C A P Í T U L O 24º

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     Podía sentir levemente el aroma con el que era deleitada, una fragancia con frescor en su interior. Poco a poco mis ojos se abrieron, elevando una vez más aquellos luceros que vieron cosas asombrosas innumerables veces a una misión más intrigante que las demás. Surgiendo así el mismo sentido del tacto el cual estaba siendo rozado por el mar.

     Giré de golpe al sentir aquellas marcas en mis brazos. Poco a poco estaba siendo cubierta por innumerables dibujos, apoderándose de mi piel, como si de un antiguo conjuro de posesión se tratase. Miré el fondo que aguardaba por mi vista. Un azul pálida y claro, siendo atenuado por el brillo del sol. Estaba en la playa de una solitaria isla. Pero ¿Cómo habría podido llegar hasta aquí? ¿Dónde se hallaban los demás? Era imposible haberlos perdido de vista. Aunque tal vez ellos a mi sí.

     No recordaba lo que había sucedido antes de llegar a vararme aquí. Pero poco más que solo dolor encontraba en mi memoria, cuando intentaba exigirle una respuesta conclusa y bien estructurada. Era inútil, debía averiguarlo por mis propios medios. Y levantándome de la arena, intenté no rozar aquellos dibujos que seguían expandiéndose por todo mi ser ¿Acaso aquella entidad tenía algo que ver con esto?

       —¡Iseo! ¡¿Dónde estás?! ¡Iseo responde! —Gritaba caminando por la playa, admirando el paisaje que allí se encontraba, no podía negarlo, me causaba desconfianza adentrarme en ella. Prefería seguir bordeando la misteriosa isla—. ¡Iseo!

       —Deja de gritar niña, a mis pobres oídos no les causas más que un eterno dolor y a mí, pues estas causando que te guarde desprecio —Habló alguien detrás de mí, dejando oír su voz vieja y cansina, era una anciana.

     Mis ojos se centraron en aquella envejecida mujer, siguiendo con mucho cuidado sus movimientos, pues aunque sea tan solo un mayor, no debía desconfiarme, ya nada era seguro ante mi vista.

       —¿Quién eres tú? ¿Y por qué me has estado siguiendo? —Hablé observándola muy detenidamente, se encontraba masticando unos frutos rojos, mientras que sus manos débiles intentaban saciar su hambre.

       —Yo no os he seguido, tan solo te he visto vagar y gritar durante toda la noche. Al parecer a ti también te afectan las pesadillas. Dijiste algo de un tal Moros y Atea, cosas sin sentido, y una entidad que me causa interés, por eso no te ahogué —Sonrió volviendo a masticar lentamente ¿Acaso aquella vieja quería ahogarme?

       —¿No los conoce? Pero si son dioses mitológicos ¿Acaso sabe de lo que estoy hablando? —seguí acercándome a ella, mientras que mis pies sentían la arena entre los dedos. Siendo quemados lentamente por el calor y la resequedad del clima cálido al extremo—. Quizás, solo quizás ¿Podría decirme dónde estoy?

       —Si los conozco, no debes de preocuparte por eso. Pero tal vez el lugar te cause intriga alguna en tu mente. Aquí como ves, es la parte desolada de la Isla Orgigia. Y yo a quien diriges tus palabras como si fuera alguien sin valor alguno. Soy una informante del reino de Calipso —Habló convirtiéndose en una audaz joven, con los ojos del claro e imponente mar. Con el alma en busca de aventuras y con la fuerza que anhelaría mi cuerpo en esos momento—. No te maté. Pues más allá de que eras un alma en pena y la entidad que tanta intriga causa a mi reina. Está prohibido matar mujeres aquí.

       —Ya veo, así que la Isla Orgigia. Pero ¿Podrías acaso llevarme con tu reina? Tal vez así pueda ayudarme a encontrar la tripulación con la que iba —Insinué caminando entre el follaje que cubría mis ojos, siguiendo a la esbelta figura a través de la jungla espesa y virgen aun. Sus hojas eran relucientes, cubriendo a más de un ser entre su sombra, alimentando a más de una luz entre sus interiores. Poco a poco aquella belleza que resplandecía de entre todas las demás maravillas de aquella isla, iban desenmascarando un prestigioso reino, un imperio escondido entre la salud y vida de la naturaleza por completo.

     Nunca había podido sentir aquella tranquilidad en el suelo, aquella libertad en el aire, ni siquiera aquella paz que mis ojos encontraban en cualquier cosa que dirigieran su misma atención. Mis pasos eran cada vez más rápidos, intentando no perderme de entre las demás mujeres. Eso era lo extraño, en esta isla no había más que mujeres, empezaba a preocuparme por mis compañeros, pues las palabras que salieron de la boca de la extraña figura femenina, estaba colocando mis nervios en un grado donde no podría ignorarlos por más tiempo. Debía encontrarlos a como dé lugar, vivos o muertos. En especial a ti, Iseo.

     Tragué saliva, al ver que los ojos desafiantes de las guardianas, esperaban por mí.

       —¿Cómo es que osas presentarte ante Calipso con esa vestimenta? ¿Acaso no posees respeto? —Habló una de ella mirándome con desprecio, mientras que mis vestiduras cambiaban de parecer, convirtiéndose en prendas de alta calidad y valor. Al parecer la magia reinaba sobre la isla y todas sus habitantes.

     Caminé entre las miradas de todas las demás, despertando el interés de cada una de aquellas fijas y desgarradoras preguntas, las mismas que atormentaban las mentes de esas mujeres observándome. La alfombra seguía un largo trayecto recto y sin posibilidad de no ser observaba por Calipso. Y cuando pensé no llamar la atención más de lo que ya lo había hecho, un grito de alivia devolvió el oxígeno a mis venas, colmándome de las fuerzas que tanto anhelaba volver a tener.

       —¡Iseo! —Mi voz se extendió destrozando las barreras del silencio, rondando en busca del eco y destronando al temible sentimiento de poder en aquel sitio. El templo resonó mi voz como si de un cantico se tratara, llegando a los oídos de todos los presentes, en especial a los de Calipso. Quien al mirarme retiró a su servidor de vino, Iseo.

       —Vete sirviente y te perdonare la vida por tu impertinente amiga —Dijo una mujer imponente y con cierto carácter poco benevolente, haciendo que se retirara lo más rápido posible de mi vista. Esta no sería una de mis mejores pláticas, pero no habría de irme sin mis amigos y menos por una tonta presencia de poderío entre todas las demás. Nos sabiendo que ahora poseía un control de aquella extraña presencia en mi interior.  

  

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POR DECRETO LUNAR | 1º © #WATTYS2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora