Capítulo 23

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Promesa rota

Después de acostarme con Ethan por primera vez todo iba perfecto entre nosotros. Estábamos más acaramelados que nunca. Pero no podía durar para siempre, ¿o sí?

Escuché la puerta abrirse, y como ya era costumbre, salí corriendo como un rayo para recibir a Ethan. Pero, para mi sorpresa, no era él.

—¿Qué haces aquí?

—Eso debería preguntarlo yo. ¿No deberías estar viviendo con Jenny?

No contesté.

La mirada de mi hermano estaba llena de rabia, y empezaba a dudar de si podría hacerle cambiar de parecer.

—Nos queremos —dije al fin—. Deberías alegrarte por tu hermana y tu mejor amigo, ¿no?

—¡Eres menor de edad! ¿Entiendes eso? —Y dale perico al torno... ¿Con diecisiete años tengo que aguantar esto? Deseaba cumplir dieciocho mañana mismo para que dejara de utilizar esa excusa como argumento—. Además, nunca va a hacerte feliz, es un mujeriego, tarde o temprano acabará engañándote con otra.

Debo reconocer que eso me había dolido.

—¿Por qué tienes que ser tan desagradable?

—¿Por qué no aceptas que no es hombre de una sola mujer?

—¡Tú no le conoces realmente!

Los ojos se me inundaron, y antes de que mi hermano me viese llorar, salí corriendo. Ethan, que estaba a punto de entrar en casa, me interceptó agarrándome del brazo.

—Eh, preciosa, ¿qué te pasa?

Me aferré a su camiseta y eché a llorar desesperadamente, ya no sabía si por la rabia que sentía hacia mi hermano o por el dolor que me habían causado sus palabras.

Cuando Ethan vio a mi hermano en la entrada, frunció el ceño y me abrazó con más fuerza.

—¿Era necesario?

—Solo le he dicho la verdad.

—Ya me imagino —dijo con cansancio—. Prefiero no saber cuál es «tu verdad».

Aun así, mi hermano le miró desafiante, y con una media sonrisa, contestó:

—Le he dicho que tarde o temprano vas a engañarla con otra.

Volver a oír esas palabras provocó una fuerte angustia en mi pecho. Apreté la camiseta de Ethan y después salí corriendo.

—¿Eres estúpido o qué te pasa?

No alcancé a oír nada más. No quería escuchar nada de que saliera de su boca.

¿Cómo podía ser tan cruel conmigo? ¡Era mi hermano!

Llamé a Carol, que vino a buscarme en moto y me llevó a su casa, donde me quedé toda la tarde, hasta que conseguí calmarme. Cuando oscureció se ofreció a llevarme a casa y acepté, tarde o temprano tendría que volver...

En cuanto llegamos, la casa estaba llena de gente y todas las luces estaban encendidas. Al ver semejante ajetreo, Carol aparcó la moto y entró conmigo. La música se escuchaba desde el jardín, y retumbaba por todas las paredes de la casa. Una gran cantidad de gente colapsaba la entrada al salón. Nos miramos confusas.

¿Habían montado una fiesta mientras yo estaba llorando desconsolada?

Nos encontramos a mi hermano, que enseguida se acercó a hablar con nosotras. Carol se puso enfrente de mí, protegiéndome, cosa que le agradecí enormemente. No le reconocía, se estaba comportando como un imbécil.

—He montado una fiesta de cumpleaños para Ethan, total, es viernes y mañana no tenemos nada que hacer —mi hermano iba borracho—. No le busques —me dijo al ver que le buscaba con la mirada—. Ahora mismo está con una chica en su cuarto. Es lo que tiene un mujeriego, a la mínima que bebe un poco de alcohol se deja llevar por la lujuria.

Apreté con fuerza el brazo de mi amiga, que enseguida se encaró con mi hermano.

—Eres un gilipollas, ¿lo sabías?

—Buscarle por la fiesta si no me creéis... Se tira a todo lo que se menea —alzó los brazos como si estuviera diciendo algo obvio—, y en el fondo lo sabes.

Tenía los nervios a flor de piel y los ojos se me humedecieron, pero esta vez me armé de coraje para contestar yo misma.

—Es mentira. Él ha cambiado. Me prometió que no nos separaríamos nunca.

—Sus promesas no valen una mierda, de lo contrario no estaría contigo.

Le miré con el ceño fruncido, eso me había descolocado.

¿Qué quería decir que Ethan no estaría conmigo si cumpliera sus promesas?

—Vamos —Carol tiró de mí para alejarme de mi hermano—. No merece la pena.

Empecé a hiperventilar, busqué a Ethan por toda la sala, pero no estaba. Miré las escaleras, dubitativa, pero no subí, quería confiar en él. Sin embargo, las palabras de mi hermano me habían dolido demasiado, necesitaba ver a Ethan y abrazarle. No sé en qué momento empezó a darme un ataque de ansiedad, pero a estas alturas casi no podía respirar con normalidad. Carol se percató y me sacó fuera de casa. Lo veía todo borroso por las lágrimas, el suelo me parecía hecho de algodón, no me sentía segura, y encima estaba mareada. Carol me sentó junto a la fuente y me mojó la nuca.

—Voy a acabar con esta tontería —mi amiga sacó el teléfono y marcó a Ethan, lo puso en altavoz para que yo también lo escuchara—. ¿Ethan?

—¿Carol? ¿Estás con Nerea? No vayáis a casa.

—Demasiado tarde. ¿Dónde estás?

—He ido a buscar a Jenny, estamos de camino a casa —una parte de mí se alivió al escuchar eso, aunque mi estado no mejoró—. Derek se ha emborrachado y ha empezado a invitar gente para dar una fiesta, yo no podía controlarlo y pensé que tal vez Jenny...

—Luego me lo explicas —le corta—. Escucha, Nerea está muy mal. Derek le ha dicho que te estabas acostando con una en la planta de arriba y le ha dado un ataque de ansiedad. No sé si llamar a una ambulancia, casi no puede ni respirar, está muy pálida y mareada.

—Pásamela —su tono era serio—. Nerea, estoy con Jenny, ¿vale? No pasa nada, ahora mismo nos veremos así que intenta calmarte —las palabras no me salían, así que asentí al teléfono aun sabiendo que él no podía verme—. Te quiero.

—Nerea, cariño —reconocí la voz de Jenny—, no te acerques más a tu hermano, ¿vale? Todo lo que vaya a decirte será mentira, solo quiere haceros daño.

Escuché de fondo a Ethan repetir varias veces seguidas que iba a matar a mi hermano. Las manos y las piernas me empezaron a temblar, no podía controlar mi cuerpo.

—No tardéis por favor, Nerea está más blanca que la leche, me estoy asustando.

En cuanto entraron por la puerta bajaron del coche y corrieron hacia mí. Ethan se agachó para estar a mi altura y me hizo mirarle a los ojos. Jenny me acarició el pelo. Estaba sudando por cada poro de mi cuerpo, las lágrimas salían a borbotones y no controlaba mi respiración.

—Ven aquí —Ethan me sentó en el césped antes de sentarse detrás de mí con las piernas abiertas, me recostó sobre su pecho y besó mi hombro izquierdo—. Vamos a respirar los dos juntos, ¿vale?

Depositó un suave beso en mi mejilla mientras susurraba lo mucho que me quería al oído, y tras varias respiraciones, consiguió que me calmara un poco.

El amigo de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora