KaylenRecorro la alfombra, intentando sin éxito ralentizar mi corazón acelerado. Con mis manos temblorosas, me las arreglo para marcar el número de Aly, y contesta inmediatamente. Abro la boca para hablar, pero no sale nada.
—Estaba a punto de salir a recogerte —dice ella.
—N-no —jadeo—. No puedo. Lo siento.
He estado despierta desde la medianoche, pensando en salir hoy, sabiendo que vendría esto.
Permanece en silencio por un momento. —Deberíamos haber planeado esto. ¿Has llamado a Erik?
—No lo conozco. No sé... —Aprieto los labios y me recuesto sobre el suelo. No puedo pasar por esto otra vez.
—¿Has llamado a Román?
—No. —Y el pensamiento de él es como una mano apretando alrededor de mi garganta. No puedo creer que sea un jodido fracaso. Se aseguró de que tenía mi número de celular antes de irse ayer. Pero cuando me llamó anoche, hice un gran espectáculo, y hablamos por mucho tiempo sobre todo, menos sobre el comienzo de mi terapia.
—¿Ayudaría si hablaras con él?
Sí, pero... —Yo no quiero que sepa —le susurro. Él va a estar muy decepcionado de mí, y no puedo soportar escuchar eso ahora—. No quiero que se sienta como que tiene que venir a salvarme.
—Ya veo —dice Aly—. Está bien, entonces. —Cuelga.
Bajo la vista hacia mi teléfono, pienso por medio segundo en llamarla de vuelta, y luego decido no hacerlo. Me liberó. Voy a mi sofá y me acurruco, con una pequeña parte de mí aliviada de no ir a la sesión, y el resto de mí completamente derrotado. Estoy tan cansada que mis ojos se sientan como si fueran demasiado grandes para las órbitas. Me calmo gradualmente, mi terror se desvanece, apartado por la desesperanza negra, y bajo la cabeza sobre mis rodillas.
—Toc, Toc —canta mi madre—. Un amigo tuyo está aquí.
Mi cabeza se sacude hacia arriba, y un rápido vistazo al reloj me dice que son treinta minutos pasados de la una. He estado durmiendo por media hora.Aly avanza a grandes zancadas hacia la habitación, sin quitarse su abrigo. Mi propio abrigo, que debe haber tomado en la entrada, cuelga de su brazo.
—Hola,Kay —dice Aly.
—¿Qué haces aquí?
Se sienta en el extremo del sillón, ignorando el cuestionamiento en la mirada de mi madre. —Escuché lo asustada que estabas y me sentí como que tenía que estar aquí.
Pestañeo. —¿En serio?
Me sonríe. —No quiero que te pierdas esta oportunidad, y esperaba que confiarás en mí lo suficiente como para intentarlo. Solo para probar.
Miro sus ojos, que están vacíos de ira, frustración o de impaciencia. Si no lo intento, nunca lo sabré. No seré capaz de decirme a mí misma que hice todo lo que pude. —¿Vamos a ir y venir?
Asiente.
—¿Te quedarás conmigo?
Otro gesto de asentimiento. —El primer paso es siempre el más difícil, lo sé. —Se pone de pie y me ofrece su mano. Ahí está la minúscula cursiva de un tatuaje en su muñeca, y mi mirada se estanca en el mismo. Me ve mirando y levanta su manga.
De las dificultades nacen los milagros.
—Es hermoso —le digo.
—También es cierto —responde.
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Alas rotas a traves del cristal (Román Burki)
FanfictionSecuencia de por Amor al arte