó lentamente y con un rotundo abrazo, me invitó a pasar, agarrando mi mano, sus manos me trasmitían una agradable calidez, pues el frío me habría estado rodeando toda la tarde.

Mi tía me recibió con los brazos abiertos al percatarse de mi llegada, me ofreció sentarme en la silla, de una madera tersa, mientras espera la taza de café. Mi prima, no tardó en preguntarme sobre la razón de mi llegada, cómo se encontraba París, debido a que hace años que ella no iba de visita.

Sostenía la taza de café entre mis manos, mientras con ligeros suspiros, despejaba el vapor que se producía, mientras observaba como las horas pasaban en aquel reloj añejo, de cual cada cierta hora sale un pajarito de madera y tuercas.

Entonces empecé a recordar, cuando salía a las afueras de mi casa a un parque no muy a lo lejos de ella, me paraba bajo un árbol al cuál, en algunos momentos sentía que me hablaba, ¡Ven! ¡Duerme!, y me acostaba a un lado de él, luego mi madre de cabello castaños y una mirada dulce, me daba su mano y me cargaba entre sus brazos hasta llegar a casa, en donde mi padre nos recibía con una taza de té y una historia que contar.

Aquellos momentos fueron hermosos, momentos que no volverían.

...

Llegó el siguiente día, como nunca el sol se apareció entre aquel cielo color arsénico, creando en mi el impulso de salir, como si algo me llamará a lo lejos.

Decidida completamente, me despedí de mi prima y tía, prometiendo volver a las 1600 horas, para almorzar, algo que tenía muy claro en mi mente era que no podía confiar en nadie.

Pase por algunas calles, de nombres de personajes de libros de historia, de aquellos que el polvo acompañaba en la biblioteca que fue de mi papá, a veces recordar ello me sacaba una cálida sonrisa, que era aplacada por una mirada caída.

Llegué a una catedral de aspecto gótico, con una muy impresionante altura que termina en una cruz en la cúspide. No muy lejos de ahí, había una banca, en ella un periódico del día anterior, me percaté de la chica a mí derecha, de semblante cabizbajo, me limité solo a observarla.

Cómo una chica tan hermosa podría estar tan triste, me preguntaba.

Sentía el querer tomarle de mano y apoyarla entre mi pecho, pero ello era un completa sandez, sentí que su mirada se dirigía hacia mí, entonces nuestras miradas se cruzaron.

- Soy Jennie.

Cuando me habló, sentí un nervio enorme, era alguien a quien recién conocía, no responderle sería una falta de respeto y el responderle un riesgo, entonces decidí tomar la palabra.

- Soy Jisoo, mucho gusto.

Me sonrió, mientras lentamente pasaba su delicada mano por sus párpados, no podía alejar mi mirada de sus labios color carmesí, aquel pensamiento era pecaminoso, pero de alguna forma me hacía sentir bien.

- ¿Tienes novia, Jennie?

La pregunta fue tan peculiar y a la vez emitida con tal seguridad, que no sabía que responder, ello era considerado un tema que no se podía hbalar, acaso se habría percatado de mi fijación, habla leído mis pensamientos, sentía como la lengua se me enredaba y como empezaba a sudar, rápidamente solté una palabra mal articulada.

- ¿Perdón? - dijo Jennie.

- No...- dije tímidamente

Soltó una leve risa, y me volvió a mirar.

- ¿Quieres acompañarme hoy en la noche? - pregunto

Aquella interrogante fue demasiado directa, pero sentía de alguna forma que su delicada voz, me daba confianza, me seducía, por lo que confirme mi aceptación con mi cabeza, porque no tenía más que solo pensamientos, de lo que estaba dispuesta a hacer.

- Entonces te espero hoy, déjame acompañarte a dónde resides, para poder saber dónde buscarte, ¿Sí? - dijo con una voz tan dulce.

- Sí, por supuesto que sí- dije sin pensarlo.

Me agarró de la mano, centrando su mirada hacía mí, cada momento que le devolvía la mirada, me recibía con una sonrisa de complicidad, seguimos todo el camino de regreso a la casa de mi tía, sin reparar en hablar de nosotras, sentía algo que antes no habría podido sentir, ni podría saber explicar.

Llegamos a la casa de mi tía, justo a las 1600 horas, se despidió de mí, con un beso en la mejilla y acercó lentamente su labio carnoso deslizándolo por mi oído, diciendo entre susurros.

- Volveré, a las 2000 horas, espérame- soltando una sonrisa disimulada.

Al voltear veo a mi prima detrás mío, con una cara de sorpresa, me invita a pasar, pensaba que me recriminaría, pero en vez de ello, me agarra de las manos, pidiendo que le cuente todo lo que habría pasado en aquellas cortas horas.

La curiosidad humana, es siempre tan fascinante, aunque a veces fatal.

Solopodría esperar la noche, una nueva amistad podría darse paso, o quién sabe algo más, no osbtante las palabras de mi madre "No has de confiar en nadie" no dejaba de dicerme que no fuera, quizas iba a cometer el peor error de mi vida, o el mayor acierto. Al final el destino es un azar.

Mortal Poison (Jensoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora