La boda
Todos los invitados estábamos sentados esperando a la novia. Tom aguardaba en un precioso altar lleno de flores. Parecía muy nervioso. La iglesia que habían escogido era realmente amplia para los pocos invitados que había. El primer banco de la familia de Amy, donde debían estar sus padres, estaba tristemente vacío. No me sorprendió, era algo que sabíamos que iba a pasar, pero me parecía una verdadera pena que sus padres se perdieran este acontecimiento tan importante en la vida de su hija. Dos filas más atrás estaban las primas de Amy, su primo, y una de sus tías. Las últimas filas las ocupaban varias amigas y amigos de la novia y de Tom. En nuestra zona tampoco había muchos familiares más, pues solo quedaban con vida un par de primos, su tía y su tío.
Cuando sonó la marcha nupcial todos nos pusimos en pie. Se abrieron las puertas y Amy apareció del brazo de Ethan, que se había ofrecido a llevarla hasta el altar al ver que finalmente su padre no apareció. No pude evitar sonreír al verle: estaba tan guapo con el esmoquin azul oscuro... En ese momento todos miran a la novia, todos menos Ethan y yo, que nos mirábamos mutuamente.
Amy lucía un precioso vestido blanco de palabra de honor, con cola de sirena. Se ceñía hasta su cintura y luego caía suavemente hasta el suelo. Por la parte de atrás le arrastraba varios centímetros. Un fino tul cubría parte de su cara y caía por detrás, cubriendo casi todo el cabello, el cual llevaba recogido en varias trenzas enroscadas formando una especie de moño a la altura de la nuca.
Tom, por su parte, llevaba un esmoquin negro muy elegante, una camisa blanca y una corbata negra. Su peinado era el de siempre, a mi parecer eso le hacía lucir más cercano, más informal... Me gustaba ese detalle.
En cuanto Ethan entrega a Amy a su hermano se sienta junto a mí. Se acerca a mi oído, y rozando mi lóbulo con sus labios, susurra:
—Estás preciosa.
Le dedico una sincera sonrisa junto a una mirada pícara.
—Tú tampoco estás nada mal.
Se ríe y me besa la mejilla.
Escogí un vestido rojo de media manga con los hombros al descubierto. Me cubría todas las piernas, excepto por una apertura en la parte izquierda a partir de medio muslo.
Me emocioné al escuchar cómo pronunciaban sus votos matrimoniales y se intercambiaban los anillos. ¡Era la típica escena de una película de amor! Antes de bajar del altar cogen al pequeño Luc y se toman varias fotos con él, que hasta ahora lo había tenido una prima de Amy en brazos.
Al salir de la iglesia, Amy tiró el ramo, y cuando me cayó en las manos no pude evitar saltar a los brazos de Ethan y darle un apasionado beso. Al separarnos, Ethan estaba sonriendo de oreja a oreja, aunque podría jurar que yo estaba mucho más feliz.
El banquete se hizo en un espacio cerrado, aún hacía frío para celebrarlo al aire libre. Escogieron un precioso salón con grandes ventanales. Las mesas y las sillas estaban decoradas con grandes lazos de color blanco, y algún adorno plateado.
Todos nos hicimos un montón de fotos con los recién casados y con el pequeño Luc.
Después del banquete, que consistió en un canelón de setas de primero y una lubina con guarnición de segundo, sacaron la gran tarta: cubierta de chocolate blanco y adornada con unos aros dorados que simulaban los anillos de boda.
Tom cogió el micrófono y alzó su copa.
—Quisiera proponer un brindis por mi increíble esposa —dijo haciendo que Amy se ruborizara a más no poder—. El primer día que te conocí, sin pretenderlo, se grabó a fuego en mi interior. Aquella noche apenas dormí. Recuerdo que pensé «esto debe ser una señal». Así que no dudé en tirarme a la piscina, a sabiendas de que estaba llena de obstáculos, y que para conseguirte debía cruzarlos todos. No hubo ni uno de ellos que me impidiera llegar a ti, tampoco los hubo que me alejaran. Te tenía junto a mí, era lo importante —rozó la mejilla de Amy con el dorso de su mano—. Nos entendemos sin apenas tener que hablar, no necesito más para saber que es contigo con quien debo y quiero estar el resto de mi vida.
Amy empezó a llorar como una magdalena y se levantó para abrazar y besar a su marido. Ethan pasó un brazo por mis hombros y me acercó a su pecho para besarme la frente, mientras yo aplaudía e intentaba no echarme a llorar.
Mi novio era el padrino, así que le tocó hablar a él también. Cuando cogió el micrófono me agarró de la mano e hizo que me levantara con él, agarró mi cintura y sonrió.
—Hay muchos imposibles en la vida —me miró un segundo antes de mirar a su hermano—, nosotros lo sabemos bien, ¿verdad, hermano? —Tom hizo un gesto y alzó las cejas, comprendía por donde iba el discurso de Ethan—. Sin embargo, cuando sientes esa sensación, ese amor especial y único que te une a esa persona, parece que no hay nada imposible. Cuando decides apostar por ese sentimiento y te aferras a él, todo lo demás desaparece, no hay obstáculos que puedan impedirte estar junto a ella —me miró y no pude contener las lágrimas—. Por Tom y por Amy, os deseo lo mejor; habéis luchado mucho por esto, disfrutadlo, os lo merecéis.
Todos empezaron a aplaudir mientras yo buscaba desesperadamente los labios de mi perfecto novio. Era un cielo. Me abrazó por la cintura y me besó la sien antes de sentarnos.
—No sabía que eras un poeta —le dije mientras me secaba las lágrimas.
—Yo tampoco lo sabía, al parecer tú me inspiras —besó una de mis lágrimas y me cogió la mano—. Sacas lo mejor de mí.
No pude evitar sonreír como una tonta. No entendía cómo alguien podía hacerme tan feliz, y en ocasiones, sacarme tanto de quicio. Lo que tenía claro es que le amaba más que a nada, e iba a luchar por él. Me daba igual a quién tuviera que enfrentarme o qué obstáculos tuviera que superar, después de hoy, tenía más claro que nunca que podríamos estar juntos siempre.
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El amigo de mi hermano
RomanceNerea debe abandonar su hogar e irse a vivir con su hermano a casa de su mejor amigo: Ethan, del que está enamorada desde hace años. El problema es que él es un mujeriego y sabe que lo más probable yéndose a vivir con él es que salga lastimada... To...