C A P Í T U L O 37º

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      "LA GUERRA HA COMENZADO" - ( 2 PARTE )      

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      "LA GUERRA HA COMENZADO" - ( 2 PARTE )      

     Buscaba alternativas, buscaba respuestas, quizás una salida que pudiera ayudarla. Pero su corazón yacía roto en pedazos, yacía destinado a ser reclamado por las sombras.

     Mis pisadas aceleraban su paso, los pasillos resonaba con mi inseguridad y persistencia, cada aliento era una nueva guerra que dar, mis sentimientos se acumulaban en mi garganta, así como todos los pensamientos arrebataban mi cabeza. Y cuando llegué, la puerta se abrió.

     Calipso lloraba sin más, siendo ella la que había llegado antes, su alma luchaba por mantenerla firme, aunque su cuerpo era perdido tras la realidad de morir a causa del amor. Mi mirada se impregnaba en la ferocidad de su llanto, pues nunca en mi vida había podido presenciar tal dolor. Ni siquiera mis heridas se comparaban al desangrado que le causaba pensar que perdería todo lo que un día juro amar.

     Las trompetas volvieron a sonar, el holocausto rugió y las nubes se bañaron en escarcha color sangre.

     ―Lo siento tanto Selene. No fui lo suficientemente fuerte, todo lo que he amado durante tanto tiempo ha de irse para nunca más volver ―sus palabras se agudizan en dolor, como si cada silaba fuera un puñal para su roto corazón.

     ―No permitiré que la injusticia sea la partidaria de una destrucción innecesaria ―contesté fieramente aferrada a mis convicciones e ideales, nada podía arrebatarme de mi decisión―. Pues hasta los dioses han de experimentar el veneno del amor.

     Y levantando mi mano. El brazalete brilló.

     Aquel reluciente material era diferente a todo lo que había visto, se transformó despacio, recorriendo mi piel y allí lo comprendí. Mi alma debía ser lo suficientemente fuerte como para desgarrar la maldad. Yo he de ser la portadora de la verdad.

     Un arco apareció entre mis manos, y detrás de mí, las flechas, todas ellas brillando como la joya más cara del planeta. El arco cedió. Se elevó postrado en mis manos. La flecha se acomodó en mis dedos y dirigiéndome al cielo. Solté.

     El rojizo sangre desapareció, las nubes despejaron y el sol volvió a dar la cara.

     ―Lo lograste... ―susurró Calipso mirando con asombro al firmamento.

     ―Hoy no será un día para lamentarse, Calipso ―sonreí levantándola del suelo. La torre más alta de la isla nos estaba prestando la vista hacía una de las batallas más decisivas para la historia de todos sus habitantes, no podía decepcionarlos, ni a ella, ni a todos los que un día me demostraron admiración.

     ―Selene... él es... ―su voz se fragmentó, cayó en decisiva oscuridad y una lágrima roja adornó el encarnizado rostro, que ahora marcaba una extraña apariencia de dolor y asombro a la vez―. ¡Edén!

     Mi mirada giró con vespertino. En lo alto de los cielos, en la cumbre de todos los guerreros, al frente y al comando de todos. Un joven con profunda mirada, cortaba paso hacia nosotros. Su cuerpo era adornado por una de las alas más bellas de entre todos los ángeles. Su rostro era cubierto por un antifaz que relucía como el oro puro y sus pies no tocaban la humanidad del polvo.

     En sus manos portaba un báculo celestial. Y al comando de él, estaban todos los demás guerreros de la orden del rey de los dioses.

     ―¡Atacadlos! ―su voz irrumpió tanto en mis oídos, como en el debilitado corazón de Calipso.

     ―¡No! ―gritó ella, corriendo y colocándose delante de mí―. Por favor no lo hagas, el solo es un niño, por favor apiádate de mí.

     Mi arco cesó. Su mirada estaba lastimada de tanto amargo llorar, sus pestañas habían desparecido en la infinidad del llanto. Y ahora sus sentimientos estaban siendo controlados por un amor mucho más fuerte que el que sentía por aquel hombre ¿Acaso debía actuar como aquellas veces? Pero, ellos no venían a salvarnos, ellos eran verdaderos enemigos ¿Por qué no tomarlos así?

     ―Apártate, mujer inmunda ―bufó Edén dando la primera pisada, antes que todo el ejército―. Tú que has decidido pelear en contra de las decisiones de Zeus, has profanado la legitimidad y temor infringido entre todos estos años. Así que por tu falta de respeto y osadía en ponerte en contra de un dios. Has de pagar por tus pecados, así como tú.

     Me señaló.

     ―Yo solo he de luchar por mis convicciones, y esto no está dentro de ellas. Tu actitud es la que tiene que castigarse ―respondí mientras su mirada se enfrentaba conmigo en la interfaz del espacio y tiempo.

     ―Si es así. Entonces lucharé contigo primero ―dijo alzando su báculo de entre la tierra y dirigiéndose a mí. Alejó a Calipso con una extraña mueca.

     ―Estoy preparada ―contesté afirmando su duelo.

     El brazalete recorrió nuevamente su fulgor, transformándose una vez más en el precioso arco que descansaba en mis brazos.

     Sus alas se estiraron, tapando el cielo que se había liberado de las nubes, ellas mismas se encendieron con las llamas más profundas que había visto. Se asemejaban a las llamas que había percibido con el ataque de Gala ¿Sería acaso el mismo poder? Estaba percibiendo la misma presencia de ella. 

     ¿Acaso él no estaba siendo comandado por Zeus? Entonces porque sentía la presencia de...

     ―¡Apolo! ―grité al descubrir la verdadera presencia y la llama que se acercaba con ferocidad hacia mí ser. La misma que me capturó.

     Mis ojos buscaban refugio de entre tanto espasmo y humo. Buscaban la salida y la comprensión. Pero ahora por lo menos sabía que Zeus no era controlado por los sentimientos de la maldad y la destrucción.

     Reí deliberadamente ante el asombro de Calipso quien mirando el desgaste por parte de Edén, temió lo peor por el daño hacia mí.

     La sangre recorrió mi frente, quizás había sido demasiado duró el golpe contra la pared de la torre, sin embargo no estaba dispuesta a ser vencida.

     ―Parece que para ti, solo ha sido un chiste ―escuché decir a edén, mientras el báculo descendía hasta el suelo.

     ―Es curioso que tu mente este siendo controlada por la voluntad de un dios cautivado por las catástrofes y la maldad. Es por eso que tu ataque, ya lo conocía. Es por eso que mis heridas anteriores canalizaron ese poder y pudieron extinguirlo ―sonreí―. Ahora es mi turno. Ángel de Apolo o deberé decir ¿Edén?

 Ángel de Apolo o deberé decir ¿Edén?

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POR DECRETO LUNAR | 1º © #WATTYS2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora