KaylenNuestro teléfono empieza a sonar temprano el viernes por la mañana, y oigo a Rose, nuestra ama de llaves, responder mientras yo me como el último trozo del pastel de café que hice ayer por la mañana. —Por supuesto —le dice a la persona en la otra línea.
Cuelga y viene hacia mí, con una expresión tensa en su rostro. —Dicen que está tormenta va a ser mala.
Miro por la ventana. Copitos de nieve rebotan contra los cristales. —¿Eran los trabajadores para cancelar?
Ella asiente. —Señorita, yo... —Su frente se arruga y mira por la ventana.
—Ve a casa —digo—. No esperes.
Se hunde por el alivio. —Oh, gracias. —Sin embargo, la preocupación cubre su cara de inmediato—. ¿Estará bien?
—Claro que lo estaré. No tienes que preocuparte por mí. —Incluso mientras lo digo, mi corazón late un poco más rápido. Estoy segura aquí, ¿verdad?
—Hay mucha comida en el refrigerador y en la despensa. Fui a comprar ayer —dice con entusiasmo, como si pudiera ver la ansiedad escrita por todo mi rostro.
Temblando mientras fríos pinchazos de pánico recorren mi piel, asiento. —Estaré perfectamente. Ve a casa con tu familia.
Me dedica una sonrisa de gratitud y se marcha. Estoy sola. Se supone que Román estará aquí a las diez, pero ¿por qué aparecería? De hecho, si tuviera su número, le llamaría y le diría que se quede en casa. No debería conducir hasta aquí con este tiempo, no cuando todos los demás están buscando refugio. Tal vez él no aparecerá. Eso estaría bien. No me molestaría. Quiero decir, estoy aquí, sola, y aparentemente hay una tormenta de nieve descendiendo sobre nosotros, pero esta casa es sólida y segura, y nada me puede hacer daño siempre y cuando me quede en el interior.
Llamo a mi madre. Su teléfono va directamente al buzón de voz. Llamo a mi padre. Lo mismo. ¿No saben que me han dejado aquí sola?
No, porque no se hablan entre sí.
Así que ¿a quién se supone que debo llamar si hay una emergencia?
Me cubro la cara y me digo a mí misma que debo calmarme. A la mierda. Haz algo. Tengo suficientes años, por amor de Dios. También soy lista. Puedo pensar en una forma de pasar por esto; siempre y cuando el pánico no tome el control.
—No lo permitiré —digo en voz alta mientras me paseo. Luego voy a la sala de estar y enciendo el televisor. Es todo sobre la tormenta, todo el tiempo.
¿Cortes de energía?
¿Qué debería hacer si hay un corte de energía?
Linternas. Pilas. Velas. Cerillas. Me escabullo por toda la casa, sintiéndome débil, mareada y desesperada, rebuscando en el armario de suministros, recolectando todo lo que pueda necesitar mientras me digo a mí misma que no entre en pánico. Alineo las cosas sobre la isla de la cocina. Todo va a ir bien.
—¿Kay?
Grito antes de registrar el familiar sonido de la voz de Román.
—¡Kay! —Sus pisadas son pesadas por el pasillo. Debe de haber ido al pórtico cerrado y visto que no estaba allí. Entra corriendo en la cocina, con sus ojos muy abiertos, su cabello despeinado. Su gorro de lana está tirado en el pasillo detrás de él—. ¿Estás bien?
Con la mano sobre mi estómago, empiezo a reír. Nunca he estado más aliviada de ver a alguien en mi vida. Quiero correr hacia él y lanzar mis brazos alrededor de su cuello, pero no lo hago. Él no querría que lo hiciera. Su comportamiento amistoso pero distante de los pasados días ha dejado eso muy claro. —Me asustaste, eso es todo.
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Alas rotas a traves del cristal (Román Burki)
FanfictionSecuencia de por Amor al arte