Mirífico.
Ref/: Admirable, asombroso, maravilloso.
Y cada noche abrazarse mientras veían una película o simplemente para platicar era el respirar de cada día, como si de una rehabilitación se tratara, una que cura las heridas del corazón, esas a las que la doctora no sabía que se podían llegar.
Y tan sencilla acción les sentaba tan bien, por un lado, Luz sentía aquellos brazos largos el hogar al que pertenecía, ¿Lo has sentido antes? Ese lugar al que puedes llamar hogar y que se encuentra en el cuerpo de una sola persona.
Tu hogar.
La ojiverde aceptaba aquellos lentos besos que Alex le daba en su rostro con tanta inocencia, que algunas noches, ella se acercaba a la doctora quien cansada regresaba del hospital y empezaba aquel ritual de besos para con la mayor, quien parecía relajarse al contacto con sus suaves labios.
Una noche, Alex llegó algo triste del hospital, al parecer, debía volver a su jornada nocturna, que, por estar con la menor había cambiado con algunos compañeros, pero según dijo el director del hospital, era necesaria su presencia en el edificio.
– Aun así, quiero pedirte algo. – Habló Alex admirando el cuerpo de la menor moverse de un lado a otro en la cocina preparando la cena. – ¿Quieres venir conmigo? –
– ¿A dónde? – Se dio vuelta exagerando su expresión, usaba un delantal verde, el color favorito de Alex.
– Al hospital, boba. – Carcajeó un poco y se levantó para ejercer presión en la menor, así no se negaría e iría a pasar el viernes por la noche una velada en el hospital junto a ella. – Por favor. – Le abrazó por atrás.
– No y de paso te digo que ya sé que quieres manipularme con tu... bobalicona sonrisa y esos hermosos ojos, y ese rostro... ¡Alex! – La regañó intentando ocultar su sonrisa, la de ojos grises la veía atenta, sonriendo tan dulce como podía y es que...
Podría jurar que es hermosa e irresistible.
– Por favor, Lucy, Alex se portará bien y no será terca. – Le habló mimada buscando cercanía con su cuerpo para abrazarla.
– Uish... eres imposible. –
– ¿Eso es un sí? – La miró mordiéndose el labio.
La pelinegra llevó su mirada hasta aquellos y por inercia mordió los suyos, deseaba probarlos.
– Sí. – Apartó la mirada. – ¿Eres consciente de que me manipulas? – Le dijo, poniendo en la mesa la comida para ambas.
– Non. – Puso su mejor –peor– cara de seria.
– Eso no te lo crees ni tú. – Se puso de puntillas, logrando llevar sus labios hasta su barbilla y besarla. – Ven, vamos a comer que ya es tarde. –
¿Y qué tan tarde podría ser cuando no tienes sentido del tiempo estando con alguien?
***
Esperaba a Luz en la sala con una sonrisa que parecía permanente en mi rostro esos últimos días, admiraba las escaleras esperando su presencia.
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Un amor -indebido- incomprendido
Short Story|Historia lesbica| Alejandra Brennet, una doctora de 30 años quien sufre de depresión y se auto medica desde los 25, cuando tenía 20 conoció a una mujer mayor que ella, quien era machista, muy posesiva y egoísta y ocultaba aquello refugiándose...