Arrebol – P/1
Ref/: Color rojo de las nubes iluminadas por los rayos del sol.
Después de desayunar salieron a regar las plantas que yacían por toda la casa, porque si algo Alex amaba era tenerlas adornando su vacía casa –vida-.
Cuando vivía sola, decía en sus adentros no tener tanta soledad estando las plantas por toda la casa y, sinceramente nunca imaginó que llegase alguien que le ayudase a regar aquellas doceavas plantas que se dispersaban por toda la edificación.
Y eso le hizo feliz.
Un detalle tan simple le hizo feliz y pensaba sosteniendo la manguera, era algo tonto, pero, ¿Podría alguien comprender su emoción?
Habiendo terminado, sonrió al ver a la joven luchar con aquellos cactus a la orilla de la venta.
– ¿Qué haces? – Carcajeó levemente acercándose.
– Solo quiero quitarles la basura que tienen ahí. – Dijo devolviéndole la sonrisa.
– No te van a pinchar, ¿Sabes? – Sacó la punta de su lengua intentando contener la risa.
– Por supuesto que sí. – La encaró.
– Este si te dejará unas diminutas espinitas, pero ese no te hará nada. – Respondió con un poco de risa entre la voz, cerrando los ojos conteniéndose de reír.
– No me agradas cuando actúas testaruda y prepotente, sabes. – Volvió a su labor ahora sin temer salir pinchada.
– ¿Prepotente y testaruda yo? – Fingió indignación.
– ¡Terca! –
– ¿Ahora que hice? – Dio un paso al frente intentando llamar su atención.
– Uish... – Empezó a rociarla con el agua que sostenía en la regadera.
– ¡Lucy, no! – Dio al menos tres pasos hacia atrás. – Me las vas a pagar. – Esa mirada prometía venganza.
Levantó la manguera y comenzó a rociarla sin piedad, la menor salió corriendo y se hizo detrás de una vieja banca bajo un enorme almendro, pero, aun así, el chorro de agua llegaba.
– ¡Detente! –
– ¡No te escucho! – Reía. Ambas reían.
– ¡Alex, detente! –
– ¿Qué? – Continuó. Cerró los ojos al sentir un poco de agua salpicarle gracias al viento.
La perfecta oportunidad se presentó.
Luz corrió hasta ella y se lanzó a quitarle la manguera, pero el agua había dejado un considerable charco que la hizo resbalar y sin poder detenerse impactó con el cuerpo de Alex, quien sorprendida abrió los ojos y los brazos, recibiéndola, pero el equilibro le falló.
Ambas cayeron, una sobre la otra.
La ojiverde, quien se encontraba arriba empezó a reír sobre su cuerpo.
– Lo siento. – Soltó aun riendo y recostándose aún más a su cuerpo.
Se quedaron unos segundos en silencio hasta que Luz habló.
– Hace frío y tu cuerpo está cálido. – La miró, capturando una vez más aquellas lunas en sus ojos verdes.
– Mis manos están frías. – Atinó a decir. Estaba nerviosa, aquella niña la ponía nerviosa.
La menor recordó entonces, en aquella mirada que revelaba nerviosismo, lo que le dijo la doctora Jenny: "Alex había pasado por mucho, cuídala".
Suspiró el mismo aire de la mayor e inhaló levemente.
– "(...) Perdón, quisiera bajar las estrellas, para regalarte una de ellas, que brille en tus noches y amaneceres. Perdón, no sé si me alcance la vida para siempre ser el calor que calme tus manos frías y siempre cuidar tu sonrisa". – Mascullaba en melodía aun sin apartar la mirada de sus ojos.
La mayor, inmóvil la veía apreciando cada segundo, grabándolo en su memoria, una sonrisa se ensanchó en sus labios y sin poder evitarlo, se sonrojó, la pelinegra notó lo que hacía y cómo la hacía y roja de la pena se levantó rápido de su cuerpo.
– Oh Dios... lo siento, yo... – Tartamudeaba intentado torpemente ayudarle a levantarse.
– ¿Por qué te disculpas? – Sonrió al sentir su tacto cálido.
– Yo... – Decía aun sonrojada. – no lo sé. – Sonrió.
– Boba. – Se acercó a abrazarla sin contener un solo músculo. – Gracias. – Su corazón había salido a decirle aquella palabra. – Vamos a alistarnos, ¿Te parece? – Se separó aun sin dejar de sonreír.
– Si. – Por su lado, Luz tenía el corazón a punto de un colapso. ¿Por qué hizo eso?
Lo sabía, por supuesto.
Pero no lo iba a admitir.
No... al menos por ahora.
***
Hola, amores~
En un momento subo la segunda parte.
Espero que les guste mucho.
Bye~
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Un amor -indebido- incomprendido
Short Story|Historia lesbica| Alejandra Brennet, una doctora de 30 años quien sufre de depresión y se auto medica desde los 25, cuando tenía 20 conoció a una mujer mayor que ella, quien era machista, muy posesiva y egoísta y ocultaba aquello refugiándose...