Navidad
Por fin había llegado el 24 de diciembre. Me encantaba celebrar Navidad. Era mi fiesta favorita del año. Dos días antes, Ethan y yo habíamos ido a comprar un árbol de navidad, de esos de plástico que puedes reutilizar cada año: verde con las puntas de las ramas blanquecinas, simulando nieve. Llevaba toda la semana nevando sin parar, y yo estaba encantada. Me coloqué un vestido de manga larga de color azul eléctrico, que me llegaba hasta la mitad del muslo. Me maquillé un poco y bajé casi corriendo al comedor. La mesa estaba perfectamente decorada y llena de comida.
Mientras Ethan se ponía una camisa, fui a abrir la puerta: Carol venía acompañada de Fer, y llegaron a la vez que Jenny. Mi amiga me abrazó y entró a toda prisa en casa mientras temblaba de frío, Fer me dio dos besos y la siguió. Miré a Jenny con una sonrisa triste y la abracé. La última vez que nos habíamos visto fue poco después de que rompiera con mi hermano, habíamos seguido en contacto por teléfono y WhatsApp, pero no era lo mismo.
—¿Estás bien?
Jenny lo pasó muy mal después de romper con mi hermano. Tras nuestra noche juntas dejó de hablarme durante un par de semanas, decía que necesitaba tiempo para romper con el pasado y asimilar el presente. Me explicó que, de lo contrario, no se veía capaz de afrontar el futuro sin mi hermano. Llevaban demasiados años juntos y todo acabó muy de repente...
—Sí, ya estoy mucho mejor —me abrazó de forma cálida y acogedora—. ¿Cómo estás? Voy cotilleando tu Instagram y veo que vas subiendo fotos con Ethan, hacéis muy buena pareja.
Amy, que lucía una barriga considerable, bajó con un bonito vestido de color crema. Poco después hicieron acto de presencia Ethan y Tom.
Cuando nos sentamos a la mesa se hizo un extraño silencio. Miré a Jenny y ella me devolvió la mirada, Ethan me acarició la mejilla y sonreí. Creo que los tres echábamos de menos a mi hermano, pero no podíamos hacer nada hasta que entrase en razón.
—Me encanta poder celebrarlo todos juntos —Carol parecía muy animada—. Hacía tiempo que no nos veíamos.
—Sí, ha sido una buena idea —Jenny habló con voz alegre—. Siento mucho haber cortado el contacto con vosotros —nos miró a Ethan y a mí.
—¿Sabes lo que se siente cuando intentas hablar con una chica para saber cómo está, y ella te ignora delante de toda la universidad hasta el punto de que te miran como si fueras un psicópata acosador? Yo ahora sí —Ethan se hizo el ofendido antes de sonreír, estaba de broma—. Lo importante es que ya has vuelto.
—Claro, ni te preocupes —le dediqué una cálida sonrisa a Jenny—. Necesitabas tiempo, lo entendemos.
Tom se levantó de la mesa y fue a la cocina. Poco después sacó el pavo relleno que habíamos cocinado Amy y yo durante toda la tarde. Me levanté para sacar el puré de patatas y las verduras de guarnición.
—He oído que vais a casaros —Amy alzó la vista y sonrió a Jenny—. Enhorabuena.
—Gracias. En realidad, esperaremos a que nazca el bebé, pero sí, queremos hacerlo formal.
—¡Qué guay! Hoy en día casi nadie se casa.
Carol suspiró y miró a Fer de reojo.
—Ni lo sueñes —contestó él mientras seguía comiendo—. Cuando consigamos un trabajo y vivamos juntos hablaremos de casarnos.
—Qué poco romántico.
Todos estallamos en risas menos Carol, que se cruzó de brazos y miró a su novio con el ceño fruncido.
—No se trata de ser romántico o no, sino del pastizal que cuesta una boda.
—No tiene por qué —intervino Jenny.
—La suya sí —la interrumpí—. Conozco a Carol, si pudiera haría que la retransmitieran por televisión.
