Beso esquimal.
Ref/: Hacer que la nariz de uno entre en contacto con la nariz del otro.
– ¿Quién es Elena? – Su pregunta me paralizó.
Entre tanto, mi respiración se fue tornando irregular, veía sus ojos sin poder formular respuesta alguna, mi corazón se aceleraba cada vez más conforme pasaban los segundos. Sentía mi pecho oprimido y por inercia llevé mi mano y la dejé ahí intentando aplacar mi sufrir.
– Alex... – La escuché llamarme, pero mis sentidos estaban aturdidos, no podía reaccionar como quería. – ...Nena –, Pronunció antes de acercarse a mí y envolverme en un abrazo, su cuerpo cálido relajó mis músculos al instante.
Solo su respiración cabía en mis sentidos, la sentía temblar o era yo quien temblaba, o era mi corazón. Levanté los brazos buscando entre el suplicio que me rodeaba, corresponder su abrazo y habiéndolo hecho, incluí fuerza en aquel agarre que se sentía tranquilizador, como haber encontrado una isla en un profundo mar de inseguridades.
– Ella... –
– ¿Quieres contarme sobre eso? – Interrumpió al verme batallando con aquella nube de recuerdos.
– ¿Me prometes no odiarme? – Sollocé.
– No sería capaz, Alex. – La miré buscando en sus ojos cualquier atisbo de dudas, pero no las había.
– Elena... – Me detuve. – Elena fue mi pareja. –
Y así, entrecortadamente conté lo que fue mi relación con aquella mujer, cada momento fue una agonía, pero, me sentí tan bien al decírselo, sus ojos me veían no con lastima, sino como si... como si yo fuese lo más importante o lo más hermoso que tiene en frente.
Lo más doloroso fue contarle la noche que Jenny me salvó, sus ojos se apagaron conforme narraba aquello, apretó mi mano y su mandíbula se veía tensa. Estaba enojada.
– Fui muy cobarde todo ese tiempo. – Agregué con pena por mí.
– No, eso no es cierto... – Se calló para levantar tiernamente mi rostro y hacerme ver sus ojos. – Alex, no eres cobarde, esa imbécil... agh, que enojo. – Cerró los ojos en un gesto que solo hizo que la quisiera más. – Me alegro que Jenny haya llegado a tu vida. – Dijo, pero sus ojos decían más.
– No solo Jenny me ha salvado. – La miré con ternura. – Cuando eso pasó, me centré en no morir, no solo la había perdido a ella, me había perdido a mí y fue lo que más me dolió, quitarme la venda y ver la realidad fue doloroso, no puedo explicarlo, no entendía cómo había... caído tantas veces. – Expresé con frustración. – Me sentía los primeros días como una idiota, a veces culpable, a veces víctima – Mascullé. –, me refugié por ello en los antidepresivos y mis estudios de entonces, necesitaba terminarlos, me fui a Rusia y volví siendo la Doctora que soy, pero cada día que pasaba sola, cada minuto y segundo sentía la desesperación en mi pecho. – Levanté la mirada y ella estaba llorando, lloraba como nunca la había visto. – Ella me hizo tanto daño y hasta por ello me sentía culpable cada segundo, por no haber hecho algo. – Sollocé. – Me perdí a mi misma. –
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Un amor -indebido- incomprendido
Short Story|Historia lesbica| Alejandra Brennet, una doctora de 30 años quien sufre de depresión y se auto medica desde los 25, cuando tenía 20 conoció a una mujer mayor que ella, quien era machista, muy posesiva y egoísta y ocultaba aquello refugiándose...