Cuenta regresiva... si es mucho más

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Román

Estoy rodeado, y Liz  tiene sus garras en mi brazo, y Kay desapareció. Empiezo a preguntar si de verdad la vi aquí. Podría haber sido producto de mis deseos de medio borracho. Después de todo, si puedo escuchar su voz en mi cabeza, ¿por qué no puedo verla justo frente a mí?

Liz sigue pasando la mano por mi cadera. Está cachonda, y lucho contra la necesidad de apartarla. —Cómo has visto, tuve una pequeña complicación —susurra en mi oído después de que le agarré su bebida—.Mi hija insistió en venir.

Parpadeo. La confirmación de que ella realmente está aquí. Ahora estamos llegando a alguna parte. —Eso es genial —respondo, buscándola—. Querías que saliera de la casa. —No puedo creer que esté aquí. ¿Cómo lo hizo? ¿Y por qué? Parecía tan segura de que no podía. Se encontraba tan asustada. Pero lo hizo. Una excitación nerviosa revuelve mi interior. Hay lugares a los que la quiero llevar. Cosas que le quiero mostrar. Quiero compartir mi mundo con ella.

¿Qué demonios estoy pensando?

—Sé que quería que saliera más —se queja Liz—, pero no que estropeara nuestra noche. Así que le expliqué todo, y creo que entiende.

Mi estómago cae. —Explicaste...

—Que podemos enviarla a casa en el auto y tú puedes llevarme a un hotel.

Ahora me siento enfermo. Pero, ¿esto no es lo que quería? ¿No es esto mi vida? ¿No es esto lo que he escogido?

No, en realidad. Ya sea que lo quiera o no, si ella me quiere o no, creo que estoy a punto de escoger algo más.

—Román , ¿puedo hablar contigo? —Loris a aparecido mágicamente en mi hombro. No se ve feliz, como si algo le molestara.

—Liz, ¿me disculparías? —pregunto.

Sus dedos se tensan en mi brazo un segundo, y luego los deja ir. —Seguro. No te demores mucho —dice en ese tono de por favor ámame.

—¿Qué pasa? —pregunto mientras Loris camina hacia el corredor trasero.

—Ella está aquí —expresa—.Su hija.

—Su nombre es Kay. Y lo sé. La vi con ...

—Está en el baño —me dice, sus ojos llenos de preocupación—.Aly está ahí con ella. Dijo que la chica está teniendo un ataque de pánico.

Mierda. Lo paso y avanzo a zancadas por el pasillo, ni siquiera dudando cuando abro de un tirón la puerta del baño y hallo a Alysha dentro, cerniéndose cerca de la puerta cerrada del segundo urinario. Y extendida en el piso bajo esa puerta hay mechones de cabello largo y marrón. —Kay—digo con voz ahogada, sorteando a Aly. Intento abrir la puerta de la cabina, pero la tiene cerrada.

—Ábrela —le pido, con mi corazón latiendo con fuerza—.Kaylen, abre la puerta. Ahora.

No responde. Pero puedo escucharla; respiraciones agudos y frenéticas, chillando en cada inhalación, cada uno un grito en mi oído. No puedo soportarlo. No puedo esperar que se recupere, necesito llegar a su lado en este jodido segundo. Me extiendo y agarro la parte superior de la puerta, planto el pie en la muralla de metal entre las dos cabinas, y tiro tan duro como puedo. Toma tres intentos, pero la cerradura cede y la puerta se abre.

Kay se cubre la cabeza con sus manos, y sus omóplatos desnudos se ven frágiles y puntiagudos. Me arrodillo a su lado. —¿Cuánto tiempo ha estado así?

—Tal vez diez minutos —dice Aly.

Cada segundo parece agonía. Mis manos se ciernen sobre el cuerpo tembloroso de ella. No estoy seguro de si debería tocarla o no. —Oye —digo en voz baja—. Soy yo.

Alas rotas a traves del cristal (Román Burki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora