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«¡Es una creída!»
Llevaba la mirada posada en la puerta, esperando a que pase por ella de un momento a otro para decirme quién sabe qué cosa que de seguro no me agradará.
Tenía la cabeza hecha un lío y el pene como una piedra. Otra vez. Jodidamente, no podría sacarme de la cabeza sus pezones erectos de anoche y ese trasero que se merecía mil nalgadas antes de follarlo hasta que me supliqué piedad. No importaba cuántas veces me había masturbado en la noche anterior, aquello parecía no bajar nunca. La deseaba en mi cama, sobre el escritorio, aplastada contra la ventana, en el puto suelo o sobre mí, montándome. La deseaba por su atrevimiento y por su boca tan sucia.
Sabía que si iba a follarla una vez la decepción aparecerá y toda esa absurda excitación se me bajará. El problema era que también la odiaba. Y ella me odiaba a mí. De verdad que lo hacía y no se molestaba en mostrármelo con cada oportunidad que tenía. En mis treinta años no había conocido a nadie que me sacara del quicio como la hacía esa mujer con zapatos feos y pasos elegantes iguales a un dinosaurio. Quería follarla. Incluso con esos zapatos horribles.
Si esto no era suficiente. Aisha también había pasado por mi despacho en esa mañana. Tanto ella como mi madre se habían aferrado a una puta idea y ahora insistían hasta cuando me harán ceder. No es como si tenía alternativas, pero aún sí, empezaban a joderme más de lo habitual.
—Muy linda la nueva señorita— habló Emir, mi amigo y socio. —Milla... También tiene un nombre bonito.
—Es de lo más grotesco.— le dije fingiendo indiferencia.
Por más que la deseaba debajo o encima de mí, no podría hacerlo. Era mi asistente personal número dos. No podría involucrarme con ella. Y si yo no podía, tampoco mis amigos. No quería ver dramas en mi empresa, así que a ella le tocará mantenerse los pies cerrados y a él la polla en el pantalón.
—A mí me pareció muy linda y diferente.— replicó algo molesto por mi actitud.
—Si por diferente te refieres a su estilo sin clase y vocabulario de camionero, entonces sí, es diferente.—seguí diciéndole.
—Y la morena con piernas largas que te la tiras diariamente, ¿es lo que te gusta?— soltó una carcajada.
—Es mi asistente personal número uno— me reí. — Nadie la obliga.
—Iker— se mordió el labio inferior algo incómodo—¿Te la follaste?— preguntó y fruncí el ceño. —A Milla— me aclaró.
«Aún no.Espero que no trabaje más en esta empresa»
—No es mi tipo.
—Bien— respiró aliviando—Intentaré yo con ella. La invitaré a cenar.
«¿Qué? ¡Si yo no me la puedo follarla, tú tampoco!»
—Por mí no hay problema. Que lo disfrutes— dije mientras abrí un botón de mi camisa. Una falta de aire se apoderó de mí.
—Pensé que ibas a reaccionar diferentes pero ya veo que no, y la verdad me alegra tu madurez.— sonrió Emir. —Conociéndote, sé que no te gusta mezclar las cosas.
—Por ti haré una excepción, aunque...— me detuve cuando la vi pasar por el pasillo que había enfrente de mi oficina, caminando hacia la contabilidad mientras leía unos papeles. —Ok, tengo que decírtelo.— me acomodé en el sillón.
Mi amigo frunció el ceño mientras le indiqué que se acercase. Se inclinó sobre mi escritorio y hice lo mismo.
—Tiene herpes— asentí con la cabeza, aguantándome las carcajadas que querían salir.
—No lo sé, parece tan sana y llena de vida.
—Te lo digo yo, ¿por qué te mentiría?— Hice una pausa mientras él asintió con la cabeza. —Ayer se sintió muy mal, mira...¡señorita Flow!— la llamé viéndola regresar. —Venga un momento, por favor.
—A sus órdenes, señor Sinclair— habló de mala gana, quedándose en la puerta.
—¿Hoy se encuentra mejor?— cuestioné y ella me miró como a un tarado—Lo digo por lo de anoche. Sudaba mucho y tenía fiebre.
—Mucho mejor— contestó entre dientes.
—¿Fue a checar a un doctor?
—No necesito un doctor, sé muy bien lo que me pasó anoche.
—Evidentemente, lo sabe.— sonreí. —Bueno, puede regresar a su trabajo.
—Con su permiso— me miró dudosa.
En cuanto la señorita "trasero que pide unas nalgadas" salió de mi oficina me dirigí hacia mi amigo.
—¿Te queda alguna duda?
Hemos seguido hablando de esto durante varios minutos hasta que decidí cambiar el tema. Emir estaba convencido de mis palabras, así que no necesitaba esforzarme más.
El resto del día me lo pasé entre papeles, organizando hasta los mínimos detalles de la conferencia que iba a tener con unos italianos dentro de una semana. Estaba estresado. Necesitaba que ellos invirtieran más en el capital de la empresa o no podría seguir adelante con la próxima colección que ya la tenía diseñada.
—Señor Sinclair— escuché la suave y cansada voz de mi asistente personal número dos. —Si no se le ofrece nada más, me gustaría...
«Necesito que dejes de ser una tentación»
—Siéntase— le ordené indicándole la silla y ella suspiró. Seguramente maldecía por sus adentros. —¿Qué sabe de mi nuevo traje?
—Llegará mañana.
—Bien— me acomodé en el sillón—¿Preparaste los papeles para la junta de mañana?
—Sí.
—Que no se le olvida ningún detalle. El café se servirá a las ocho y diez minutos y la comida a las nueve en punto.
—Asunto arreglado.— contestó orgullosa.
—Bien—la miré a los ojos y ella actuó igual mientras mostraba una postura encordada. —,en este caso puede retirarse. La veré mañana.
—¡Buenas noches, señor Sinclair!
Parpadeé.
Ningún empleado en su vida me había deseado algo bueno, para no contar que ninguno se atrevió a decirme algo fuera del campo laboral, y ella me miró a los ojos y me deseó buenas noches.
—Milla— me levanté de la silla quedándome de pies cuando ella se giró hacia mí un tanto confundida por la forma en cuál la había llamado—Buenas noches a ti también— le sonreí inseguro.
Me dedicó una sincera sonrisa elegante e inclinó unos centímetros su cabeza hacia un lado, dándole un aire dulce en señal de gracias. Luego salío de mi oficina. Eso sí, conservando la forma tan poco femenina en la que caminaba.
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Te conozco x los zapatos ©®
Romance| C O M P L E T A | ✔️ COMEDIA ROMÁNTICA [+18] «Un par de zapatos pueden cambiar tu vida, sino pregúntale a cenicienta» Ella prefiere el café americano y él el café italiano corto. Ella escoge beber tequila en un bar mientras que él disfru...