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Maratón 2/2


Feérico.



Ref/: Que es deslumbrante, mágico y maravilloso.


     Habían pasado 3 días ya desde que Elena se había enfrentado a Alex y Luz, la mujer de ojos cafés no había vuelto, ciertamente, no había siquiera hecho acto de presencia de ninguna manera, ni siquiera estacionarse frente al hospital como lo había hecho los primeros días antes de que buscara a la rubia.

Y eso a Jenny le preocupaba.

No es que esperara lo peor, es que ella desconfiaba de esa mujer. Luz había estado muy pendiente de Alex, por las tardes, después del colegio la acompañaba a hospital y por las mañanas, Jenny la esperaba en la entrada.

A Alejandra esto le causaba cierta gracia y le reconfortaba enormemente, saber que tenía personas que la cuidaban de esa manera le hacía feliz, pero como ella misma decía, le causaba gracia verlas turnándose como guardaespaldas.

Aun así, era consciente de que, quien debía enfrentarse a su pasado para cerrar un ciclo era ella.

Esa mañana, después de llegar a casa, la doctora probó cocinar sola, los jueves Luz no se quedaba en los centros de estudio, ya que era exclusivamente para inglés y ella decía ser muy buen en la materia, por lo que prefería ir a casa.

Eran la una y media, Alex había preparado una receta que le pareció fácil de hacer, era filete de pollo asado y bañado en aceite de oliva virgen con perejil y ajo.

Ella juraba que era fácil, pero cuando el primer filete de pollo se le quemó, empezó a cuestionarse los dotes culinarios que no existían en sí. Al tercer intento algo más o menos le salió, dudaba y se sentía terriblemente insegura con eso, había hecho una ensalada que fue lo único que le salió bien y puré de papas, no lo había probado aun, por lo que solamente lo dejó listo.

Escuchó el ruido del picaporte y luego la puerta abrirse y cerrarse.


– Huele bien. – Escuchó la voz de la menor en la sala.

– Ven. – Le llamó con cariño.

– ¡Bien, cocinaste! – Se alegró genuinamente y la abrazó. – Estoy muy feliz por eso. – Se puso de puntillas para poder llegar a sus labios.


Pero no la alcanzaba.


Epa, debes crecer. – Se burló de ella.

– Que cruel eres. – Se sostuvo de las caderas de la rubia. – Dame un beso. – Le pidió con dulzura.

– Te quiero. – Se acercó a sus labios y los besó, haciendo aquel sonido característico.

– También te quiero, mi rubia. – Dio otro beso más. – Cuéntame, ¿Qué preparaste? Tengo mucha hambre. – Enseñó los dientes en una sonrisa pícara.

– Soy realmente mala en esto. – Se excusó.

– Hey, hey... – Le acarició las mejillas. – Te quiero. – La rubia suspiró con una sonrisa en los labios.

– Preparé filete de pollo. – Habló con voz baja, como temiendo un poco. – No sé si sabrá bien. – Susurró.

– Dios... ¿Qué es eso que huele tan delicioso? – Preguntó la menor.

Un amor -indebido- incomprendidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora