Te quiero
Cuatro días después me dieron el alta. Ethan estuvo conmigo prácticamente las veinticuatro horas de cada uno de los días que estuve en el hospital. Y ahora, que por fin estaba en casa, parecía que tampoco tenía intención de separarse mucho tiempo de mi lado. Una parte de mí estaba completamente feliz de tenerle todo el día pendiente de mí. Sin embargo, la otra parte vivía con miedo, miedo a que volviera a repetirse la situación del primer día que estuve ingresada. Ese día, Ethan iba a confesar sus sentimientos por mí, eso lo sabía muy bien, pero tenía claro que no quería escucharlos, no en aquel momento. En aquel entonces, Ethan parecía muy vulnerable. Si realmente mi accidente le había conmocionado tanto como dijo Jenny, es posible que sus sentimientos cambiaran solo por remordimiento, incluso por pena. Y yo no quería eso... Prefería evadir esa situación, esperar a que se calmaran las cosas y que él se lo pensara, aunque eso significase perderle para siempre. Eso es mil veces mejor que dejar que se declare, con sentimientos confusos, y poco después se diera cuenta de que realmente no me quiere. No hubiera podido vivir con él después de eso.
Ethan no había vuelto a sacar el tema, y ahora ya parecía ser el de siempre. Es cierto que pasaba más tiempo en casa y gran parte de ese tiempo me lo dedicaba a mí. Pero bueno, tampoco es que yo pudiera hacer mucho por mí misma. De momento, él se ocupaba de todo lo que tenía que ver con las tareas del hogar.
—Nerea —su voz grave me sacó de mis pensamientos—, ¿qué querrás comer? No hay nada en la nevera, así que saldré a comprar.
—Cualquier cosa me va bien.
—¿Seguro? Luego no te quejes.
—Nunca lo hago —le saqué la lengua.
Me levanté con algo de dificultad del sofá y cogí la muleta. Odiaba caminar con eso, no se me daba bien, era un estorbo más que una ayuda. Por suerte, la pierna no me dolía mucho, pero mi costilla me mataba; apenas podía coger aire sin sentir un leve pinchazo.
—¿A dónde vas ahora?
—A la ducha.
—Te duchaste ayer, no hace falta que lo hagas cada día teniendo así la pierna —se acercó a mí.
Hice caso omiso y seguí mi camino. Para mi desgracia no vi que una parte del suelo estaba mojado y resbalé. Cerré los ojos esperando el impacto contra el suelo, pero nunca llegó, a cambio noté unos fuertes brazos sujetarme la cintura. Al abrir los ojos me sonrojé por la cercanía del rostro de Ethan.
—Gracias —dije en un susurro.
—¿No dijiste que tendrías más cuidado?
La forma en que pronunció esas palabras provocó que un extraño sentimiento se apoderase de mi pecho y bajara hasta mi ombligo, sentí una especie de angustia mezclada con adrenalina.
—Lo siento.
Intenté zafarme, pero me tenía bien agarrada. Se acercó a mi cuello y recostó su cabeza en mi hombro izquierdo.
—¿Qué me has hecho, Nerea?
Ethan alzó la cabeza y me miró muy serio. Mi respiración se agitó en cuanto nuestros ojos se encontraron y mis mejillas ardieron como nunca antes lo habían hecho. Su rostro estaba a escasos centímetros del mío
—Creo que me has hechizado, porque lo que siento por ti no es normal... Ya no puedo contenerlo más.
Se acercó lentamente a mis labios hasta que noté una electricidad en ellos, allí permaneció durante unas milésimas de segundo que se me hicieron eternas. Nuestros labios se rozaban, pero no nos besábamos. Finalmente, no aguante la tensión, y a pesar de estar a punto de desmayarme por el subidón que me provocaba esa situación, le besé. Besé a mi querido Ethan.
El beso se tornó más demandante, quería más de él, lo quería todo. No podía parar de besarle, y al parecer él tampoco. Me cogió en brazos sin separar sus labios de los míos y me recostó con cuidado en el sofá. Se posicionó sobre mí mientras continuamos besándonos. El deseo cada vez se intensificaba más, hasta el punto de sentir que me faltaba el aire, pero no podía parar, no quería hacerlo.
—Dame un respiro —dijo separándose un poco de mí—. No quiero ir rápido, contigo quiero hacerlo bien.
—¿Qué?
Fue lo único que atiné a decir, y tartamudeando. Él sonrió y me acarició el pelo.
—Llevo mucho tiempo reprimiendo mis sentimientos, no sabía si era el adecuado para ti. Eres tan inocente, tan buena... Tus intenciones nunca son malas. Me preguntaba si estaría a tu altura, por eso me mantenía al margen. Pero ya no puedo —volvió a besarme—. Te quiero, Nerea.
De mi boca escapó un ridículo y agudo sonido. Me tapé la boca y noté cómo me ardían las mejillas.
—Yo también —dije con lágrimas en los ojos—. Hace mucho que te quiero.
Le miré y vi cómo le brillaban los ojos. Miles de mariposas revoloteaban por mi estómago. Notaba que estaba a punto de desmayarme por la emoción acumulada en mi pecho. Por fin, después de tanto tiempo, había conseguido al hombre del que llevaba años enamorada.
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El amigo de mi hermano
RomanceNerea debe abandonar su hogar e irse a vivir con su hermano a casa de su mejor amigo: Ethan, del que está enamorada desde hace años. El problema es que él es un mujeriego y sabe que lo más probable yéndose a vivir con él es que salga lastimada... To...