—Cállate... Tú tienes suerte, Ethan tiene tanta pasta que sí que podrás celebrar la boda de tus sueños.
Me puse roja como un tomate y le tapé la boca. Todos me miraban intrigados, por suerte Fer me salvó.
—Para eso, Ethan tendrá que querer casarse.
Ahora todas las miradas se centraban en él.
—Claro que quiero, no me perdería la oportunidad de ver a Nerea vestida de princesa por nada del mundo.
Su cálida sonrisa me deshizo, ¿cómo podía ser tan perfecto? Se acercó y me besó en la sien.
—Pues no te saldrá barato, Nerea siempre ha querido una boda en un acantilado con vistas al mar —Carol me miraba con una sonrisa traviesa—. Encuentra tú un sitio así para celebrar una boda...
—¡Cállate, estás hablando de cosas de cuando éramos pequeñas!
—¡Incluso hizo un dibujo! Adivinad quién era el novio...
—¿Dibujaste a Ethan como novio? —Tom contenía la risa.
Todos me miraban y sentía que las mejillas me ardían.
—Tenía nueve años, solamente conocía a los niños de clase, a mi hermano y a Ethan. ¿A quién iba a poner?
Todos empezaron a reírse por lo nerviosa que me había puesto, excepto Ethan, que me miraba con ternura.
A la una de la mañana todos se habían ido a sus respectivas casas. Mientras recogíamos la mesa me planté y dije con voz firme:
—Quiero todos los regalos debajo del árbol mañana por la mañana, así que ya podéis bajar a ponerlos durante la noche.
—Ya lo haremos el año que viene con el niño, ahora no es necesario, ¿no?
Miré a Tom decepcionada.
¿En serio era de esos? ¿No sentía la magia de la navidad?
—Yo te lo dejaré debajo del árbol —Ethan me besó en la nariz—. Espero que tú también dejes el mío.
—¡Por supuesto!
En cuanto Ethan fue al lavabo a lavarse los dientes, aproveché para bajar a poner el regalo debajo del árbol. Normalmente, yo me dormía antes que él, y luego ya no había quien me despertara, así que era mi única oportunidad.
A la mañana siguiente me desperté antes que nadie, a las ocho y media de la mañana. Me deshice del agarre de Ethan, que me tenía abrazada por detrás, y le obligué a salir de la cama aun con el pijama puesto. Llamé varias veces a la puerta de Tom y Amy, hasta que al final salieron con cara de sueño.
—¡Vamos, hay que abrir los regalos!
—Ahora mismo no sé si tengo una cuñada o una sobrina de cinco años...
Le miré con los ojos achinados, era un soso, pero no estropearía mi día de Navidad.
Bajé corriendo las escaleras, seguida de Ethan. Miré el árbol y luego miré a Tom y Amy, ¡habían puesto los regalos!
—A mí no me mires —dijo Tom bostezando—. Ha sido Amy.
La abracé mientras sonreía al verme tan emocionada. Me tiré al suelo y empecé a buscar mis regalos. Ethan me miró con ternura e hizo lo mismo.
Ethan me regaló una preciosa pulsera de oro blanco, unos botines marrones, un pintaúñas aguamarina, un gorro de lana color crema, un pañuelo para el cuello y un jersey a juego con el gorro. Yo le regalé una camisa, un juego para la PlayStation, un teclado con iluminación para su ordenador, un par de bambas y un libro. Pude permitírmelo con mi parte del dinero de la casa de mis padres, por fin había firmado los dichosos papeles tras varias visitas del abogado de mi hermano.
Tom y Amy nos regalaron una mesa blanca con un par de sillas a juego para poner en el balcón de la habitación. Y nosotros les regalamos un conjunto para el bebé y una trona.
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El amigo de mi hermano
RomanceNerea debe abandonar su hogar e irse a vivir con su hermano a casa de su mejor amigo: Ethan, del que está enamorada desde hace años. El problema es que él es un mujeriego y sabe que lo más probable yéndose a vivir con él es que salga lastimada... To...