La confusión de Nerea
A la mañana siguiente me costó más de lo normal despertarme. Me dolía todo el cuerpo, sobre todo la cabeza, y sentía unas horribles ganas de vomitar. No podía ni quería levantarme, por lo que me giré para seguir durmiendo. A mi lado, Carol ocupaba más de la mitad de la cama, así que tuve que hacerme un hueco para poder acomodarme. A los pocos segundos sonó mi móvil. Colgué antes de que Carol se despertase, no había quien la aguantara por las mañanas. Bostecé con pesadez, me incorporé y desbloqueé mi móvil: quince mensajes y doce llamadas perdidas.
¿Cómo no me había enterado de todas esas llamadas?
Sin darle mucha importancia, revisé de quién eran, y me sorprendí al ver que una era de Ethan.
—¡Carol, tengo una llamada perdida de Ethan!
Ella solo se removió en la cama mientras soltaba un quejido. La zarandeé varias veces, hasta que ella se giró y me miró de mala gana.
—Nerea, lo raro sería que no tuvieras ninguna de él —bostezó, y con los ojos medio cerrados, volvió a girarse dándome la espalda—. ¿Ya has escuchado la nota de voz que le enviaste?
Me quedé inmóvil.
¿Le había enviado una nota de voz a Ethan? No recordaba nada.
Abrí el WhatsApp, busqué su nombre como si mi vida dependiera de ello, y comprobé que Carol tenía razón: le había enviado una nota de voz. Me puse muy nerviosa, no quería ni imaginar qué le habría dicho en mi estado. Le di al «play» y no me relajé hasta que escuché que mi amiga gritaba mi nombre impidiendo que le confesara a Ethan mis sentimientos. Me empecé a reír liberando toda la tensión acumulada.
—Gracias Carol.
—La próxima vez, apaga el móvil cuando salgamos, y ahora déjame dormir un poco más.
Me levanté y fui a la cocina para tomarme un analgésico, me dolía bastante la cabeza, y más después de esa explosión de emociones. Cogí un bollo de chocolate que había en uno de los armarios de la cocina y me senté en el sofá. Saqué mi móvil y miré con calma todos los WhatsApp de mi hermano y de Jenny. Me sabía mal no contestarlos, parecían bastante preocupados, pero yo aún estaba demasiado enfadada con ellos. Nunca debieron ocultarme algo así...
Estaba tan concentrada en mis pensamientos que no pude evitar dar un respingo cuando empezó a sonar mi móvil. Era Ethan de nuevo. Me puse muy nerviosa, no sabía si cogerlo o no, obviamente tenía muchas ganas de saber que quería, aunque después de la nota de voz que le dejé anoche no sabía si era buena idea hablar con él. Finalmente, la curiosidad pudo conmigo y descolgué. Por algún motivo pongo el altavoz.
—¿Nerea?
Tragué saliva con dificultad, no debería habérselo cogido, estaba tan nerviosa que no me salía la voz.
—¿Estás bien? —insistió.
—Sí, ¿por qué?
—Esta mañana he oído tu nota de voz y me ha dejado un poco preocupado... ¿Estabas borracha? —no contesté, era algo obvio, yo misma había escuchado ese mensaje, y parecía un pitufo demente—. ¿Dónde estás ahora? Derek y Jenny te han llamado varias veces...
—Tengo algo que hacer —le interrumpí—, luego hablamos.
Le colgué, tiré el móvil al sofá, recosté mi cabeza sobre un cojín y me llevé las manos a la frente mientras soltaba un suspiro. No entendía para qué le había contestado, seguro que solo había llamado porque mi hermano se lo pidió.
Ya eran las doce y media, y Carol seguía durmiendo. Ethan había llamado un par de veces más desde que le colgué, pero no me atreví a contestarle. Decidí darme una ducha para aclararme las ideas, pues había empezado a ver ventajas en que mi hermano se fuera y me dejara a solas con Ethan. La cuestión era que yo nunca había sido así: no entendía cómo podía ver algo bueno en que mi hermano se fuera. ¡Iba a quedarme sola! Sin familia.
Mientras el agua caía por mi cuerpo, mi lucha interna seguía sin descanso. Y lo peor es que cada vez me importaba menos que mi hermano se fuera al extranjero. Por lo visto, mi mente estaba más pendiente de qué haría ahora que me quedaba sola en casa del chico que me gustaba. Podían pasar muchas cosas, quería pensar que la mayoría serían buenas, por ejemplo: el roce haría el cariño, acabaría enamorándose de mí y seríamos inmensamente felices con nuestra relación a escondidas de mi hermano. Sonaba genial, pero era hora de volver a la realidad: lo más probable era que él acabara trayendo a alguna chica, yo saliera antes del instituto, entrase en casa pensando que no hay nadie, y... ¡Sorpresa! Me encontraría a Ethan con otra en el salón.
¡Si pasa eso me muero! Me muero de vergüenza, de celos, de desamor... ¡De todo! No podría soportarlo.
Cerré el grifo y salí de la ducha.
Por hoy se acabó sobrepensar.
Las duchas solo servían para complicarte las ideas o tomar decisiones, y yo no tenía que tomar ninguna decisión en estos momentos.
Enrollé una toalla a mi cuerpo, y con una más pequeña sequé un poco mi pelo. Luego quité el vaho del espejo y me miré: realmente tenía cara de niña, no me extrañaba que Ethan nunca se hubiera fijado en mí. Cogí uno de los lápices de ojos que tenía Carol en el baño y delineé una fina línea en el párpado superior. Me volví a mirar al espejo: mucho mejor, por lo menos así resaltaban mis ojos verdes. Tomé prestados unos tejanos y una camiseta ajustada del armario de mi amiga, guardé la ropa que había usado la noche anterior en el bolso y fui a la cocina.
—Carol, despierta ya, son las dos del mediodía.
Mi amiga gruñó mientras abría lentamente los ojos y extendía su brazo hacia mí. Le ofrecí una taza de café caliente. Me había acostumbrado a despertarla así, hace dos años descubrí que de ese modo su malhumor matutino disminuía. Se incorporó, posó una de sus manos en su sien y soltó un quejido. La miré de arriba abajo, tenía un aspecto deplorable: su pelo estaba enmarañado, no se había desmaquillado, por lo que se le había corrido el rímel y parecía un mapache, además sus ojeras estaban bastante pronunciadas...
—Estás horrible.
—Gracias —su voz ronca parecía más cansada de lo que realmente podía estar—, adoro tu sinceridad.
—Para algo estamos las amigas.
—¿Has hablado con Ethan? —aguardé en silencio. Sí, había hablado con él, pero no había mantenido una conversación productiva—. Me doy por contestada.
El timbre de la puerta nos pilló desprevenidas, pues no esperábamos a nadie. Tras intercambiar una fugaz mirada comprendí que ella no bajaría a abrir la puerta, no con esas pintas. Suspiré y me dirigí hacia la entrada. Mi sorpresa llegó cuando abrí la puerta y me encontré con la inesperada visita.
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El amigo de mi hermano
RomanceNerea debe abandonar su hogar e irse a vivir con su hermano a casa de su mejor amigo: Ethan, del que está enamorada desde hace años. El problema es que él es un mujeriego y sabe que lo más probable yéndose a vivir con él es que salga lastimada... To...