RománMis nudillos lucen blancos sobre el volante. Mi mandíbula está muy apretada, mi boca se sacude con tensión, mis ojos arden y mi pecho me duele.
No he estado así de enojado en muchísimo tiempo. No me he preocupado lo suficiente por nadie para dejarlos tener ese tipo de efecto en mí. Nadie excepto mi familia, pero ellos no me hacen enfadar. Estas cosas con mi madre me tienen muy asustado, pero esto es diferente.
Quería sacudir a Kaylen. Gritarle. Quería lastimarla. Y tal vez lo hice, pero no lo creo. No le preocupa ser herida. Quiere lo que quiere, y es exactamente como su mamá y su papá; usará el dinero para conseguirlo. Y yo, soy una atracción en un parque de diversiones. Trepará, se bajará, irá a comerse un maldito algodón de azúcar y seguirá adelante.
¿No es eso lo que te gusta?
Sí, es como me gusta. Pero eso es porque usualmente no me importa lo que la gente piense de mí. No les doy nada de mí, así que no me afecta sus respuestas, no en los momentos importantes. Pero ella... la dejé entrar.
Esto es ridículo. ¿Por qué reacciono así? Soy yo el que quería mantener la distancia. El que no quería involucrarse. El que despertó y decidió que iba a hacer las cosas bien, aclararle que nunca dejé de jugar el juego. ¿Por qué estoy molesto solo porque ella está metiendo mil euros en el espacio entre nosotros? ¿Por qué me molesta que ella comenzara a jugar?
Porque me gustaba lo que teníamos. Porque pensé que había algo real ahí, aún cuando no podría definir ese "algo" ni para salvar mi vida, aún cuando me encontraba tan confundido por eso que tuve que retroceder.
Conduzco derecho al estudio. No solo porque tengo que hacer cosas, sino porque necesito desahogarme. Me las arreglo para poner mi auto en el estacionamiento porque hay una camioneta estacionada en la calle, luego franqueo los caminos con hielo y entro en el edificio. Usualmente los sábados por la mañana, Loris se encuentra aquí con su salón lleno de pequeños traviesos de preescolar. La pura idea me hace querer beber mucho, pero él parece disfrutarlo. Sin embargo, nadie está aquí esta mañana. Las clases probablemente se cancelaron porque el pueblo sigue siendo limpiado y se recupera de la tormenta. Sin embargo, hay electricidad, por lo que desbloqueo el edificio y entro.
Mientras subo las escaleras, suena mi teléfono. —Hola, mamá —respondo cuando veo su número.
—¿Cómo estás después de la tormenta? —pregunta.
La inevitable risa se me escapa antes de que pueda detenerla. —Sano y salvo. ¿Tú?
—Mi cita fue reprogramada para el lunes, y creen que harán la operación el martes —dice.
Froto mi pecho al llegar al segundo piso, y entro en el estudio. —¿Cuándo? Estaré ahí.
—No es necesario que estés aquí para la preparación antes de la operación, cariño. Sin embargo, si quieres estar con tu padre el martes, lo apreciaría mucho. —Su voz se llena de preocupación. Por él, no por ella.
—Estaré ahí los dos días, mamá. Limpiaré mi agenda. —Mi padre ha estado actuando de duro, pero si ella está preocupada por él, me dice que está poniendo una fachada. Debí haberlo supuesto; hago lo mismo.
—Quería ir a tu presentación el viernes. —Ahora suena como si fuera a llorar. Genial.
—Está bien —digo con voz ronca—. Puedes venir a la siguiente.
—Por supuesto. Y dile a papá que estaré ahí el lunes. No tienes que preocuparte. Yo lo cuidaré.
—Sé que lo harás, Román. Te veré pronto y te amo.
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Alas rotas a traves del cristal (Román Burki)
FanfictionSecuencia de por Amor al arte