La zarigueña y su camino a la redención

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Román

El borde de mi cama cruje cuando me levanto y meto el teléfono en mi bolsillo. Acababa de llegar a casa de mis padres cuando llamó Liz, así que me dirigí a mi antigua habitación para un poco de intimidad. Porque no quería que mi madre me oyera recibir una llamada sexual.

Esto se está poniendo complicado. Debí haberlo sabido. Cuando Liz llamó, noté por su voz que estaba molesta, y cuando empezó a hablar de que paso más tiempo con Kay, me di cuenta de que se encontraba celosa. Lo cual es ridículo. Excepto... mientras lo decía, me encontré pensando en Kaylen otra vez.

¿A quién estoy engañando? No he dejado de pensar en ella todo el día.

Hace unos años, decidí que era mucho más fácil darle a la gente lo que quieren de mí, y mantener en privado las cosas que son importantes. La mayoría de la gente no está interesada en estas cosas de todos modos. Sino en sí mismas, y lo que puedo hacer por ellas, o cómo puedo hacer que se sientan. El sexo es solo eso. El arte es así. Loris desnuda su alma en sus lienzos. Yo me desnudaba todo menos eso.

Esta mañana, cuando Kay me vio dibujar, me sentí desnudo. No sé cómo lo hizo, ni por qué, o si siquiera entendía lo que hacía. No creo que lo hiciera. Pero de momento a momento, deslizó sus uñas bajo mi papel pintado y lo desnudo en tiras. No estoy seguro de si me gustó o lo odié, si era bueno o malo para mí, pero una cosa es evidente para mí, tengo que tener más cuidado con ella. Sobre todo porque eso tiene de mal humor a su madre.

Es una oportunidad, de verdad. Si Liz se encuentra celosa, podría cortar las lecciones sin resentimiento por ello. Vendrá a la exhibición en la galería que se abrirá la semana que viene. Va a estar esperando que la entretenga después. Y lo haré. Le daré un buen espectáculo. Sin embargo, eso es lo único que conseguirá siempre de mí. Es lo único que obtendrá, porque es todo lo que estoy dispuesto a dar. Esta mañana con Kaylen fue una casualidad. Sucedió porque me encontraba molesto.

Y ahora tengo que ir a buscar el motivo. Tomo en una respiración lenta y la expulso, luego voy a la cocina, donde mi madre unta con mantequilla el pan de ajo. Sonríe cuando me ve y voltea su mejilla para que pueda besarla. Pongo mi brazo sobre sus hombros y aspiro el aroma de su lasaña, que está en el horno. —¿Cuándo va a estar papá en casa?

—En cualquier momento. Salió para comprar un poco de helado.

Sonrío. —Tú y tu adicción a los helados. —Mi mamá es como un pájaro, pero come como un caballo. Aprieto sus hombros, y se estremece. La suelto rápidamente—. Lo siento. ¿Estás bien?

Mira hacia otro lado y asiente. —¿Puedes traer los platos y tenedores?

Mi estómago se retuerce, pero no por el hambre. —Por supuesto. —Pongo la mesa mientras ella termina la cena, y papá viene con una caja de cartón. En lugar de sus habituales bromas, me da una sonrisa tensa y se dirige a la cocina para ayudar a mamá. Ahora he perdido casi por completo el apetito. Ocurre algo muy malo. Me siento en mi lugar de siempre.

Mi papá entra con la cazuela pesada de lasaña y la deja en un salvamanteles en el centro de la mesa, y mamá trae una cesta con pan de ajo envuelto en una servilleta de papel manchada con mantequilla derretida y manchas secas de hierbas. Agarro un cuchillo y empiezo a servir la lasaña, solo para tener algo que hacer. Los dos están demasiado tranquilos, y disparan mi presión sanguínea hasta la estratosfera. Cuando todos tenemos la comida en nuestros platos, mi papá da las gracias y todos recogemos nuestros tenedores. Sigo esperando que me digan que ocurre, pero en lugar de eso me hacen preguntas acerca de cómo va mi trabajo y si me siento emocionado por la galería de exposiciones. Respondo porque sería descortés si no, pero todo el tiempo, mi garganta se aprieta cada vez más.

Alas rotas a traves del cristal (Román Burki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora