Agorafobia

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La hija ermitaña loca de Liz es una especie de salvaje. Y, en realidad, "una especie de" es generoso. Fui allí intentando ser agradable. Quiero decir, no sé qué le ha pasado, y su mamá no es exactamente tierna, cariñosa y reconfortante, a pesar de ser bastante sexy. Quería mostrarle a Kaylen algunas cosas, tal vez ayudarla a expresar lo que está pasando en su interior. La mejor de las intenciones.

Pero, al parecer, lo que está dentro de la chica es cristal ácido y roto, porque, hombre, he estado allí cada día durante una semana, y cada hora es peor que la anterior. Ha pasado un tiempo desde que me he encontrado con alguien tan malo. Quiero decir, rabiosa, irónica y agria.

Detengo el coche en frente de mi edificio y camino dos cuadras hasta el estudio. Es un paseo de veinte minutos. Liz me paga doscientos por hora, me recuerdo. Puedo tolerar una gran cantidad por doscientos a la hora. Me siento en ese pórtico acristalado, dibujo y me marcho, porque la berrinchuda niña  se niega a hacer nada más que criticarme. Estoy tratando de hacer que se rinda, pero es increíblemente terca.

He tenido el estudio desde hace dos años, desde que me gradué de la universidad, y me paso más tiempo aquí que en mi apartamento. Cuando llego a mi espacio de tres por tres, oigo risas y gritos de asombro desde el extremo de la habitación. El estudio de Loris. Tiene compañía.

—Oye —digo en voz alta—, mantenlo limpio. —No es que me importe. He tenido más de un par de aventuras sucias aquí en mi estudio, después de todo, así que no voy a envidiar a ninguna otra persona—. O, si eso no es posible, tengo condones en mi caja de herramientas si los necesitas.

—Oye, Roman —responde  Aly. Aparece en mi puesto un momento después, con las mejillas rojas y su pelo corto y marrón rojizo un poco revuelto—. Llegas pronto.

Loris se acerca por detrás y le acaricia el pelo suelto, luciendo al mismo tiempo feliz y avergonzado. No parece haberse dado cuenta de que su propio pelo está todo despeinado, y el elástico que utiliza para recogérselo hacia atrás ahora cuelga torcido de un nudo a un lado de su cabeza. —¿Cómo van esas lecciones privadas?

Me río, a pesar de que no es gracioso. —A las mil maravillas.

Aly mira por encima del hombro a Loris y nota su cabello. Pasa los dedos por él y engancha el elástico, luego se lo da antes de volverse hacia mí. —Te ves como si quisieras golpear algo —dice ella.

—¿Alguna vez has hecho terapia con alguien que prefiere sacarte los ojos antes que sentarse en una habitación contigo? —le pregunto.

Las cejas de Loris se elevan. —¿Tan malo?

—Lo bueno es que me pagan lo suficiente para que pueda contar el dinero en mi cabeza en lugar de centrarme en lo miserable que es. —Sin embargo... así no es cómo paso mi tiempo con Kaylen. Mientras ella lanza sus bombas sobre los muros del castillo, la observo. Siempre tiene manchas blancas en las camisas oscuras que usa, y después de pasar por la cocina ayer y ver un pan recién horneado en el mostrador, estoy pensando que debe ser harina, a pesar de que nunca la habría vinculado a eso; su madre ciertamente no es así.

Aly frunce el ceño. —¿Por qué le estás dando lecciones a alguien que no las quiere?

—¿Porque su madre estaba dispuesta a pagar en efectivo por adelantado?

—¿Por qué, entonces? —Se hunde hasta el suelo y me da una mirada de puedes decirme cualquier cosa que probablemente hace magia en sus pacientes. Aly está en la universidad para ser terapeuta, y, claramente, ha hallado su vocación—. ¿Por qué una madre pagaría tanto si se trata de algo que su hijo no quiere?

Alas rotas a traves del cristal (Román Burki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora