La prueba final

91 8 2
                                    


Román

Loris cae en el taburete junto a mí, y llamo con la mano al camarero. —Solo agua —dice Karius al tiempo que el camarero desliza una cerveza en mi dirección.

Mi mejor amigo me mira mientras sus cejas se levantan. —Te ves terrible —dice.

—Gracias. —Lo miro de reojo—. Lo digo en serio. Gracias por venir. Sé que podrías estar con Aly...

Agita sus manos mientras la esquina de su boca se mueve nerviosamente. —Al verte esta mañana, decidí que era momento para una intervención. ¿Cuántos días han pasado?

Podría ser un farsante y fingir que no sé de lo que está hablando, pero estoy demasiado agotado para jugar. —Ocho.

—¿Te duele menos?

—No. —Duele más. Porque cuanto más repito en mi mente mis últimos momentos con Kay, más seguro estoy de que me equivoqué. Ella trataba de conseguir algo de espacio, pero no era como si estuviera alejándome para siempre. Sin embargo, me destruyó. Había estado listo para decirle cómo me sentía. Quería llevarla de vuelta a mi apartamento y mostrárselo. Y fue entonces cuando decidió que, no importaba lo que yo hiciera, me interponía en su camino.

En algún lugar, en los confines de mi cerebro, puedo entender eso. Incluso la admiro por querer valerse por sí misma, por no querer depender de nadie excepto de sí misma. Creo que es lo que necesita, porque tiene decisiones importantes por delante, y algunas peleas grandes si se desvían de lo que esperan sus padres. No soy tan egoísta o estúpido para no poder ver todo eso.

Pero quería ser el chico. No pude evitarlo. Me hizo sentir desnudo, y quería ser su armadura. Sin embargo, eso no es lo que quería ella.

—Ella hizo lo que tenía que hacer —digo mientras Loris bebe sorbos de su agua—. Y yo... probablemente lo jodí.

—¿Probablemente?

—Definitivamente. La hice elegir entre todo o nada, ningún término medio. Dijo que necesitaba un poco de tiempo y salí volando de allí como si me hubiera dicho que no quería volver a verme. En este punto, seguramente no quiere volver a verme nunca más.

Loris arremolina su dedo por el anillo circular dejado junto al vaso de agua. Está mirándolo de este modo resuelto que tiene él, como si estuviera imaginando y recreando la forma sobre el lienzo. —Incluso si eso fuera cierto, no cambia lo que sientes por ella.

Tomo un trago largo para lavar la amargura. —Estoy trabajando en eso. —Y fallando, consiguió lo que quería: Kay y yo terminamos. Tal vez decidió que había hecho suficiente.

—¿Sabe ella que Liz canceló la comisión?

Me vuelvo hacia él, mientras el terror tuerce mis entrañas. —Si lo sabe, debe pensar que me fui por eso.

Asiente, dibujando líneas onduladas en la condensación en su vaso.

—Ella va a pensar que era por el dinero —digo con voz ronca. Eso va a molestarle mucho.

—Pero no lo era.

¿No lo era? El mensaje de texto de Liz llegó antes de que recogiera a Kay esa noche. Pero me sentía tan loco por ella que cada pérdida parecía valer la pena. Sin embargo, tan pronto ella me alejó... huí. ¿Era porque no quería salir lastimado o porque estaba aterrorizado de quedar sin nada?

—Puedes hacerlo, Román—dice Loris —. Podrías ganarte la vida sin las... cosas extras. Si quisieras.

—No lo creo. —Después de que discutí con Kay la noche del lunes, me fui a casa y saqué mi teléfono, planeando llamar a todas las mujeres que habían dejado mensajes en las últimas semanas. Pero mientras me desplazaba por el registro de llamadas, no paraba de ver el número de Kay, seguía recordando las horas que habíamos pasado hablando, y luego la extrañé tanto que tuve que guardar el teléfono e ir por una larga y dura carrera hasta que estuve demasiado cansado para pensar. Eso hace días, pero la idea de llamar a cualquiera de esas mujeres, de estar con cualquiera menos con ella, me perturbaba—. Pero tal vez no tengo opción.

Alas rotas a traves del cristal (Román Burki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora