Capítulo 16. Fatal

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Cuando llegué a mi casa me dirigí directamente a mi armario. No tenía ni puta idea de lo que me iba a poner. No quería nada extravagante o elegante para no crearle una percepción equivocada, pero tampoco quería algo que no me representaba. «¡Dios!» «Este armario explota de tanta ropa y yo no sé qué ponerme.»

—Hola, señor Mustaque— acaricié la cabecita de mi gatito mientras seguía mirando el interior del armario.

Me dejé caer sobre la cama mientras miré fijamente la pared, pensando en la mujer que había pasado por el despacho de mi jefe. Aunque últimamente su humor había estado peor de lo habitual, ese día en especial había tocado un límite extremo. Y yo...no tenía ni idea de lo que se habían dicho.

—Milla, ¿en una escala de uno a diez, dónde crees que te encuentras ahora mismo? ¡Deja de pensar en él!— me di un golpe en la cabeza, reaccionando.

No sabía qué demonios me estaba pasando. Las cosas entre nosotros dos se estaban volviendo cada vez más intensas. Enojarlo, enfadarlo y hacerle varias bromas ya se había vuelto algo cotidiano para mí y esto era mal. Muy mal. Sería un golpe mayor acostumbrarme a él. Lo que pasaba entre nosotros dos iba a terminar en tres semanas. Por otro lado, ese día vi lo poco tolerante que era Iker y no pude evitar preguntarme por qué a mí me aguantaba las bromas y el mal humor.

—¡Ya voy!— grité desde la habitación.

Aun si habían pasado cinco horas desde el momento en el cual llegué a mi casa hasta a las ocho de la noche, aún no estaba lista, o no por completo. Opté por algo casual. Un pantalón blanco corto acompañado por una camisa ligera blanca con diversas flores pequeñas rosas, una chaqueta igual de blanco, unas sandalias de plataforma con cinta rosa amarrada alrededor de los tobillos y un collar con pluma color oro.

Respiré hondo antes de abrir la puerta e intenté tragarme esa risa nerviosa que intentaba salir de mi boca. No tenía ni idea del porqué me estaba comportando tan infantil.

Cuando abrí la puerta me quedé en shock.

—¿Quién eres y qué hiciste con mi jefe?— cuestioné de inmediato, totalmente sorprendida de la forma en cuál se veía Iker.

—Hola— sonrió, mirándome de arriba para abajo. —Hoy no soy tu jefe, ¿estás lista?— pasó su mano por el cabello.

No podía dar créditos al hombre que tenía en mi frente. Mis ojos no querían aceptar la realidad. Por primera vez, Iker decidió dejar sus trajes en el armario y optó por un look casual y una imagen que nunca imaginé ver en él. Llevaba puesto un jeans oscuro, una camiseta simple blanca y una chaqueta de piel negra. ¡Se veía fatal! Más ahora, con ese cabello desordenado.

«Milla, Dios te dio cerebro para que lo uses, no para que lo dejes oxidarse. «Empiece ahora, por favor»

—Sí, un momento— le señalé con el dedo dándome la vuelta para agarrar la bolsa, momento en el cual a poco choqué con la pared. ¿Quién fue el chistoso que puso la pared justo ahí? —Ahora sí, ya— regresé y salí por la puerta cerrándola con la llave.

Te conozco x los zapatos ©®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora