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Sempiterno.


Ref/: Que durará para siempre, que no tendrá fin.


     Me dolía el cuerpo como nunca, las piernas y sobre todo la cadera, tu olor inundaba mis fosas nasales y me llevan al cielo, donde las estrellas junto a la luna susurran tu nombre.

De vuelta a la realidad, perfilo tu rostro con mis dedos, suavemente hago trazos de tu barbillas hasta el perfil hermoso debajo de tu oreja. Eres hermosa y me sorprende que me digas aun que tienes 30, los años pasaron por todos menos por ti, estoy segura.

Tu respiración suave me saca leves sonrisas y me es inevitable robarte un beso. Tus labios, a diferencia de tus manos, siempre están cálidos, siempre dulces, apetitosos como la miel.

Recuesto mi cabeza en tu pecho, sintiendo tu cuerpo acomodarse para darme más comodidad, tu brazo pasar por mi espalda y tu otra mano acobijarme con la manta.

Cualquiera pensaría que estás dormida al verte con los ojos cerrados, pero todo este tiempo has estado despierta, lo sé.

Con toda la intención hago cosquillas en tu cuello con mi nariz.


– Ya, dormilona. – Susurré con mis labios pegados a tu cuello.

– No quiero... – Sentí tus brazos rodearme con más fuerza, inevitablemente reí. – Hace mucho no despertaba tan tarde. –

– ¿Qué te gustaría hacer hoy? – Pregunté dispuesta a levantarme del sofá e ir a asearme.

– No, tú no te levantas de aquí aun. – Alguien no quiere dejarme ir. – Me gustaría... hacerte el amor todo el día. –


Esa mirada gris, como la luna misma en el cielo, brillando con luz plata desde la oscuridad profunda... me encanta.

Cada vez que la veía, no hacía nada más que caer por ella, por esos orbes tan puros como las nubes. Aquel aroma dulce coronaba toda aquella presentación llamada Alejandra y esos ojos eran la cereza del pastel.

Me dediqué un poco más a ella, a sentirla tan mía como nunca.

A fundirme con su cuerpo.

A volverme una con su alma de una vez por todas.


– Alex... – La llamé con los ojos cerrados y mi alma en la suya. – Cuando termine la carrera, quiero casarme contigo. – Hablé con normalidad.

– ¿Qué? –

– Eso, que quiero casarme contigo. –

– ¿De verdad? – Buscó mis ojos con su mirada, su sonrisa era enorme y el brillo que transmitía su alma precioso.

– Si, ¿No quieres? –

– ¡Por el contrario! Esto... es lo más bello que me han dicho. –

– Te quiero. – No escuché respuesta, por lo que al levantar mi mirada nuevamente me encontré con lágrimas rodando pro sus mejillas. – ¿Amor? –

– Lo siento... lo siento, es solo que me hace muy feliz. –

– Mi niña... – Subí hasta sus ojos y los besé. – Me veo amándote mucho más pronto de lo que imaginé. – Susurré cal momento de despegar mis labios de sus pestañas.

– Te adoro, mi ángel. –


Y, aunque la propuesta oficial llegaría por su parte, guardo los recuerdos de aquel momento en mi memoria y mi corazón como la propuesta inocente y verdadera que lancé sin meditar.

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⏰ Última actualización: Mar 03, 2019 ⏰

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Un amor -indebido- incomprendidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora