Capítulo 8

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Cambio de vida

Había quedado con Carol a las ocho, era demasiado pronto para el gusto de ambas, pero hoy empezaban las rebajas y necesitábamos llegar antes de que abrieran las tiendas. Ya estaba arreglada y aún me sobraban diez minutos, así que decidí sorprender a Ethan con un desayuno. Sabía que no le gustaba lo dulce, así que descarté la bollería en seguida. Preparé una taza de café con leche y unas tostadas con queso fundido.

De pronto una idea magnífica, a mi parecer, cruzó por mi cabeza haciendo que sonriera ampliamente. Corrí hasta mi habitación, arranqué un post-it rosa y escribí:

"Salgo un rato, volveré para comer. Espero que te comas todo el desayuno, sé que no te gusta lo dulce, así que el café no lleva azúcar (por si quieres echarle). Espero que te guste, lo he hecho con mucho amor. Nerea ♡".

Releí la nota un par de veces y salí de casa dando saltitos. Cerré la puerta tras de mí y di unas palmaditas con una sonrisa de idiota. Al alzar la vista vi que Carol me miraba con las cejas alzadas y una expresión un tanto extraña, como si acabara de ver a una loca escapar de un hospital psiquiátrico.

—Ahora te cuento —me coloqué el casco y subí a la moto—. Deja de mirarme así.

—Si te hubieras visto la cara...

Pasamos toda la mañana de tienda en tienda, comprando todo lo que nos gustaba. Teníamos setenta euros cada una y gastamos prácticamente hasta el último céntimo. Había comprado varios conjuntos de ropa monísimos, y algún otro más provocativo, un pijama muy sexy, un vestido informal pero ajustado y escotado, y unos zapatos de cuña.

Era la una y media cuando Carol aparcó la moto en el jardín de Ethan. Le había dicho que llegaría a la hora de comer, y por suerte, había llegado a tiempo. Aunque tenía que darme prisa o no me daría tiempo de preparar la comida. Lo mínimo que podía hacer para agradecerle su hospitalidad era ocuparme de algunas de las tareas domésticas.

—Los pantalones ajustados y la camiseta con el hombro descubierto —gritó Carol antes de que pudiera entrar en casa—. Póntelos antes de comer con Ethan, se le va a caer la baba.

Una amplia sonrisa se formó en mi rostro al pensar en la reacción de Ethan. Abrí la puerta silenciosamente y subí a mi cuarto a cambiarme. Diez minutos más tarde bajé al comedor, encontrándomelo sentado en el sofá mirando la televisión.

—He vuelto.

Para mi sorpresa, se quedó embobado mirándome. Por fin demostraba que corría sangre por sus venas. Me retiré el pelo y caminé hacia él lentamente, me senté a su lado en el sofá y le dediqué una tierna sonrisa. Pero al parecer estaba demasiado ocupado mirándome el escote como para fijarse en mi sonrisa.

—¿Estaba bueno el desayuno?

—¿Qué?

No pude evitar soltar una risita. ¿Realmente estaba tan concentrado mirándome el escote cómo para no escucharme? No podía creérmelo. Eso quería decir, o bien que Jenny tenía razón y le gusto, pero se reprime porque soy la hermana menor de su amigo, o bien que es un maldito mujeriego.

—El desayuno, preguntaba si te ha gustado.

—¡Ah! Sí, estaba todo muy bueno —fijó su vista en la televisión, aunque parecía estar esforzándose mucho por no mirarme.

—Voy a preparar la comida.

—Ya la he preparado yo. Para agradecerte el desayuno —se excusó—. Son unos simples macarrones gratinados, pero creo que te gustarán.

—Si has cocinado tú, no puede no gustarme —intenté sonar coqueta.

Ethan alzó las cejas y me miró confundido mientras me sonrojaba a más no poder. Notaba como la sangre me hervía mientras mordía mi labio inferior.

¿Por qué siempre me pongo en ridículo yo sola?

—Voy a poner la mesa —me levanté rápidamente del sofá y hui hacia la cocina.

En cuanto llegué, me apoyé en la encimera y cerré los ojos.

¿Cómo se iba a fijar Ethan en mí? Era nefasta intentando ligar. Siempre he sido más de cuento de hadas, de que el chico diera el primer paso, y el segundo, y el tercero... Me llevé una mano a la cara y suspiré. A lo hecho pecho, ahora ya no valía echarse atrás. Por ahora le dejaría un rato tranquilo para que se olvidara de que era deficiente, pero atacaría otra vez por la noche. Si la cosa no salía bien, siempre podía huir a casa de Carol.

El amigo de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora