Yuanfen
Ref/: principios que define esos amores que nacieron predestinados.
– ¡Es tan tarde por su culpa! – Le dijo caminando a su lado.
La doctora por su parte, sonreía sin poder evitarlo y de soslayo mirándola, le causaba gracia el enojo por parte de la menor, había hecho que durmiera alrededor de una hora y sin poder evitarlo, ella estuvo todo ese rato viéndola, ahora, faltaba poco para las 11, se habían saltado la tan esperada entrevista por la joven, quien, antes de dormir le pidió que no rompiera su promesa y la llevara a conocerla.
– No es tarde, tarde es cuando alguien muere. – Le dijo, hasta aquella frase tan lúgubre le causó gracia.
– ¿A dónde vamos? – Le preguntó la de ojos verdes al ver que ambas entraron al ascensor.
– ¿No quieres ver la cirugía? – Le cuestionó viéndola a los ojos por fin, su mirada gris sintió un descanso al instante. Como si unas nubes se posaran en el reflejo de un lago serenas e imperturbables.
[– Doctora Brennet a cirugía] – Escucharon ambas por los parlantes estratégicamente ubicados.
La chica menor abrió los ojos y llevó sus manos a su boca, vería a su ídola en una cirugía.
Abriéndose las puertas del ascensor, ambas se dirigieron a la sala de operaciones por un pasillo alargado, entraron y ante los ojos de Luz pasaban enfermeras y enfermeros por doquier.
La menor no entendía lo que a su alrededor pasaba, quedó estática frente a aquella sala de operaciones, donde en el centro había un hombre inconsciente, su corazón empezó a revolucionar las palpitaciones, sintió como alguien tomaba su mano y la halaba a un lugar específico.
Su mirada reparó en la mujer alta que la había acompañado, ahora tenía el cabello amarrado en una pequeña coleta que dejaba salir uno que otro minucioso mechón, una bata azul que la cubría hasta sus manos y estaba poniéndose los guantes con ayuda de una enfermera.
Sus ojos grises resaltaban ahora que su rostro era mayormente cubierto por una mascarilla y un gorrito con copos de nieve por todos lados cubría su cabeza.
Y aun con todo eso, seguía viéndose tan hermosa.
Vio como le dijo algo a la enfermera en el oído y esta la llamó, le pusieron una bata que le quedaba grande, una mascarilla y un gorro celeste a juego con la bata.
Ciertamente no entendía nada, ¿Dónde estaban sus compañeros? ¿Así era la visita al área de cirugía?
– Doctora, ya tenemos todo listo para la cirugía. – Escuchó hablar a uno de los enfermeros.
La pelinegra estaba anonadada, su corazón no para de palpitar terriblemente y sentía la adrenalina correrle las venas.
Admiró el procedimiento de corte, luego, con una especie de taladro crearon cuatro huecos en el cráneo del paciente para después contarlo con una especie de sierra. Sus ojos estaban completamente abiertos, totalmente absorta a la escena que veían.
Llevaba alrededor de 40 minutos en todo aquello, entonces, vio como la doctora la llamó.
– Así se ve un cerebro. – Le comunicó sin dejar de hacer lo suyo. – Yo no llevaré a cabo esta cirugía, lo que he hecho ha sido una muestra de cómo se abre un cerebro. – La menor llevó sus ojos de los sesos a la mirada de la doctora.
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Un amor -indebido- incomprendido
Short Story|Historia lesbica| Alejandra Brennet, una doctora de 30 años quien sufre de depresión y se auto medica desde los 25, cuando tenía 20 conoció a una mujer mayor que ella, quien era machista, muy posesiva y egoísta y ocultaba aquello refugiándose...