C A P Í T U L O 25º

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     Su mirada atravesó la sala, convirtiéndome sin remedio, en la presa de aquel ataque despiadado y sin misericordia alguna. Sus manos rozaron una vez más el respaldar de su trono y dando lentos pasos, se acercaba hacia mí, inspeccionándome en cada parpadeo, como si de un extraño ser trataba.

     Mis manos empezaban a sudar y en la garganta un nudo a atar. Mis pensamientos no podían dejar de fluir sin consideración alguna y las ganas de ir tras Iseo acrecentaban su poderío a medida en que mis ojos buscaban su sombra incompleta y fugaz. Pero cuando intente escapar de aquellos recuerdos, una sola mirada de Calipso basto para deshacer todas esas conspiraciones en mi contra. Las mismas que habían sido elaboradas en el interior de mis ser, por mi propio subconsciente, otro que quería verme caer ante el dolor y la penumbra de una noche sin final.

     El sonido de sus pisadas seguía en mis oídos, siendo la única melodía que mi sentido podía percibir, pues lo demás había sido solo un escenario. No podía moverme, ni acercarme, no podía acelerar lo que estaba viviendo, mucho menos retroceder todo lo que había vivido. Y cuando me proponía huir una vez en busca de la respuesta, unas palabras terminaron por retenerme por completo, cerrando la puerta hacia una salida sin regreso.

       —Ya veo, por esa razón es que te ocultas tras ellos, lástima que seas tan solo una mortal más, un cascarón que pronto será desechado ¿No es así, Selene? —Preguntó mientras que mis ojos buscaban la razón de sus palabras, intentando no caer nuevamente en el olvido de mis pensamientos y recuerdos.

       —¿Qué le hiciste a mi tripulación, Calipso? —Refuté cortando ante la admiración de ella, su voz—. No lo volveré a repetir ¿Dónde está mi tripulación? Calipso.

       —¿Por qué debería de decírtelo? ¿Acaso ganaré algo con ello? O ¿Es que tú podrás hacerme algo? Tan solo eres una joven malcriada y sin madurez alguna, te jactas de poder ser tan sustentable por tus propias palabras, pero no. Yo Selene, he visto tu interior y allí dentro no eres más que una presa fácil para los depredadores que acechan por ti. No eres más que mierda en el mundo. La misma que nace y muere aquí —Habló llamando a un hombre alto y sin aparente control de su cuerpo. El poseedor de una mirada ida y sin sentimiento existente—. Si tanto lo quieres saber, porque no lo averiguas por ti misma, quizás así te des cuenta de lo poco que realmente vales.

     Algo se había roto. Pero no podía encontrarle arreglo. No sabía qué hacer para remediarlo, para escapar, para huir de todo aquello que su lengua había dictado y que mi alma había escuchado ¿Acaso tenía razón? ¿Yo no era más que una simple ilusión fuera de mi propia realidad defectuosa y sin arreglo?

       —Veamos qué tan fuerte es nuestra invitada —Insinuó dando pase al extraño hombre, quien al verme soltó una sonrisa falsa y confiada. El rostro de Calipso reflejaría las ansias de verme a prueba. Pero ¿Por qué hacerlo?

     Una vez más, la sombra de Iseo se pudo ver entre los pilares del imponente templo, su mirada era indescriptible, pues aquellos sentimientos juntos y el anhelo de ser liberado, se hacían cada vez más fuertes, destrozando algo que no volvería a unirse en mi interior.

       —No necesito pelear para satisfacer unas simples ganas fugaces, Calipso. Sólo he venido por mis compañeros y no me iré sin ellos —Hablé enfrentándome ante la inmensa barrera que poseía ante mi mirada.

       —¡Odiseo! ¡Ahora! —Gritó mientras su paladar era deleitado por el sabor de los frutos que en sus  manos poseía.

     Un fuerte golpe fue recibido por mi mejilla, aquel indicio era el comienzo de una larga lista de golpes que recibiría ¿Acaso sería capaz de soportar lo suficiente? Sus habilidades en combate eran mucho más desarrolladas que las mías ¿Cómo una simple adoradora de un dios enloquecido, podría ganar ante un guerrero sin dilación alguna? El sonido de su furia, la cual arremetía contra mí, no hacía más que plantearme miles de preguntas ¿Acaso era tan insignificante como decía Calipso?

     El suelo me recibió por tercera vez, mis labios brotaban en sangre escarlata y mi debilitado cuerpo estaba a punto de dejarme en coma ¿Este sería mi final? ¿Así habría de acabar mi trayecto en busca de mis verdaderos propósitos? Perdería la confianza en mí, perdería a mis amigos, perdería mi esperanza, perdería mi propio orgullo ¿Sería capaz de perder y resignarme a olvidar todo aquello por lo que seguí ante la luz del mañana?

     Aunque quería y debía, mi cuerpo no me brindaba más esperanza que morir en manos de una golpiza sin remedio alguno. Aun así, mi espíritu no se había rendido.

       —¿Así es como debemos acabar? ¿Así es como deseas acabar, Selene? —Interrumpió en mi dolor, aquella voz en mi interior, destrozando los pocos huesos que todavía mantenía completos—. ¿Creerás todo lo que ella te diga? ¿Morirás sin más?

       —¿Crees que tenga otra salida? Todo este tiempo me he mentido a mí misma, no soy más que una simple sombra de alguien a quien quiero tanto. Viví tras la redención de la falsedad y el amor de un lugar maldito ¿Acaso yo podría levantarme en contra de alguien con quien no poseo oportunidades? —Decía mientras tocía la sangre de entre mi garganta. Ese mismo color que se asemejaba al triste final que veían mis ojos.

       —Ya lo hiciste, Selene. ¿Os es que acaso Apolo no cuenta? —Habló abriéndome los ojos una vez más—. No he de permitir verte morir así de fácil y si en algún momento la muerte acecha nuestra existencia, he de morir como una leyenda en carne viva, no así ¡Levántate!

     Mis piernas se alzaban de entre el polvo. Tomando una vez más la forma erguida que poseía. Podía sentir como todos mis huesos rotos volvían a unirse, como la sangre volvía a recobrar su dirección y la luz se traslucía entre mi esperanza.

       —Tal vez Calipso tengas razón. Tal vez no sea más que una simple escoria del mundo, una mierda. Pero no eres digna de decirlo, no cuando las dos sabemos quién es más despreciable que la otra. Y ese título, no te lo he de robar —Sonreía mirando fijamente aquella expresión de sorpresa en su rostro, mientras que en mis manos, la marca volvía a resurgir.

       —¡Selene! ¡No he dejarte morir ante alguien así! ¡Ahora pelea y demuestra quien eres en realidad! —Gritó en mi interior aquella voz.

       —Yo soy Selene de Ekleipsis, e aquí Odiseo, tu esperado final —Susurré. 

 

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POR DECRETO LUNAR | 1º © #WATTYS2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora