Capítulo 23. Iker Sinclair

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Y entonces decidí seguir mis reglas:

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Y entonces decidí seguir mis reglas:

«El fracaso es un moretón no un tatuaje»

«De nada sirve confesarte sino te arrepientes»

«Nunca odies a tus enemigos, afecta tu juicio»

«Nadie debe regalarte nada. Jodidamente tienes que ganártelo por ti mismo.»

«Haz del romanticismo una prioridad pero elige bien a tu dama, es ella quien te representará»

«Primero te llamarán loco y después...jefe»

Hace seis años atrás


Me encontraba de pies delante del aula en la Universidad de Derecho de Estambul, jubiloso, un tanto ufano, pero sobre todo satisfecho por haber cumplido el deseo de mi madre que siempre quiso verme convertido en un abogado. Me había graduado con los mejores honoríficos y, conforme a lo que mis maestros dijeron, tenía un gran futuro por adelante.

—¡Felicidades, amore mío!— Antonella, mi novia, corrió hacia mis brazos para felicitarme.

Después del fallecimiento de mi madre mi vida dio un giro negro. Durante los años de universidad me había esforzado en estudiar, en ser el sobresaliente y distinto estudiante delante de los maestros que eran los mejores abogados y jueces del país y siempre intentaba ser con unos pasos por adelante de los demás compañeros. Y lo había conseguido. Fui el mejor.

Una vez con el comienzo de mi carrera conocí a Antonella—la hija de un abogado italiano que hace un par de años se mudó a Estambul, quien si no hubiera salido embarazada en ese momento se hubiera graduado conmigo. Ella era la mujer perfecta para mí: compresiva, cariñosa, amorosa y sincera, o esto era lo que yo pensaba.

Y ahora todo tenía perfecto sentido. Estaba feliz, y lo mejor de todo era saber que compartía la felicidad con la mujer que amaba y con cuál iba a pasarme en menos de veinticuatro horas. ¿Qué más hubiera podido pedir? Tal vez que sea todo una jodida mentira...y ella una mentirosa de mierda.

Te conozco x los zapatos ©®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora