C A P Í T U L O 31º

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[CAPÍTULO ESPECIAL - NARRACIÓN POR "C A L I P S O"]

        —Pero yo no me quiero ir todavía, por favor, déjame quedarme por unos segundos más. Te lo voy agradecer mucho —Hablaba un niño mientras que la luz del sol iluminaba sus cabellos y la bella sonrisa que su rostro mostraba, era el mismo sentir de un día con un fin desconocido.

       —¡Debemos irnos de una vez! ¡No nos van a esperar por tanto tiempo! —Gritaba el mismo viejo dejando escuchar su carrasposa voz y las actitudes tan despreciables que poseía—. No quiero perder más tiempo, deshacerme de ti será la mejor opción que tomaré en mi vida.

       —¡Por favor! No me venda, apiádese de mí. Os lo ruego —Aquellas palabras desgarraron como nunca mi corazón ¿Cómo un niño tan bello y sin pecado alguno, sería víctima del vil y cruel destino? Debía hacer algo, pero sabía que mi decisión cambiaría por completo mi vida.

       —¡Vendrás conmigo y callarás tus palabras! —Expresó una vez más el anciano jalando el brazo del pobre infante.

     De repente cuando mi mente se negaba a ceder ante mis sentimientos, una mirada bastó, unos ojos que implantarían en mí el triste destino que seguiría a por mí, si es que no cumplía mis verdaderos propósitos. Caminé despacio, evitando el polvo que los caballos producían, hasta llegar al hombre quien viendo a los ojos soltó la brusca manía que poseía bajo el niño.

       —No he podido evitar escuchar que quiere deshacerse del niño ¿Es eso verdad? —Pregunté mirando fríamente ante la expresión ida y embelesada de él. Pero a pesar de intentar volver mi corazón piedra, era imposible, pues aquellos luceros que en mí estaban fijados, causaban sentimientos que nunca antes había podido llegar a presenciar dentro de mí ser ¿Habría algo de especial en aquel niño? Estaba a punto de averiguarlo.

       —Sí, así es ¿Por qué? ¿Acaso usted piensa comprármelo? Si no me estoy equivocando, deberá pagar una gran cantidad de dinero por él —Sonreía avariciosamente ignorando el desprecio que las demás personas de su alrededor emanaban sin mayor error.

       —Mírame bien a los ojos —Hablé mientras tapé los ojos al niño—. No volverás a causar más daño a las personas, tu alma caerá en una profunda agonía por causa de tus pecados. Y solo habrá una solución, el mar, el eterno descansar de aquellos que no son dignos de pisar el reino de la tierra. Correrás, intentarás sobrevivir y cuando tus fuerzas ya no den para más, volverás a lo que un día fuiste, polvo. Ahora ve y cumple estás palabras, olvidarás al niño y si en algún segundo dudas de las olas, recuerda todo el mal que hiciste. Adiós.

     Mi mano descendió al hombre del niño y colocándome detrás de él, pude ver los pasos de aquel hombre desgraciado y sin virtudes algunas.

       —¿Por qué lo hicisteis? —Preguntó una voz dulce y pura.

       —Tal vez os deis cuenta que en el mundo no hay más que maldad y si alguna persona no la posee, es que esta oculta dentro de su ser. En cambio tu pequeño, no merecías sufrir más, tu corazón es puro y tu alma lo seguirá siendo a pesar de que los años pasen —Dije dedicándole una tenue y cálida sonrisa, haciendo automáticamente que el gesto sea devuelto. Sin embargo su muestra de afecto no se comparaba con ninguna otra.

       —Gracias, Calipso —Soltó dejando un asombro entre mis nervios.

       —¿Sabes mi nombre? —Pregunté mientras la curiosidad se apoderaba de mis instintos y pensamientos—. ¿Cómo?

       —No lo sé, quizás fue una corazonada —Contestó haciendo que mi brazo se pegara más a él, haciéndome sentir que me necesitaba. Y sí, no lo iba a abandonar.

       —Pero... ¿Cuál es tu nombre? —Seguí después de haberlo subido a mi dragón. Al parecer a él no le había fastidiado su presencia. Era extraño.

       —Mi nombre es Edén y te debo mi destino —Habló dejando en mi mejilla un bello y delicado beso.

       —Está bien Edén. Yo os cuidaré hasta que crezcas y puedas ver la verdad de entre la neblina que ahora rodea tu vista. Si quieres y lo sientes así, puedes llamarme madre, no hay problema alguno, tampoco lo habrá si decides no hacerlo —Insinué antes de que Oréas alzara vuelo. Dejando atrás todo lo sucedido y olvidando de una vez aquel destino que le aguardaría al alma cruel del anciano.

       —Descuida, prefiero llamarte Calipso, suena más especial. Pues a pesar de todo y aunque mis padres hayan muerto en aquel mismo cementerio que cobrará la vida de ese viejo, mis sentimientos aún están confundidos —Expresó mirando las bellas nubes que nos rodeaban, dejándose perder entre los matices que allí existían.

* * *

     Desde que mis pies habían pisado nuevamente este lugar, sabía muy bien que se me sería imposible ignorar los recuerdos con Edén. El mismo niño que iluminaría mis noches y centellaría mis días. Estaba segura que Selene no desperdiciaría la oportunidad de entrenar en este sitio, puesto que era una de las oportunidades más valiosas que Moros le había podido dejar en escrito por medio de sus papiros. Sin embargo no sabría que tanto podrían soportar mis recuerdos y los sentimientos que poco a poco iban desenterrándose de lo profundo de mi olvido.

       —Calipso ¿Pasa algo? —Comentó Selene mientras camina despacio tras la cueva. Dejando solo entrever sus cabellos. Los mismos que se asemejaban a los del pequeño que una vez ingresó a este lugar, prometiéndome convertirse en el mejor guerrero que mis ojos habían tenido el privilegio que ver.

       —No Selene, no es nada de lo que debas preocuparte, solo son unos minúsculos recuerdos de mi pasado, algo que no debes tomar en cuenta para tu preparación —Dije sonriendo, intentando desviar la atención de ella hacia mi expresión—. Puedes adelantarte, tal vez necesite estar un rato sola, quizás así mis ideas se liberen antes de que tu entrenamiento comience.

       —Está bien, pero no tardes, no puedo esperar —Insinuó aumentando la velocidad de sus pasos, haciendo que mi sombra quedará atrás, sumida en la inmensa oscuridad que reinaba en el recinto.

       —Descuida...

       —Descuida

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POR DECRETO LUNAR | 1º © #WATTYS2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora