Capítulo 22

145K 6.1K 827
                                    

Cumpleaños

La sensación de despertarme junto a Ethan, en nuestra habitación, era indescriptible. Mi vida era como un cuento de hadas. Aunque hoy fuese lunes y tuviese que ir al instituto...

—Buenos días, dulzura.

Ethan me agarró de la cintura y me aproximó a él. Había dormido sin camiseta, por lo que me mordí el labio inferior cuando me estrechó contra su pecho. Él lo notó y me besó la frente.

—Buenos días, amor.

—¿Amor?

Ambos nos miramos mientras un leve sonrojo tiñó mis mejillas.

—¿Te molesta?

—Para nada —me besó en los labios—. Me encanta.

Después de pasar media hora en la cama comiéndonos a besos, Ethan decidió que era mejor levantarse.

—Quédate un poco más —le supliqué con carita de perrito abandonado.

—Si me quedo, voy a hacerte mía —dijo subiéndome el pijama para que no se me viera el hombro y acercándose a mi oído.

La adrenalina se apoderó de mí mientras el deseo crecía en mi interior. Pude notar que mis mejillas se encendían a la par que mis ojos le miraban, suplicando que su amenaza se cumpliera.

—No me opondría.

Ethan cogió el cojín y me lo estrelló en la cara.

—Burra. No digas eso con esa cara —pude ver sus mejillas algo sonrojadas mientras se levantaba de la cama—. ¿Quieres que tu hermano nos mate o qué?

Mi hermano... No había vuelto a pensar en él, y ahora tampoco quería hacerlo.

—Buenos días, Kuroske —saludé a la ranita de peluche antes de meterme en la ducha.

En la ducha pensé en Ethan, concretamente en lo que había dicho esta mañana. En lo que a los chicos se refiere, nunca había ido más allá de un par de besos, entre otras cosas porque siempre había estado enamorada de Ethan. Y antes de eso, no tenía edad para pensar en estas cosas... Debía reconocer que sentía cierto respeto, pero quería acostarme con él, tenía ganas, no quería esperar más.

Miré el calendario: mañana sería el cumpleaños de Ethan, y aún no le había comprado nada. Abrí el WhatsApp para informar a Carol que por la tarde teníamos que ir de compras.

Por suerte, el día pasó rápido, y a pesar de no tener mucho dinero, no me había costado encontrar un buen regalo para Ethan. Compré una pulsera de cuero negro con adornos plateados y un conjunto sexy para mí: estaba decidida a ser suya mañana por la noche. También compré ingredientes para hacer un pastel y sorprenderle con una cena espectacular. Aunque supuse que el conjunto sexy sería lo que más le sorprendería...

A las doce de la noche, desperté a Ethan, que protestó varias veces antes de abrir los ojos, y le felicité. Me sonrió sin muchas ganas, me dio las gracias, me besó y volvió a dormirse. Yo era de esas personas que sentían la necesidad de felicitar los cumpleaños antes que nadie, en cuanto el reloj tocaba la medianoche.

A la mañana siguiente me levanté muy temprano para preparar el pastel y dejarlo en la nevera. Después de clases esperé a que Ethan me recogiera, comimos y le prohibí entrar a la cocina, debía preparar la cena sorpresa.

Me costó bastante hacer el solomillo Wellington, aunque la quiche de espinacas y queso me quedó de muerte. Comprobé que el pastel estuviera bien y acabé de preparar la cena.

—Ponte elegante —dije saliendo de la cocina—. ¡Y no mires nada!

Subí corriendo a mi habitación y me puse la lencería que había comprado el día anterior, era de encaje rojo. Escogí un vestido azul eléctrico que me cubría hasta la mitad del muslo, apretado hasta debajo del pecho y lo demás suelto. Llevaba una especie de cinturón de pedrería y el escote hacía forma de V. Delineé una fina raya sobre el párpado y me puse un poco de brillo en los labios.

Salí de mi habitación, no sin antes comprobar que Ethan no estuviese por el pasillo, y me dirigí a la cocina. Me aseguré de que todo estuviera perfecto y encendí un par de velas con aroma a rosas.

Escuché a Ethan bajar las escaleras y salí corriendo a su encuentro.

—¡Cierra los ojos! ¡No puedes ver nada aún!

Observé cómo se quedaba quieto y me obedeció. Estaba guapísimo con sus tejanos oscuros y la camisa azul claro. Me dieron ganas de arrancarle la camisa y...

¡Calma!

—Vas a hacer que me caiga —sonrió al notar que le cogía del brazo y tiraba de él hacia la cocina.

—Ya puedes mirar.

Ethan abrió los ojos lentamente. Su cara reflejaba sorpresa.

—¿Lo has hecho tú? Es impresionante —miró la mesa para después girarse y clavar sus oscuros orbes sobre mí—. Tú sí que estás impresionante —me hizo dar una vuelta sobre mí misma—. Eres preciosa.

Se acercó y me besó de forma apasionada y demandante. Me aferré a su cuello para profundizar el beso. Sus manos viajaron desde mi cintura a mis muslos, pasando por mi trasero.

—Se nos va a enfriar la cena —dijo separándose un poco de mí. Hice todo lo posible por no apartarme, pero insistió—. Sería una pena que se echara a perder, tiene todo una pinta espectacular.

Desistí, en parte tenía razón: no me había pasado horas en la cocina para desperdiciar la comida.

Después de cenar, y de guardar todas las sobras de comida en un táper, saqué el pastel de la nevera. Apagué las luces, encendí las velas y le canté el cumpleaños feliz, aunque hubiera deseado no hacerlo. Sopló las velas, y, pese insistir durante más de dos minutos, no me dijo qué había pedido.

—No me hace falta pedir nada, contigo ya lo tengo todo —había sido su respuesta.

En ese momento nos fundimos en un beso, fue intenso y apasionado, se notaba que los dos necesitábamos pasar a otro nivel.

Nos comimos el pastel, que era de nata por fuera y chocolate por dentro, y le di el regalo. En ese momento estaba yo más emocionada que él. ¡Estaba segura de que le iba a encantar!

—¿Estás loca? ¿Cuánto te has gastado?

Sabía por su expresión que había acertado. Además, no había acabado la frase que ya se la había puesto en la muñeca izquierda.

—Simplemente dame las gracias —le di un beso—. Ven, tengo otro regalo para ti.

Ethan me miró con las cejas alzadas al notar que algo tramaba. Le cogí del brazo y le llevé a nuestra habitación. Me eché el pelo hacia un lado y me acerqué a él.

—¿Me ayudas con la cremallera?

—Nerea...

—Por favor —insistí dándole la espalda.

Finalmente, cedió y se acercó a mí. Sentir sus dedos sobre mi piel mientras bajaba la cremallera aumentó mi deseo. Mordí mi labio inferior conteniendo un suspiro. Una vez el vestido había caído suavemente por mis brazos, rozó mi espalda con la yema de sus dedos, provocando un escalofrío que viajó por toda mi columna vertebral. Me quité el vestido y me giré hacia él, quedando frente a frente. Me comía con la mirada. Sonreí nerviosa y pude notar que la sangre se me acumulaba en mis mejillas, así que, antes de que la vergüenza se apoderase de mí, me acerqué a él y empecé a desabrochar los botones de su camisa.

No protestó, simplemente se dejó hacer, y cuando ambos estuvimos en ropa interior se apoderó de mi boca. Me agarró por la cadera, cogió mi nalga izquierda y me alzó, enrosqué mis piernas en su cintura y le besé con más pasión y necesidad. Un gemido escapó de mis labios, provocando en Ethan un suspiro.

—¿Estás segura?

¿Me lo pregunta después de besarme y morderme el cuello y los hombros? Le miré a los ojos antes de contestar.

—Completamente —podía notar que mi mirada, igual que la suya, destellaba lujuria—. Quiero ser tuya, ahora y siempre.

El amigo de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora