[012]

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Trémulo



Ref/: Tembloroso.


Caía la tormenta torrencial aquella noche.

     Una rubia, por decirle así pues su cabello desde siempre había sido claro, un platinado quizá, de ojos grises, "salvaje" la describiría su madre, tremendamente vivos y sonrisa pícara esperaba bajo una manta que había comprado en un viaje a Perú, tenía una enorme alpaca en el centro, su animal favorito.

Veía Maléfica mientras comía palomitas aquella noche, llovía fuerte y le pareció genial la película en cuanto la encontró. No se cansaba de ella.

En su interior yacía la penumbra preocupación por su novia, quien se había ido con sus amigos a tomar un rato, era sábado, ¿Por qué no divertirse? Justificaba.

Vio el reloj en la T.V. las 8:33 p.m.

La puerta se abrió y entró el bullicio.


– ¿Elena? – Preguntó extrañada al ver a la chica entrar sonriente con dos de sus amigos, Dave y Raúl.

– ¿Sabes? – Habló, estaba algo tomada ya. – Los chicos me convencieron de venir a ver el partido aquí, así que, – Se echó a reír cuando vio al trigueño alto. – ¿Puedes ir a comprar unas cervezas y unos cigarros? –

– ¿Estás bien? – Preguntó inocente, esos chicos no le gustaban para nada.

– ¡Si! Ya empiezas con tus cursilerías, solo ve a traer las cervezas. –


Con el ceño fruncido y tomando la sombrilla que yacía a un lado salió, no le gustaban los sonidos de las tormentas, la ponían algo inquieta, pero por Elena...

Por Elena ella dejaría que un rayo le recorriera las venas.

Al rato de haber comprado llegó a casa, la tienda no quedaba tan lejos.

Puso las bebidas en la mesita del frente y se fue la cocina, pero se vio detenida por la mujer.


– Quédate. – No fue un susurro, ni una suplica tierna. Fue una orden.


La haló hacia ella con algo de brusquedad y la sentó en sus piernas, la de ojos grises no se sentía para nada cómoda, vestía un short algo corto y una camisa de tirantes, aunque usaba sostén.

Elena había pasado la mano por la cintura, en parte lo veía lindo, en parte, se sentía mal.


– Ele... – Le susurró al oído. – Tus amigos... ellos me están viendo mucho, no me siento cómoda. – Exclamó algo tímida en su oreja, Elena odiaba que hablara mal de sus amigos.

– Ignóralos. – Fue lo único que dijo.


El partido seguía y Elena no paraba de tomar y fumar.

El humo le estaba haciendo daño, pero la mujer no la soltaba. Se sentía solo un pedazo de carne o un premio de exhibición.

Al cabo de una media hora más, los dos muchachos se fueron, Elena ni los vio, ellos solo se despidieron y salieron.


– Hazte a un lado. – Su voz sonaba golpeada. Brusca.

– Elena, ¿Qué pasa? – Esa pregunta se le hacía recurrente

Un amor -indebido- incomprendidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora