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Alumco.



Ref/: Reflejo en el agua.


"Y cuando te me acercas
Se acelera mi motor
Me das fiebre
Me hago fuego y me vuelvo a consumir

Dame solo un beso que me alcance hasta morir
Como un vicio que me duele
Quiero mirarte a los ojos"

Luna – Zoé


     La menor se levantó aquella mañana un poco tarde pues, al día siguiente, Jenny la hizo quedarse hasta tarde con ella viendo películas, eran todas románticas y si acaso una le gustó. No era amante de este género, pero sin duda alguna, todas le hicieron pensar en una chica.

La mañana estaba fría, quizá a unos 14 grados, su celular le indicaba que pronto darían las 9 a.m. y Alex salía a las 10 a.m. o eso le dijo la morena.

Se duchó rápidamente, se puso unos joggers grises y los tenis negros que Alex le había comprado el martes pasado, una camiseta blanca lisa y, oh, no tenía abrigo. Se mordió la uña de su dedo gordo, no se la comía, simplemente la mordía como un acto de reflejo de sus nervios.

Sin pesarlo mucho entró al cuarto de Alex y abrió el armario, buscó entre toda la ropa un abrigo que la de ojos grises tuviera y dio con uno Adidas con estampados de flores.


– Los ricos y sus gustos caros. – Bromeó para sí misma pues, ese abrigo realmente estaba hermoso, pero debía costar muchísimo.


No desayunó, pero no le hacía falta, no estaba acostumbrada a hacerlo, tomó el celular y dinero del que Alex dejaba sobre una tinaja precolombina que yacía en una mesita junto a la entrada y salió, sintió ya afuera el aire helado dándole en el rostro, el abrigo hacía su trabajo.

Se apresuró a tomar el autobús que salía en poco tiempo y tras haber llegado a la parada no tuvo que esperar mucho pues el bus aparcó pronto, se subió y con amabilidad saludó al chofer y le indicó a donde se dirigía.

Se sentó en los primeros asientos esperando llegar pronto a su destino, por ratos sonreía como tonta imaginando a la mujer de ojos grises como doctora, pues, de lo que recordaba era todo lo contrario a como era con ella en casa.

Como doctora era seria, no dejaba por ningún motivo que le tomaran fotos, hablaba de manera imponente, a veces maldecía en otros idiomas cuando algo no salía como ella quería, pero luego volvía a su imperiosa postura. Sin embargo, cuando estaba con ella solía ser tímida, como si temiera que ella reaccionara mal, sus expresiones al hacer cosas como cocinar eran de total incertidumbre, como si esperase lo peor; con los días notaba como poco a poco todo aquello quedaba atrás, solían tomarse selfies y jugar con las infinidades de animaciones que traían las aplicaciones.

Con el pasar de los días, la incertidumbre se iba, pero por ratos aparecía como un fantasma por las noches, un fantasma que se instalaba como sombra en sus ojos hasta volverlos oscuros.

Ella despertaba algo dentro de sí, el actuar de la rubia era el de una niña, eso hacía que su corazón se estremeciera tan solo al verla, se enternecía cuando sus ojos se conectaban, sus labios solo deseaban besarle el alma y su voz arrullarla hasta hacerle saber que todo estará bien, lo que hacía crecer dentro de ella era ese instinto que nunca tuvo ni siquiera por sí misma.

Un amor -indebido- incomprendidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora