KaylenLa nieve se amontona en las paredes grisáceas a cada lado de nuestro camino, alrededor de los troncos de los árboles que bordean la calle estrecha. Desde la ventana de la puerta de entrada, veo el destello solar del techo del coche de Román mientras él viene lentamente a lo largo del camino. Tengo el estómago contraído. Él no ha dejado mis pensamientos desde que salió el domingo por la mañana, y he sido como un hámster en una rueda desde entonces. Quiero llamarlo.
Sin embargo no lo ha hecho. Lo que... tiene sentido. Digo, no soy más que una estudiante de arte loca, la chica solitaria que no puede vivir en su mundo. ¿Por qué iba yo a esperar que recurriera a mí? Él tiene toda una vida fuera de esta mansión. Solo ha compartido unas horas conmigo. A veces me convencí de que significaba algo para él, pero en realidad, ¿cómo podría? Nos conocemos el uno al otro desde hace unas pocas semanas y nos hemos visto solo una hora al día, y la mitad de ese tiempo, era una perra rabiosa que trataba de alejarlo.
Y la otra mitad, era una chica locamente enamorada ofreciéndole dinero por la oportunidad de obtener un poco más de él, de lo que quería ofrecer. Lo busqué en el diccionario y resulta que es la definición de patético.
¿Y ahora qué? Él no tomó el dinero. ¿Es porque se dio cuenta de lo triste que era y decidió darme un regalo? Tuve que reírme cuando vi su nota. Casi podía verlo sacudiendo la cabeza. Al igual que vio a través de mí y me arrojó a la cara el dinero. No por ser malo, porque no es un chico malo. No, es porque está jugando un juego que es demasiado sofisticado para que me uniera, y lo sabe.
Froto la piel de gallina en mis brazos mientras su coche desaparece detrás de un montón de nieve, dirigiéndose hacia la entrada lateral. El ama de llaves habla desde la cocina. —¡Tu profesor de arte está aquí, Kaylen! ¿Quieres que le dé tu paquete?
—No —grito, con voz quebrada. En mis sueños estúpidos, esto había sido algo perfecto. Hay cuatro tipos diferentes de brownies, y los envolví cada uno individualmente, porque imaginé que Román y su padre iban a estar mucho en el hospital, y puede ser que necesiten un refrigerio. Solo quería hacer algo por él. Pero ahora que está aquí, estoy imaginando dárselo, y se siente tan infantil—. Se lo daré más tarde —agrego, demasiado bajo para que ella lo oiga. Me dirijo al pórtico cerrado, porque ahí es donde él espera encontrarme. Me hundo en mi silla y me prometo que nada de esto es gran cosa, que tal vez no sea capaz de mantenerme al día con él, pero tampoco tengo que perseguirlo como una fan alocada.
Pero cuando entra, llevando la caja de herramientas y luciendo más bello de lo que recordaba, mi dignidad se va, derramándose como una piel de serpiente. Lo que hay debajo es demasiado poderoso para ser contenido. Me levanto, con ganas de correr hacia él y tirar mis brazos alrededor de sus anchos hombros. Tan hermoso como es, puedo ver las ojeras, las arrugas de preocupación en torno a su boca. —¿Cómo está tu mamá?
Pone su caja de herramientas en el suelo. —Se está recuperando. Le pusieron un tubo de respiración ayer por la noche.
Mis manos revolotean alrededor del dobladillo de mi camisa. —Ellos... ¿lo sacaron todo? El cáncer, quiero decir...
—Creo que sí. —Se frota los ojos, como si lo que necesitara es una siesta, no una inquisición—. Ella se va a someter a quimio, pero vamos a esperar hasta que se recupere. —Su expresión cambia, y se aleja—. La cirugía la agotó.
Él empieza a abrir su caja y a recuperar sus carboncillos, pero me acerco y dejo mi palma sobre su espalda. Él se congela, con sus músculos tensos.
—Lo siento, Román. No tenías que venir hoy aquí.
Inclina la cabeza —Sin embargo, quería.
—¿Por qué? —susurro.
Se gira hacia mí. —La respuesta es muy complicada, Kay. —Cierra los ojos. Me pregunto si él ha tenido una hora de sueño real, desde que salió de aquí el domingo.
ESTÁS LEYENDO
Alas rotas a traves del cristal (Román Burki)
FanfictionSecuencia de por Amor al arte