La tregua

105 12 0
                                    


Roman

Tan pronto como giro, mi estómago se contrae. Me pregunto lo que me va a lanzar hoy Kay, y si puedo encontrar una cosa mejor que hacer, lo que Aly piensa que me ayudará a tirar unos cuantos ladrillos de la pared que Kaylen tiene en torno a sí misma, o al menos conseguir que pare de desollarme verbalmente cada vez que me presento.

Mientras tomo la entrada lateral, suena mi teléfono. Detengo el coche en el parque y sonrío cuando veo quién es. -Hola, mamá.

-Hola, cariño -dice, y la calidez de su voz al instante me relaja-. Te pillo en un buen momento ¿verdad?

-Sip. Tengo algo en un momento, pero voy un poco temprano.

-Bien. -Suspira, y el cansancio viene justo a través del teléfono-. ¿Puedes venir a cenar esta noche? Sé que no es jueves, pero...

Me desabrocho el cinturón de seguridad con mi comodidad evaporándose rápidamente. Voy a casa de mis padres a cenar una vez por semana, y el jueves está a dos días. -¿Está todo bien?

-Oh, queremos hablar contigo de algo. Voy a hacer lasaña y pan de ajo -dice en esta linda voz cantarina, tratando de quitarme la preocupación.

No funciona. Ahora tengo alarmas sonando en mi cabeza. -Mamá, ¿qué pasa?

Está tranquila por un minuto. -No quiero que te preocupes por lo de hoy, ¿de acuerdo? Ven esta noche y todos nos sentaremos a hablar. -Hay otra pausa en la que mi boca se abre y se cierra un par de veces, intentando formar las palabras para discutir-. Me tengo que ir, cariño, pero ¿te veré esta noche?

-Sí -suspiro, y luego me aclaro la garganta-. Claro. Iré después de terminar las clases.

Colgamos, y mi mano cae a mi regazo. Me quedo mirando el teléfono, preguntándome por qué la gente piensa que es mucho mejor tener conversaciones en persona, especialmente si tienes que llamar por teléfono para invitarlos a tener esa conversación. Ahora voy a estar pensando en eso todo el puto día.

Mi padre tuvo un ataque al corazón el verano; ¿tuvo otra revisión? ¿Han perdido sus ahorros en algún accidente raro? Podrían ser un millón de cosas, y si no levanto y me meto en la mansión, me voy a sentar aquí a tratar de pensar en todas y cada una.

Abro la puerta y me meto el teléfono en mi bolsillo. Con mi cuaderno de dibujo y la caja de herramientas en la mano, voy a zancadas hasta la puerta lateral y entro. Ignoro el gruñido en mi estómago y me dirijo hacia el pórtico cerrado; la habitación con tres paredes de ventanas con vistas a los jardines y terrenos. Ojalá no lo asociara con tanta irritación.

Cuando giro la esquina y entro en la habitación, Kay ya está en su sillón, con la mirada fija en el césped. Sus dedos se extienden contra el cristal. Pienso en lo que dijo Aly, en cómo las personas con agorafobia se retiran del mundo por temor a los ataques de pánico. Y, ahora que lo estoy buscando, veo anhelo en la flexión de las extremidades de ella, en la forma en que la palma está plana en la ventana, como si quisiera hundirse a través del cristal y llegar al exterior. Dijo que sus padres piensan que lo está haciendo por atención, pero ella no sabe que estoy aquí. Cree que está sola y simplemente... mira. Deseosa. Está atrapada y no sabe cómo salir. Pero pienso... si pensara que podría, lo haría. Me golpea duro y rápido; puedo verla. No enojada, ni aterrorizada, ni insultante ni mala, simplemente a Kaylen, queriendo desesperadamente ser libre. Si alguien le entregara la llave de esta jaula en la que está, ¿la aceptaría? ¿La usaría?

Nuestros ojos se encuentran, y hay un momento, una fracción de segundo, cuando no estamos en guerra, cuando solo somos nosotros, y ninguno tiene los medios para defenderse de la batalla. La extraña sensación de necesidad llena mi pecho. No deseo sexual, sino una especie de ansia muy propia, mucho más grande que la simple necesidad física. Nunca lo he sentido antes, y ni siquiera sé cómo llamarlo. Desearía...

Alas rotas a traves del cristal (Román Burki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora