Bienvenido
Eran las dos y media de la mañana cuando Tom aporreó la puerta de la habitación. Ethan se levantó medio dormido a abrirle, por el camino se tropezó con mis zapatillas y casi se cae, pero ante la insistencia de Tom, siguió su camino hacia la puerta.
—¡Amy está de parto!
Abrí los ojos como platos y me levanté corriendo. ¿En serio estaba de parto? Si aún le faltaban tres semanas, se suponía que nacería a finales de abril, no a principios.
—¿No le falta casi un mes para salir de cuentas? —la voz de Ethan era somnolienta.
—Parece que el niño tiene prisa por salir.
Nos vestimos y salimos de casa como alma que lleva el diablo. Fuimos en el coche de Tom, pues Ethan no quería que se manchara su tapicería. Al llegar al hospital, ya nos estaban esperando, Tom había llamado por el camino, así que nos llevaron directamente a la habitación mientras bajaban a Amy a la sala de partos. Tom se tuvo que poner un uniforme de quirófano antes de poder ir con Amy. Estuvimos más de cuatro horas esperando en la habitación, por lo que en varias ocasiones, tanto Ethan como yo, nos quedamos dormidos en el sofá.
Sobre las ocho de la mañana subieron a Amy a la habitación, tras ella entró Tom con el pequeño en brazos. No tardamos en acercarnos a verlo, era una cucada. Siempre había pensado que los recién nacidos eran bastante feos, pero este era muy mono. Tenía la cara redondita y roja, las manitas buscaban algo a lo que aferrarse, y mantenía los ojos muy abiertos, de un color gris precioso.
—Felicidades, papis —Ethan parecía contento.
Tanto Amy como Tom se lo agradecieron.
—Felicidades —dije con una sonrisa—. Y a ti también, que ya eres tío.
Ethan me sonrió con algo de vergüenza y besó mi mejilla.
La enfermera enseguida puso al niño con su madre y nos informó que todo había ido muy bien. Ambos estaban en perfecto estado. Le colocó un analgésico diluido en suero a Amy antes de salir de la habitación.
—¿Mi sobrino ya tiene nombre?
Ambos sonrieron mientras miraban al bebé.
—Va a llamarse Luc —dijo Amy sin apartar la vista de su hijo.
—¡Qué bonito! —me acerqué a Ethan y le abracé por la cintura—. Es un nombre genial. Además, aprenderá a escribirlo rápido, al ser tan corto...
—¿Lo queréis coger?
Ethan enseguida negó con la cabeza.
—¿Puedo?
En cuanto Amy asintió me acerqué y cogí a Luc en brazos. Era tan pequeño...
—Está para comérselo —dije sin apartar la vista del pequeño.
Cuando alcé la vista pude ver que Ethan me miraba con ternura, lo que me sacó un sonrojo.
—Te queda genial —me susurró al oído poniéndome más nerviosa, sonrió de forma pícara y besó mi frente—. Tal vez en unos años.
Inflé los mofletes a más no poder y le miré con el ceño fruncido.
—¿Cómo que tal vez?
Ethan soltó una carcajada y volvió a mirarme con ternura.
—No te enfades, dulzura. Te aseguro que si no es contigo no es con nadie.
Sentí mis piernas flaquear, ese idiota conseguía hacerme sentir cosas que nunca antes había sentido. Coloqué al pequeño en el regazo de su madre antes de que Ethan dijera cualquier otra cursilada, de esas que me encantaban, y cayera redonda al suelo.
—Me encantas Luc, ¡hueles tan bien!
Todos se rieron ante el comentario.
—Intenta no comértelo —dijo Ethan entre risas.
—¡No es eso! ¡Los bebés siempre huelen bien! Además, te dejan su olor en la ropa... Es genial.
Ethan negó con la cabeza y me agarró de la mano.
—Creo que es hora de irse y dejar que la pareja disfrute de la paternidad a solas.
Sonreí y asentí con la cabeza mientras me aferraba al brazo de mi querido novio.
—Nos vemos mañana chicos.
—Amy, si necesitas cualquier cosa dímelo y te lo traigo —sonreí a la chica que descansaba en la cama con el pequeño en brazos y salí por la puerta tras Ethan.
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El amigo de mi hermano
RomanceNerea debe abandonar su hogar e irse a vivir con su hermano a casa de su mejor amigo: Ethan, del que está enamorada desde hace años. El problema es que él es un mujeriego y sabe que lo más probable yéndose a vivir con él es que salga lastimada... To...