Capítulo 19. Lárgate

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Tengo los nervios destrozados y lo peor de todo es que estoy consciente de la causa, maldita sea, creo que me va a dar algo. Había suplicado por un momento a solas con él, pero ahora que mi deseo había sido cumplido, me doy cuenta de lo poco control que tengo sobre mí misma en su presencia. Aun así, me puse firme.

Mi jefe seguía en la misma posición. Su aspecto no era igual de alistado y fresco como hace un par de horas. Su camisa sacada del pantalón le daba un toque un tanto rebelde y cansado, sus manos en el bolsillo apretaban el pantalón sacándole en evidencia el trasero y lo hacía verse muy casual, y su cabello, ese sí que era un desastre igual de caótico como los latidos de mi corazón. De un momento a otro mi vestido pareció un corsé que me asfixiaba.

Él no dice nada.

Yo tampoco.

El silencio se vuelve agotador y me acuerdo de la plática que tuve con su hermana y me muero de vergüenza al instante sin saber si ella le había contado algo. Estoy poniendo por adelante el mal, pensando en cualquier explicación mentirosa que podría decirle. De ninguna manera iba a aceptar que...me gustaba.

Se giró con lentitud y con rápido perdí todos mis pensamientos. Mis reflexiones se esfuman una vez con su mirada. Me siento chiquita, pero alzo la cabeza para enfrentar sus ojos de un azul helado y al mismo tiempo quemador. Sé que no puedo adivinar lo que siento. Solo se quedará con lo que quiero mostrarle.

Mantiene el silencio y no sé a qué espérame...

Dio un paso hacia mí y en mi interior la guerra empezó. La boca se me secó , el aire se me cortó y el estómago se me apretó. No estaba dispuesta a estudiar sus gestos, sino que me fijé en mí. Necesitaba entender qué parte de él me ponía así y por qué estaba actuando así. Me apresuré a ponerme la etiqueta de enamorada, pero con la misma velocidad la alejé de mi mente. Esto es algo imposible. Él es el hombre menos indicado de quien debería enamorarme. Lo sabía. Me puse confundida mientras se me acercaba más.

—No estoy seguro de si lo he dejado claro en las últimas dos semanas o no— su respiración acarició mi mejilla—, pero no soy del tipo hablar solo para hacer conversación.

Tragué saliva.

—Esto facilita las cosas—me dio un repaso a sus ojos glaciales. —Al grano— me alegré de la oscuridad que nos rodeaba, de que no me veía la cara incómoda.

—Quería verte llegar a la casa— soltó de repente y fruncí el ceño. Increíble la compostura, la dureza y la facilidad con cuál actuaba. —Sentía que iba a volverme loco si no lo hacía— prosiguió y lo fijé pensativa, intentando deducir lo escondido de sus palabras.

Y sigo callada.

Una descarga eléctrica me recorrió por completo cuando sentí sus dedos subiendo por mi brazo con una lentitud escalofriante. Me tocaba el brazo pero me hacía sentir su tocamiento en cada poro de mi piel. Prosiguió el camino hacia mi clavícula y luego hacia mi rostro, pasando su pulgar por mis labios un par de veces. Rozó su pulgar con otro dedo, mientras que su perfume había quedado en mis labios. Y de repente lo entendí.

Te conozco x los zapatos ©®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora