[011]

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Iridiscencia



Ref/: Fenómeno óptico donde el tono de la luz varía creando pequeños arcoíris.


     Era sábado por la mañana, quizá las 10:00, su cuerpo se sentía adolorido, cansado, había dormido en el cuarto de huéspedes, lo cual no era de extrañar, nuevamente con la ropa de Alex, debía apañárselas para ir a su ya no casa y traer la suya.

Pero aprovechando el momento, tomó la camisa holgada de color grises que le había dado la mujer y la olfateó.

Halloween.

Ese era el perfume que usaba y era delicioso.

Escuchaba lejanos susurros provenir de la planta baja, en su mente se debatía entre bajar y no bajar, por lo que, entre la indecisión, entró al baño, lavó su rostro y bajó.

Era un poco impulsiva.

Conforme se acercaba, escuchaba a las mujeres hablar, una de esas voces la reconocía perfectamente y no sabía sinceramente como sentirse al respecto. La otra, difícilmente podría saberla.


– Hola, pequeña. – Le saludó la rubia, quien se percató de su presencia. – Ven aquí, aun no te presento a Jenny, ¿Verdad? – La invitó a acercarse y sentarse junto a ella. – Esta es mi mejor amiga, Jenny Sanders, es la obstetra del hospital. – Terminó con una sonrisa que le hizo achinar los ojos, gesto que cautivó a la menor.


Eso no pasó desapercibido para la morena.


– Mucho gusto, Doctora Sanders, Soy Luz Betancourt. – Habló, su voz suave y aterciopelada le robó más de mil suspiros a la de ojos grises.

– Me sentí vieja. – Carcajeó intentando quitar la presión de la menor. – No tienes que tratarme formalmente, Luz, – Le sonrió. – puedes llamarme Jenny. –

– Lo haré. – Le sonrió de vuelta. Estaba nerviosa, intimidada quizá.

– Iré a prepararte un jugo, le pedí a la señora Marta que viniera a preparar el desayuno, posiblemente no tarda en llegar. – Puso una mano en su cabeza y la acarició para después irse a la cocina.


Habiéndose perdido en el otro cuarto, la morena hizo su jugada.


– Bien, pequeña, hablemos claro. – Se acercó seria a ella. – Puedes ser sincera conmigo, ¿De acuerdo? – Luz estaba asustada y por un momento quiso levantarse e ir con Alex.

– ¿S-Si? –

– Bien, ¿Te gusta Alex? – En blanco. Así estaba su mente. – Ok, quizá es muy repentino ahora, pero solo es cuestión de tiempo. – La miró a los ojos. – Si eso pasa, lo que es obvio – Balbuceo eso último. –, solo te pediré una cosa. – Miró la cocina y devolvió sus ojos a la ojiverde. – No le hagas daño, ¿Si? Cuídala. – Su voz sonaba apacible y sin mentiras, al ver que la menor no hablaba le comentó. – La señora Marta es una anciana cascarrabias que cocina para Alex, por lo general, viene de lunes a viernes y solo unas cuantas horas, ya que Alex suele pasar los fines de semana en el hospital, – Explicó. – Alex, tiene problemas con cocinar, pero eso no me toca a mí contártelo, todo a su tiempo, solo te pido que la cuides. –

Un amor -indebido- incomprendidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora