Extasis

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Roman

Hubo un momento en el que pensé que entró en pánico. Se encontraba tan pálida y temblando, que creí la perdería. Pero cuando hice que todo estuviese bien de nuevo, se calmó, y el alivio fue abrumador. En ese momento me golpeó lo mucho que quiero hacer esto, lo mucho que quiero ser el indicado. Y ahora que la probé, ahora que la hice correrse y los sonidos que hace, ahora que sentí sus muslos contraerse ante mi toque y sus jugos en mi boca, es mucho el esfuerzo que tengo que hacer para no enterrarme por completo en este momento. .

Sin embargo, no hay forma de que apresure esto. Un poco de anticipación lo hace mejor.

La sostengo un rato luego de hacerla venir por segunda vez, permitiéndole relajarse. Ya se está acostumbrando a estar desnuda cerca de mí, y ni siquiera se da cuenta. Sube la mirada hasta mí con esos enormes ojos marrones, y todo lo que puedo pensar es en que esto es real. Quiero dárselo todo, cualquier cosa para que siga mirándome así. Se siente tan jodidamente real, como si fuera solo para mí, solo por mí. Escucharla decir mi nombre en esa voz ronca mientras mi lengua se hallaba enterrada en su interior... casi me hace venir en mis pantalones.

Aún puedo saborearla en mi boca al estar recostado con su cabeza en mi pecho. Su cabello se encuentra extendido a lo largo de mi camisa, grueso y sedoso. Huele increíble, y quisiera enterrar mi cara en él. Todo de ella me hace querer más.

Sobre todo la manera en que sus dedos se deslizan por debajo de mi camiseta en este instante. Trazan mis abdominales, excitándome. Su mirada encuentra la mía, y en ella se hallan reflejadas las llamas de un fuego anaranjado. —Ahora quiero ver tu cuerpo.

—De acuerdo —digo, con mi voz un poco tensa. Allí estaba, esa mirada audaz y depredadora de Kay que había capturado con mi lápiz de carbón hace más o menos una semana. Remueve mi interior, y me convierte en su esclavo. Me siento y ella también lo hace, olvidándose de sus inseguridades, y otorgándome una vista frontal de su piel pálida, sus senos redondos, ya que se encuentra demasiado ocupada mirándome. Me siento sobre mis rodillas y alzo la camisa por encima de mi cabeza, con el corazón a mil, preguntándome cómo reaccionará.

Coloca una mano sobre mi estómago, el cual se contrae inmediatamente. Sin quitar la mirada de mi cuerpo, se eleva en sus rodillas también, recorriendo mi pecho con la palma de su mano. La mayoría de las mujeres se enfocan en el tatuaje, que cubre uno de mis pectorales y termina en mi hombro y cuello. No tenía idea que a las mujeres les iba a gustar tanto, pero supongo que es normal. Se ha convertido en parte del espectáculo; lo miran, corren sus dedos por las curvas, especulan sin sentido sobre lo que significa, y nunca se dan cuenta de lo que se encuentra debajo. Pero Kay apenas lo mira. Su mano acaricia el otro lado de mi pecho.
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Quién lo diría. Ignora por completo el decorado y se enfoca en la tonta vanidad debajo. Nunca antes había estado inseguro en lo más mínimo. Me mantengo en buena forma...—. A las mujeres parece gustarles más así —murmuro. Santo Dios, ¿ahora es que vengo a sentirme cohibido?

Su cálida mano acaricia mi rostro. —¿A ti te gusta así?

La miro entre los mechones de mi cabello. —Es un medio para alcanzar un fin. —Demasiado honesto. Estoy siendo demasiado honesto.

Sus labios carnosos sonríen. —Creo que serías hermoso de igual manera —susurra, inclinándose para besar mi hombro. Sus senos frotan mi pecho, y esa sensación de piel contra piel es insoportablemente deliciosa. La alcanzo y la pego contra mí, cálida y suave, moldeándose a cada uno de mis hendiduras. Deslizo mis dedos entre los mechones de su cabello, y besa mi cuello, mi hombro, mientras sus manos exploran mi cuerpo. Debo permitirle hacer esto, pero me está volviendo un poco loco. Me quedo quieto mientras su lengua sale a probarme, intentando dominar el deseo de moverme, de hacerme cargo.

Alas rotas a traves del cristal (Román Burki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora