Serendipia
Ref/: un descubrimiento o un hallazgo afortunado, valioso e inesperado que se produce de manera accidental o casual.
La sirena de la ambulancia desconcertaba mi cuerpo y al mismo tiempo lo llenaba de adrenalina, por ratos me daba espasmos que recorrían levemente mi cuerpo haciendo que despertara del sueño que estaba viviendo, obligándome a mirar con letargo el lugar que me rodeaba.
Tomaba aquella absurda taza de café, absurda porque sabía que su propósito no se cumpliría y solo me haría ir al baño por tercera vez en la noche. Veía el patético reloj marcar las cuatro de la mañana, al menos falta poco, después de todo, la madrugada siempre transcurre rápido.
– Brennet, te necesitan en sala de emergencia. – Abrieron la puerta de golpe, me suspendí de mi asiento y seguí a la enfermera.
Al llegar, no me extrañó ver al hombre con una pierna destrozada, molida completamente por el fémur, su brazo está dislocado por el codo y se encontraba inconsciente.
– Detalles del caso. – Pedí acercándome al joven, revisaba los latidos de su corazón y respiración, hematomas y golpes en la parte superior. Había uno en la frente.
– Accidente en autopista, colisionó con otro motociclista, al caer, un automóvil pasó por su pierna derecha. –
– Una radiografía completa. – Seguí revisando sus oídos, estaba estable. Me dirigí a la pierna, suspiré por él, esto no tenía cura. – Limpieza en la herida y revisión de posibles incrustaciones, suturen la herida después. –
Salí de ahí con el papel que llené del paciente, estaba en estado etílico, eso pudo ser la causa del accidente, tristemente las personas no miden el peligro en tal estado.
Recordé aquella noche, fue una de las ultimas, o quizá fue una de las primeras, tomé aire sin poder evitar que los recuerdos se agolparan en mi mente.
"– ¿Por qué no quieres besarme? – Preguntó con hastío la mujer frente a mí, el olor a cerveza y cigarros chocaba contra mí, por instinto cerré los ojos, intentando no inhalar todo el olor que me revolvía el estómago. – ¡¿Te da asco o qué?! – Continuó.
– Yo... Yo... –
– Ahí vas de nuevo tartamudeando como idiota, en serio, Alex, pareces estúpida. – Agaché mi cabeza. – ¡Y ni se te ocurra llorar! Me estoy hartando de ti, piensa, ¿Qué serías sin mí? ¡No llegarías a nada! –
– ...Lo siento. –
– Quítate la ropa. –
– Elena, yo no–
– ¿No qué? – Se levantó y me tomó de brazo. – No me importa si no quieres, no te sientes bien o te duele la cabeza, ¡Eres mi novia! ¡Al menos haz algo bien con tu vida y compláceme en eso! –
– Solo... no me hagas fuerte, por favor. – Las lágrimas empezaban a golpear fuente mis ventanas.
– Solo cállate. –"
Tragué saliva intentado no llorar, subí el ascensor, eran las seis de la mañana, daría mi revisión rutinaria y me marcharía, por fin, después de 40 horas de trabajo seguidas.
Pasé por los cuartos de cada paciente, cerciorándome de que todos sus signos vitales, respiración y demás estuviera bien. Dada por terminada mi faena, me dirigí al estacionamiento, pronto darían las siete, al menos desayunaría y después dormiría todo el día.
Salí del aparcamiento y me dirigí a mi casa, Zoé sonaba en la radio, su voz me gustaba, era hasta relajante, hacía que quisiera ir lento, como la canción, doblé en la cuadra y el alma casi se me va del cuerpo.
Una chica había salido de su casa sin fijarse siquiera al cielo, por si lloverían tortugas, ella solo salió, respiraba asustada mirándola fijamente, ella, con su ceño fruncido vaya a saber Dios por qué, me veía a mí, su mirada, aparte de estar asustada al igual que yo, se veía triste.
Acomodó su bolso y continuó su camino, mi corazón iba demasiado rápido justo ahora, abrí la litera y tomé del frasco una pastilla.
– Estos niños de ahora. –
Continué mi camino a casa, la canción de Zoé había terminado ya y con ella la sensación de tranquilidad.
Ahora, en mi pecho sentía zozobra, no la misma ansiedad de siempre, más bien era... algo que no puedo distinguir ahora.
La mirada de la chica estaba en mi mente, creo que puedo reconocer ese tipo de miradas y al mismo tiempo no.
Una tristeza y soledad mezclada con las ganas de vivir y al mismo tiempo, las ganas de rendirse.
No tengo y no creo que exista nombre para tal emoción.
***
Solloza mi alma
Desde el pozo de mi vida
Repleta de oscuridad
Con ganas de gritar.
Impaciente por nada
Esperando sin esperar
Sabiendo que algún día
Alguien llegará.
Entre dolor y sufrimiento
Con ganas de avanzar
Así espero en mi lamento
Espero tu llamar.
Sé que existes, amor mío
Te siento en mi palpitar
Aun no te conozco, lo sé
Pero algún día te veré llegar.
***
Una nueva historia nace.
Amores, espero que puedan acompañarme en esta, nuestra nueva historia.
Espero sus comentarios.
Nos leemos pronto.
-Evella-
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Un amor -indebido- incomprendido
Short Story|Historia lesbica| Alejandra Brennet, una doctora de 30 años quien sufre de depresión y se auto medica desde los 25, cuando tenía 20 conoció a una mujer mayor que ella, quien era machista, muy posesiva y egoísta y ocultaba aquello refugiándose...