Capítulo 32. Confianza

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Sabía que esa mujer iba a usar todas las armas posibles para recuperar a Iker igual a como sabía que una vez realmente la amó

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Sabía que esa mujer iba a usar todas las armas posibles para recuperar a Iker igual a como sabía que una vez realmente la amó. En cambio, no sabía lo que había pasado entre ellos dos realmente pero pude suponer que por la comparación que Antonella había hecho entre ella y yo, estuvieron demasiado jóvenes.

—Antonella, ahórrame estos comentarios— replicó en voz cargada de nervios.

—Es lo que es. Ella es mi versión.— se apresuró a decirle haciendo completa abstracción de mí y haciéndome sacar mi lado homicidio.

—¿Sabes qué hace el tiempo?— cuestioné harta de ser solamente una espectadora.

—La gente no se olvida con el tiempo.— dijo ella intentando cortarme.

—No pensaba en esto— la corté también—El tiempo pasa y pasa, las generaciones cambian y la gente evoluciona. Si tú dices que soy una versión tuya, no la negaré, pero tú tampoco puedes desaprobar que vengo en versión mejorada.

—Con el tiempo él verá que no es cierto.— volvió a tomar actitud mientras tomó un sorbo de café. Y otro y otro mostrando sus nervios y la poca confianza que poseía en ese instante.

—No sé con qué novedades vendrá el tiempo pero definitivamente puedo decir que en un futuro muy cercano estarás abusando del baño— levanté una ceja y sonreí. —Espero que te guste el café.

Antonetta frunció el ceño sin entender a lo que me refería, tal vez se estaba imaginando que estaba loca, mientras que Íker tosió escondiendo la risa que a poco se le salió.

—Un día lo vas a decepcionar y yo estaré allá para verlo. Te metiste con quien no debía y con un hombre que le pertenecerá a otra mujer.— empezó a reclamarme en voz alta.

—Controla tus palabras—la advirtió frío, duro y decidido.

—¿Cuándo vas a entender que sigues amándome, cuándo?— preguntó hiperactiva. —Haces todo esto para castigarme, pero en el fondo de tu corazón sabes perfectamente que estoy tan dentro de ti como...— la detuvo.

—¡Basta!— alzó la voz, haciéndome dar un cierto temblor pasajero. Era una nueva faceta de Iker que nunca había visto antes.

—¿Basta?—cuestionó—Hace dos años en Paris a poco pensaste en volver conmigo.

—No lo pensé, me obligaste a escucharte.

—Nos hemos besado, ¡Caray!— se esforzó en hablar. —Debes darte cuenta de una vez, siempre cuando me tienes cerca te vuelves indeciso.

—Fíjate que ahora estoy muy decidido.

—¿En qué quedarte con esta?— me señaló con el dedo—Son miles de años luz la distancia entre ustedes dos. No tiene ni la mínima clase, educación y estatuto. Es la hija de unos malditos pobres. Un sacerdote viejo y una cocinera. ¡Vaya en que te metiste, Iker!

Te conozco x los zapatos ©®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora