Dulce descubrimiento

91 9 0
                                    


Román

Me siento en la sala de espera de la terapeuta mientras Erik y Kay tienen su sesión de exposición en el campus, mirando sin ver las páginas de algunas revistas de entretenimiento. No podía pensar en ninguna otra forma de hacer que Kay me dejara entrar que simplemente aparecer y sorprenderla. Es la chica más testaruda, y no quería discutir con ella. Solo quería... impulsarme a ella. Arrastrarme bajo su piel para que no pueda deshacerse de mí.

Saco mi teléfono y miro fijamente el texto de Liz de hace unos días: Puede que necesite reconsiderar nuestro contrato para la comisión.

Tan pronto como lo vi, supe lo que tramaba. Quiere que deje sola a Kay , y piensa que lo haré.

Debería haber sido suficiente. En cambio, estoy aquí, corriendo el riesgo. Arriesgando mi sustento. Si intento estar con Kaylen , tendré que vivir con las clases y comisiones; sin añadir el ofrecer orgasmos. No podría poner mi farsa normal, de todas formas, porque Kay no dejará mis pensamientos. Siempre está allí, tocando agujeros cada vez que intento engañarme. En toda mi vida, ninguna chica se metió en mi cabeza como ella. Así que estoy aquí. Viendo si me dejará entrar. Si lo hace, estoy dentro. No tengo otra opción. Pero si me aleja, tengo que salirme. Duele demasiado.

Sé que es un riesgo. Me estoy lanzando al ring con una chica que fácilmente me puede desarmar. Una chica que es probable que desaparezca en unos meses. Una chica que en algún punto se dará cuenta que no soy tan especial como piensa. Podría huir de eso, pero eso significaría que no puedo tener este momento con ella, y eso me haría incluso más miserable. Básicamente, es romper mi corazón ahora o después, y supongo que siempre fui un poco de dejar las cosas para después.

Regresan después de cuarenta minutos, y Kay se ve con los ojos hundidos. Me levanto de golpe de la silla, pero Erik extiende la mano.

—Está bien. Lo hizo genial.

Entonces, ¿por qué luce así? —¿Entraste en pánico? —le pregunto a ella.

Me da una sonrisa cansada. —Un poco.

—Pero te mantuviste firme, y lo enfrentaste sin escapar. ¡Incluso cuando nos hallábamos rodeadas por esas personas! —Erik frota su brazo—. Pensaste en la manera de superarlo. Entonces, tu tarea es hacer eso unas cuantas veces esta semana, como lo hablamos. Junto con tus ejercicios en casa.

Meto las manos en los bolsillos, sintiéndome estúpido.

Tener a Kay a mi lado es lo más increíble. Solo la he conocido en este entorno, en interiores, y viéndola desde esta perspectiva, con el sol de la tarde de invierno que muestra reflejos rojos en su pelo, las mejillas y la punta de su nariz besada con frío... me encanta. Tan pronto como abrochamos nuestros cinturones, alcanzo su mano, pero se aleja de nuevo. Mi mandíbula se aprieta. —¿Hice algo mal?

—No soy frágil —dice con voz plana.

Me río. —¿Y crees que te trato así porque creo que eres frágil?

Por el rabillo del ojo, la veo asentir, y dejo salir un aliento exasperado.

—Eres la única persona a la que le he hablado sobre mi mamá. ¿Sabías eso? ¿Cómo te hace sentir cuando te digo cuán preocupado estoy por ella y mi papá?

—¿Qué tiene que ver eso con...?

—Solo dime.

—Como que quiero ayudarte —dice en voz baja—. Quiero cuidarte.

—¿Eso es porque creer que soy frágil?

Se ríe entre dientes. —Eres la persona menos frágil que conozco.

Alas rotas a traves del cristal (Román Burki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora